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El Conflicto de los Siglos por Elena de White [Nueva Ed.]

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

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<strong>El</strong> <strong>Conflicto</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> Sig<strong>los</strong><br />

todos." —Id., lib. 4, cap. 10. La suerte estaba echada. <strong>El</strong> rey resolvió pasarse <strong>por</strong> completo al lado <strong>de</strong><br />

Roma.<br />

Se tomaron medidas para arrestar a todos <strong>los</strong> luteranos que se hallasen en París. Un pobre artesano,<br />

adherente a la fe reformada, que tenía <strong>por</strong> costumbre convocar a <strong>los</strong> creyentes para que se reuniesen en<br />

sus asambleas secretas, fue apresado e intimidándolo con la amenaza <strong>de</strong> llevarlo inmediatamente a la<br />

hoguera, se le or<strong>de</strong>nó que condujese a <strong>los</strong> emisarios papales a la casa <strong>de</strong> todo protestante que hubiera en<br />

la ciudad. Se estremeció <strong>de</strong> horror al oír la vil proposición que se le hacía; pero, al fin, vencido <strong>por</strong> el<br />

temor <strong>de</strong> las llamas, consintió en convertirse en traidor <strong>de</strong> sus hermanos. Precedido <strong>por</strong> la hostia, y<br />

ro<strong>de</strong>ado <strong>de</strong> una compañía <strong>de</strong> sacerdotes, monaguil<strong>los</strong>, frailes y soldados, Morin, el policía secreto <strong>de</strong>l<br />

rey, junto con el traidor, recorrían <strong>de</strong>spacio y sigi<strong>los</strong>amente las calles <strong>de</strong> la ciudad. Era aquello una<br />

ostensible <strong>de</strong>mostración en honor <strong>de</strong>l "santo sacramento" en <strong>de</strong>sagravio <strong>por</strong> el insulto que <strong>los</strong><br />

protestantes lanzaran contra la misa. Aquel espectáculo, sin embargo, no servía más que para disfrazar<br />

<strong>los</strong> aviesos fines. Al pasar frente a la casa <strong>de</strong> un luterano, el traidor hacía una señal, pero no pronunciaba<br />

palabra alguna. La procesión se <strong>de</strong>tenía, entraban en la casa, sacaban a la familia y la enca<strong>de</strong>naban, y la<br />

terrible compañía seguía a<strong>de</strong>lante en busca <strong>de</strong> nuevas víctimas. "No perdonaron casa, gran<strong>de</strong> ni chica,<br />

ni <strong>los</strong> <strong>de</strong>partamentos <strong>de</strong> la universidad <strong>de</strong> París.... Morin hizo temblar la ciudad. . . . Era el reinado <strong>de</strong>l<br />

terror." —Ibid.<br />

Las víctimas sucumbían en medio <strong>de</strong> terribles tormentos, pues se había or<strong>de</strong>nado a <strong>los</strong> verdugos<br />

que las quemasen a fuego lento para que se prolongara su agonía. Pero morían como vencedores. No<br />

menguaba su fe, ni <strong>de</strong>smayaba su confianza. Los perseguidores, viendo que no podían conmover la<br />

firmeza <strong>de</strong> aquel<strong>los</strong> fieles, se sentían <strong>de</strong>rrotados. Se erigieron cadalsos en todos <strong>los</strong> barrios <strong>de</strong> la ciudad<br />

<strong>de</strong> París y se quemaban herejes todos <strong>los</strong> días con el fin <strong>de</strong> sembrar el terror entre <strong>los</strong> partidarios <strong>de</strong> las<br />

doctrinas heréticas, multiplicando las ejecuciones. Sin embargo, al fin la ventaja fue para el Evangelio.<br />

Todo París pudo ver qué clase <strong>de</strong> hombres eran <strong>los</strong> que abrigaban en su corazón las nuevas enseñanzas.<br />

No hay mejor púlpito que la hoguera <strong>de</strong> <strong>los</strong> mártires. <strong>El</strong> gozo sereno que iluminaba <strong>los</strong> rostros <strong>de</strong> aquel<strong>los</strong><br />

hombres cuando . . . se les conducía al lugar <strong>de</strong> la ejecución, su heroísmo cuando eran envueltos <strong>por</strong> las<br />

llamas, su mansedumbre para perdonar las injurias, cambiaba no pocas veces, el enojo en lástima, el<br />

odio en amor, y hablaba con irresistible elocuencia en pro <strong>de</strong>l Evangelio. —Wylie, lib. 13, cap. 20.<br />

Con el fin <strong>de</strong> atizar aun más la furia <strong>de</strong>l pueblo, <strong>los</strong> sacerdotes hicieron circular las más terribles<br />

calumnias contra <strong>los</strong> protestantes. Los culpaban <strong>de</strong> querer asesinar a <strong>los</strong> católicos, <strong>de</strong>rribar al gobierno<br />

y matar al rey. Ni sombra <strong>de</strong> evi<strong>de</strong>ncia podían presentar en apoyo <strong>de</strong> tales asertos. Sin embargo resultaron<br />

siniestras profecías que iban a tener su cumplimiento, pero en circunstancias diferentes y <strong>por</strong> muy<br />

diversas causas. Las cruelda<strong>de</strong>s que <strong>los</strong> católicos infligieron a <strong>los</strong> inocentes protestantes acumularon en<br />

su contra la <strong>de</strong>bida retribución, y en sig<strong>los</strong> posteriores se verificó el juicio que habían predicho que<br />

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