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El Conflicto de los Siglos por Elena de White [Nueva Ed.]

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

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<strong>El</strong> <strong>Conflicto</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> Sig<strong>los</strong><br />

embargo, el Hijo <strong>de</strong> Dios era el Soberano reconocido <strong>de</strong>l cielo, y gozaba <strong>de</strong> la misma autoridad y po<strong>de</strong>r<br />

que el Padre. Cristo tomaba parte en todos <strong>los</strong> consejos <strong>de</strong> Dios, mientras que a Lucifer no le era<br />

permitido entrar así en <strong>los</strong> <strong>de</strong>signios divinos. Y este ángel po<strong>de</strong>roso se preguntaba <strong>por</strong> qué había <strong>de</strong> tener<br />

Cristo la supremacía y recibir más honra que él mismo.<br />

Abandonando el lugar, que ocupaba en la presencia inmediata <strong>de</strong>l Padre, Lucifer salió a difundir<br />

el espíritu <strong>de</strong> <strong>de</strong>scontento entre <strong>los</strong> ángeles. Obrando con misteriosos sigilo y encubriendo durante algún<br />

tiempo sus verda<strong>de</strong>ros fines bajo una apariencia <strong>de</strong> respeto hacia Dios, se esforzó en <strong>de</strong>spertar el<br />

<strong>de</strong>scontento respecto a las leyes que gobernaban a <strong>los</strong> seres divinos, insinuando que ellas imponían<br />

restricciones innecesarias. Insistía en que siendo dotados <strong>de</strong> una naturaleza santa, <strong>los</strong> ángeles <strong>de</strong>bían<br />

obe<strong>de</strong>cer <strong>los</strong> dictados <strong>de</strong> su propia voluntad. Procuró ganarse la simpatía <strong>de</strong> el<strong>los</strong> haciéndoles creer que<br />

Dios había obrado injustamente con él, concediendo a Cristo honor supremo. Dio a enten<strong>de</strong>r que al<br />

aspirar a mayor po<strong>de</strong>r y honor, no trataba <strong>de</strong> exaltarse a si mismo sino <strong>de</strong> asegurar libertad para todos<br />

<strong>los</strong> habitantes <strong>de</strong>l cielo, a fin <strong>de</strong> que pudiesen así alcanzar a un nivel superior <strong>de</strong> existencia.<br />

En su gran misericordia, Dios so<strong>por</strong>tó <strong>por</strong> largo tiempo a Lucifer. Este no fue expulsado<br />

inmediatamente <strong>de</strong> su elevado puesto, cuando se <strong>de</strong>jó arrastrar <strong>por</strong> primera vez <strong>por</strong> el espíritu <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>scontento, ni tampoco cuando empezó a presentar sus falsos asertos a <strong>los</strong> ángeles leales. Fue retenido<br />

aún <strong>por</strong> mucho tiempo en el cielo. Varias y repetidas veces se le ofreció el perdón con tal <strong>de</strong> que se<br />

arrepintiese y se sometiese. Para convencerle <strong>de</strong> su error se hicieron esfuerzos <strong>de</strong> que sólo el amor y la<br />

sabiduría infinitos eran capaces. Hasta entonces no se había conocido el espíritu <strong>de</strong> <strong>de</strong>scontento en el<br />

cielo. <strong>El</strong> mismo Lucifer no veía en un principio hasta dón<strong>de</strong> le llevaría este espíritu; no comprendía la<br />

verda<strong>de</strong>ra naturaleza <strong>de</strong> sus sentimientos. Pero cuando se <strong>de</strong>mostró que su <strong>de</strong>scontento no tenía motivo,<br />

Lucifer se convenció <strong>de</strong> que no tenía razón, que lo que Dios pedía era justo, y que <strong>de</strong>bía reconocerlo<br />

ante todo el cielo. De haberlo hecho así, se habría salvado a sí mismo y a muchos ángeles.<br />

En ese entonces no había él negado aún toda obediencia a Dios. Aunque había abandonado su<br />

puesto <strong>de</strong> querubín cubridor, habría sido no obstante restablecido en su oficio si, reconociendo la<br />

sabiduría <strong>de</strong>l Creador, hubiese estado dispuesto a volver a Dios y si se hubiese contentado con ocupar el<br />

lugar que le correspondía en el plan <strong>de</strong> Dios. Pero el orgullo le impidió someterse. Se empeñó en<br />

<strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r su proce<strong>de</strong>r insistiendo en que no necesitaba arrepentirse, y se entregó <strong>de</strong> lleno al gran conflicto<br />

con su Hacedor. Des<strong>de</strong> entonces <strong>de</strong>dicó todo el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> su gran inteligencia a la tarea <strong>de</strong> engañar, para<br />

asegurarse la simpatía <strong>de</strong> <strong>los</strong> ángeles que habían estado bajo sus ór<strong>de</strong>nes. Hasta el hecho <strong>de</strong> que Cristo<br />

le había prevenido y aconsejado fue <strong>de</strong>snaturalizado para servir a sus pérfidos <strong>de</strong>signios. A <strong>los</strong> que<br />

estaban más estrechamente ligados a él <strong>por</strong> el amor y la confianza, Satanás les hizo creer que había sido<br />

mal juzgado, que no se había respetado su posición y que se le quería coartar la libertad. Después <strong>de</strong><br />

haber así <strong>de</strong>snaturalizado las palabras <strong>de</strong> Cristo, pasó a prevaricar y a mentir <strong>de</strong>scaradamente, acusando<br />

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