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El Conflicto de los Siglos por Elena de White [Nueva Ed.]

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

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<strong>El</strong> <strong>Conflicto</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> Sig<strong>los</strong><br />

la sangre <strong>de</strong> <strong>los</strong> mártires dio nuevo impulso al movimiento <strong>de</strong> la Reforma. Los caudil<strong>los</strong> papistas<br />

<strong>de</strong>spertaron repentinamente ante el peligro que amenazaba su causa, y llevaron a la hoguera a algunos<br />

<strong>de</strong> <strong>los</strong> más nobles y más honorables hijos <strong>de</strong> Escocia. Pero con esto no hicieron más que cambiar la<br />

hoguera en púlpito, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el cual las palabras dichas <strong>por</strong> esos mártires al morir resonaron <strong>por</strong> toda la<br />

tierra escocesa y crearon en el alma <strong>de</strong>l pueblo el propósito bien <strong>de</strong>cidido <strong>de</strong> libertarse <strong>de</strong> <strong>los</strong> gril<strong>los</strong> <strong>de</strong><br />

Roma. Hamilton y Wishart, príncipes <strong>por</strong> su carácter y <strong>por</strong> su nacimiento, y con el<strong>los</strong> un largo séquito<br />

<strong>de</strong> más humil<strong>de</strong>s discípu<strong>los</strong>, entregaron sus vidas en la hoguera. Empero, <strong>de</strong> la ardiente pira <strong>de</strong> Wishart<br />

volvió uno a quien las llamas no iban a consumir, uno que bajo la dirección <strong>de</strong> Dios iba a hacer oír el<br />

toque <strong>de</strong> difuntos <strong>por</strong> el papado en Escocia. Juan Knox se había apartado <strong>de</strong> las tradiciones y <strong>de</strong> <strong>los</strong><br />

misticismos <strong>de</strong> la iglesia para nutrirse <strong>de</strong> las verda<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la Palabra <strong>de</strong> Dios, y las enseñanzas <strong>de</strong> Wishart<br />

le confirmaron en la resolución <strong>de</strong> abandonar la comunión <strong>de</strong> Roma y unirse con <strong>los</strong> perseguidos<br />

reformadores.<br />

Solicitado <strong>por</strong> sus compañeros para que <strong>de</strong>sempeñase el cargo <strong>de</strong> predicador, rehuyó temblando<br />

esta responsabilidad y sólo <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> unos días <strong>de</strong> meditación y lucha consigo mismo consintió en<br />

llevarla. Pero una vez aceptado el puesto siguió a<strong>de</strong>lante con inquebrantable resolución y con valor a<br />

toda prueba <strong>por</strong> toda la vida. Este sincero reformador no tuvo jamás miedo <strong>de</strong> <strong>los</strong> hombres. <strong>El</strong> resplandor<br />

<strong>de</strong> las hogueras no hizo más que dar a su fervor mayor intensidad. Con el hacha <strong>de</strong>l tirano pendiente<br />

sobre su cabeza y amenazándole <strong>de</strong> muerte, permanecía firme y asestando golpes a diestra y a siniestra<br />

para <strong>de</strong>moler la idolatría.<br />

Cuando lo llevaron ante la reina <strong>de</strong> Escocia, en cuya presencia flaqueó el valor <strong>de</strong> más <strong>de</strong> un<br />

caudillo protestante, Juan Knox testificó firme y <strong>de</strong>nodadamente <strong>por</strong> la verdad. No podían ganarlo con<br />

halagos, ni intimidarlo con amenazas. La reina le culpó <strong>de</strong> herejía. Había enseñado al pueblo una religión<br />

que estaba prohibida <strong>por</strong> el estado y con ello, añadía ella, transgredía el mandamiento <strong>de</strong> Dios que or<strong>de</strong>na<br />

a <strong>los</strong> súbditos obe<strong>de</strong>cer a sus gobernantes. Knox respondió con firmeza: "Como la religión verda<strong>de</strong>ra no<br />

recibió <strong>de</strong> <strong>los</strong> gobernantes su fuerza original ni su autoridad, sino sólo <strong>de</strong>l eterno Dios, así tampoco<br />

<strong>de</strong>ben <strong>los</strong> súbditos amoldar su religión al gusto <strong>de</strong> sus reyes. Porque muy a menudo son <strong>los</strong> príncipes <strong>los</strong><br />

más ignorantes <strong>de</strong> la religión verda<strong>de</strong>ra.... Si toda la simiente <strong>de</strong> Abrahán hubiera sido <strong>de</strong> la religión <strong>de</strong>l<br />

faraón <strong>de</strong>l cual fueron súbditos <strong>por</strong> largo tiempo, os pregunto, señora, ¿qué religión habría hoy en el<br />

mundo? Y si en <strong>los</strong> días <strong>de</strong> <strong>los</strong> apóstoles todos hubieran sido <strong>de</strong> la religión <strong>de</strong> <strong>los</strong> emperadores <strong>de</strong> Roma,<br />

<strong>de</strong>cidme, señora, ¿qué religión habría hoy en el mundo? . . . De esta suerte, señora, podéis compren<strong>de</strong>r<br />

que <strong>los</strong> súbditos no están obligados a sujetarse a la religión <strong>de</strong> sus príncipes si bien les está or<strong>de</strong>nado<br />

obe<strong>de</strong>cerles." María respondió: "Vos interpretáis las Escrituras <strong>de</strong> un modo, y el<strong>los</strong> [<strong>los</strong> maestros<br />

romanistas] las interpretan <strong>de</strong> otro, ¿a quién creeré y quién será juez en este asunto?"<br />

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