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El Conflicto de los Siglos por Elena de White [Nueva Ed.]

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

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<strong>El</strong> <strong>Conflicto</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> Sig<strong>los</strong><br />

<strong>de</strong> achaques; sabía que sólo le quedaban unos pocos años que <strong>de</strong>dicar a sus trabajos, y se daba cuenta <strong>de</strong><br />

la oposición que <strong>de</strong>bía arrostrar, pero animado <strong>por</strong> las promesas <strong>de</strong> la Palabra <strong>de</strong> Dios, siguió a<strong>de</strong>lante<br />

sin que nada le intimidara. Estaba en pleno goce <strong>de</strong> sus fuerzas intelectuales y enriquecido <strong>por</strong> mucha<br />

experiencia, la provi<strong>de</strong>ncia especial <strong>de</strong> Dios le había conservado y preparado para esta la mayor <strong>de</strong> sus<br />

obras; <strong>de</strong> modo que mientras toda la cristiandad se hallaba envuelta en tumultos el reformador, en su<br />

rectoría <strong>de</strong> Lutterworth, sin hacer caso <strong>de</strong> la tempestad que rugía en <strong>de</strong>rredor, se <strong>de</strong>dicaba a la tarea que<br />

había escogido.<br />

Por fin dio cima a la obra: acabó la primera traducción <strong>de</strong> la Biblia que se hiciera en inglés. <strong>El</strong><br />

Libro <strong>de</strong> Dios quedaba abierto para Inglaterra. <strong>El</strong> reformador ya no temía la prisión ni la hoguera. Había<br />

puesto en manos <strong>de</strong>l pueblo inglés una luz que jamás se extinguiría. Al darles la Biblia a sus compatriotas<br />

había hecho más para romper las ca<strong>de</strong>nas <strong>de</strong> la ignorancia y <strong>de</strong>l vicio, y para libertar y engran<strong>de</strong>cer a su<br />

nación, que todo lo que jamás se consiguiera con las victorias más brillantes en <strong>los</strong> campos <strong>de</strong> batalla.<br />

Como todavía la imprenta no era conocida, <strong>los</strong> ejemplares <strong>de</strong> la Biblia no se multiplicaban sino mediante<br />

un trabajo lento y enojoso. Tan gran<strong>de</strong> era el empeño <strong>de</strong> poseer el libro, que muchos se <strong>de</strong>dicaron<br />

voluntariamente a copiarlo; sin embargo, les costaba mucho a <strong>los</strong> copistas satisfacer <strong>los</strong> pedidos.<br />

Algunos <strong>de</strong> <strong>los</strong> compradores más ricos <strong>de</strong>seaban la Biblia entera.<br />

Otros compraban solamente una <strong>por</strong>ción. En muchos casos se unían varias familias para comprar<br />

un ejemplar. De este modo la Biblia <strong>de</strong> Wiclef no tardó en abrirse paso en <strong>los</strong> hogares <strong>de</strong>l pueblo. Como<br />

el sagrado libro apelaba a la razón, logró <strong>de</strong>spertar a <strong>los</strong> hombres <strong>de</strong> su pasiva sumisión a <strong>los</strong> dogmas<br />

papales. En lugar <strong>de</strong> éstos, Wiclef enseñaba las doctrinas distintivas <strong>de</strong>l protestantismo: la salvación <strong>por</strong><br />

medio <strong>de</strong> la fe en Cristo y la infalibilidad única <strong>de</strong> las Sagradas Escrituras. Los predicadores que él<br />

enviaba ponían en circulación la Biblia junto con <strong>los</strong> escritos <strong>de</strong>l reformador, y con tan buen éxito, que<br />

la nueva fe fue aceptada <strong>por</strong> casi la mitad <strong>de</strong>l pueblo inglés.<br />

La aparición <strong>de</strong> las Santas Escrituras llenó <strong>de</strong> profundo <strong>de</strong>saliento a las autorida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la iglesia.<br />

Estas tenían que hacer frente ahora a un agente más po<strong>de</strong>roso que Wiclef: una fuerza contra la cual todas<br />

sus armas servirían <strong>de</strong> poco. No había ley en aquel tiempo que prohibiese en Inglaterra la lectura <strong>de</strong> la<br />

Biblia, <strong>por</strong>que jamás se había hecho una versión en el idioma <strong>de</strong>l pueblo. Tales leyes se dictaron poco<br />

<strong>de</strong>spués y fueron puestas en vigor <strong>de</strong>l modo más riguroso; pero, entretanto, y a pesar <strong>de</strong> <strong>los</strong> esfuerzos<br />

<strong>de</strong>l clero, hubo o<strong>por</strong>tunidad para que la Palabra <strong>de</strong> Dios circulara <strong>por</strong> algún tiempo. <strong>Nueva</strong>mente <strong>los</strong><br />

caudil<strong>los</strong> papales quisieron imponer silencio al reformador. Le citaron ante tres tribunales sucesivos,<br />

para juzgarlo, pero sin resultado alguno.<br />

Primero un sínodo <strong>de</strong> obispos <strong>de</strong>claró que sus escritos eran heréticos, y logrando atraer a sus miras<br />

al joven rey Ricardo II, obtuvo un <strong>de</strong>creto real que con<strong>de</strong>naba a prisión a todos <strong>los</strong> que sostuviesen las<br />

doctrinas con<strong>de</strong>nadas. Wiclef apeló <strong>de</strong> esa sentencia <strong>de</strong>l sínodo al parlamento; sin temor alguno <strong>de</strong>mandó<br />

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