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El Conflicto de los Siglos por Elena de White [Nueva Ed.]

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

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<strong>El</strong> <strong>Conflicto</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> Sig<strong>los</strong><br />

acabados son para siempre <strong>los</strong> asolamientos. (Salmo 9: 5, 6.) San Juan, al echar una mirada hacia la<br />

eternidad, oyó una antífona universal <strong>de</strong> alabanzas que no era interrumpida <strong>por</strong> ninguna disonancia. Oyó<br />

a todas las criaturas <strong>de</strong>l cielo y <strong>de</strong> la tierra rindiendo gloria a Dios. (Apocalipsis 5:13.) No habrá entonces<br />

almas perdidas que blasfemen a Dios retorciéndose en tormentos sin fin, ni seres infortunados que <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

el infierno unan sus gritos <strong>de</strong> espanto a <strong>los</strong> himnos <strong>de</strong> <strong>los</strong> elegidos.<br />

En el error fundamental <strong>de</strong> la inmortalidad natural, <strong>de</strong>scansa la doctrina <strong>de</strong>l estado consciente <strong>de</strong><br />

<strong>los</strong> muertos, doctrina que, como la <strong>de</strong> <strong>los</strong> tormentos eternos, está en pugna con las enseñanzas <strong>de</strong> las<br />

Sagradas Escrituras, con <strong>los</strong> dictados <strong>de</strong> la razón y con nuestros sentimientos <strong>de</strong> humanidad. Según la<br />

creencia popular, <strong>los</strong> redimidos en el cielo están al cabo <strong>de</strong> todo lo que pasa en la tierra, y especialmente<br />

<strong>de</strong> lo que les pasa a <strong>los</strong> amigos que <strong>de</strong>jaron atrás. ¿Pero cómo podría ser fuente <strong>de</strong> dicha para <strong>los</strong> muertos<br />

el tener conocimiento <strong>de</strong> las aflicciones y congojas <strong>de</strong> <strong>los</strong> vivos, el ver <strong>los</strong> pecados cometidos <strong>por</strong><br />

aquel<strong>los</strong> a quienes aman y ver<strong>los</strong> sufrir todas las penas, <strong>de</strong>silusiones y angustias <strong>de</strong> la vida? ¿Cuánto<br />

podrían gozar <strong>de</strong> la bienaventuranza <strong>de</strong>l cielo <strong>los</strong> que revolotean alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> sus amigos en la tierra?<br />

¡Y cuán repulsiva es la creencia <strong>de</strong> que, apenas exhalado el último suspiro, el alma <strong>de</strong>l impenitente es<br />

arrojada a las llamas <strong>de</strong>l infierno! ¡En qué abismos <strong>de</strong> dolor no <strong>de</strong>ben sumirse <strong>los</strong> que ven a sus amigos<br />

bajar a la tumba sin preparación para entrar en una eternidad <strong>de</strong> pecado y <strong>de</strong> dolor!<br />

Muchos han sido arrastrados a la locura <strong>por</strong> este horrible pensamiento que <strong>los</strong> atormentara. ¿Qué<br />

dicen las Sagradas Escrituras a este respecto? David <strong>de</strong>clara que el hombre no es consciente en la muerte:<br />

"Saldrá su espíritu, tornaráse en su tierra: en aquel día perecerán sus pensamientos." (Salmo 146: 4.)<br />

Salomón da el mismo testimonio: "Porque <strong>los</strong> que viven saben que han <strong>de</strong> morir: mas <strong>los</strong> muertos nada<br />

saben." "También su amor, y su odio y su envidia, feneció ya: ni tiene ya más parte en el siglo, en todo<br />

lo que se hace <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l sol." "Adon<strong>de</strong> tú vas no hay obra, ni industria, ni ciencia, ni sabiduría."<br />

(Eclesiastés 9: 5, 6, 10.) Cuando, en respuesta a sus oraciones, la vida <strong>de</strong> Ezequías fue prolongada <strong>por</strong><br />

quince años, el rey agra<strong>de</strong>cido, tributó a Dios loores <strong>por</strong> su gran misericordia. En su canto <strong>de</strong> alabanza,<br />

dice <strong>por</strong> qué se alegraba: "No te ha <strong>de</strong> alabar el sepulcro; la muerte no te celebrará; ni esperarán en tu<br />

verdad <strong>los</strong> que bajan al hoyo. <strong>El</strong> viviente, el viviente sí, él te alabará, como yo, el día <strong>de</strong> hoy." (Isaías 38:<br />

18, 19, V.M.)<br />

La teología <strong>de</strong> moda presenta a <strong>los</strong> justos que fallecen como si estuvieran en el cielo gozando <strong>de</strong><br />

la bienaventuranza y loando a Dios con lenguas inmortales, pero Ezequías no veía tan gloriosa<br />

perspectiva en la muerte. Sus palabras concuerdan con el testimonio <strong>de</strong>l salmista: "Porque en la muerte<br />

no hay memoria <strong>de</strong> ti: ¿Quién te loará en el sepulcro?" (Salmo 6: 5.) "No son <strong>los</strong> muertos <strong>los</strong> que alaban<br />

a Jehová, ni todos <strong>los</strong> que bajan al silencio." (Salmos 115: 17, V.M. ) En el día <strong>de</strong> Pentecostés, San Pedro<br />

<strong>de</strong>claró que el patriarca David "murió, y fue sepultado, y su sepulcro está con nosotros hasta el día <strong>de</strong><br />

hoy." "Porque David no subió a <strong>los</strong> cie<strong>los</strong>." (Hechos 2: 29, 34.) <strong>El</strong> hecho <strong>de</strong> que David permanecerá en<br />

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