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El Conflicto de los Siglos por Elena de White [Nueva Ed.]

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

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<strong>El</strong> <strong>Conflicto</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> Sig<strong>los</strong><br />

pensamiento, <strong>los</strong> sentimientos y las aspiraciones. Da constancia en <strong>los</strong> propósitos, paciencia, valor y<br />

perseverancia; refina el carácter y santifica el alma. Un estudio serio y reverente <strong>de</strong> las Santas Escrituras,<br />

al poner la mente <strong>de</strong> quienes se <strong>de</strong>dicaran a él en contacto directo con la mente <strong>de</strong>l Todopo<strong>de</strong>roso, daría<br />

al mundo hombres <strong>de</strong> intelecto mayor y más activo, como también <strong>de</strong> principios más nobles que <strong>los</strong> que<br />

pue<strong>de</strong>n resultar <strong>de</strong> la más hábil enseñanza <strong>de</strong> la fi<strong>los</strong>ofía humana. "La entrada <strong>de</strong> tus palabras —dice el<br />

salmista— alumbra; a <strong>los</strong> simples les da inteligencia." (Salmo 119: 130, V.M.)<br />

Las doctrinas que enseñó Wiclef siguieron cundiendo <strong>por</strong> algún tiempo; sus partidarios, conocidos<br />

<strong>por</strong> wiclefistas y lolardos, no sólo recorrían Inglaterra sino que se esparcieron <strong>por</strong> otras partes, llevando<br />

a otros países el conocimiento <strong>de</strong>l Evangelio. Cuando su jefe falleció, <strong>los</strong> predicadores trabajaron con<br />

más celo aun que antes, y las multitu<strong>de</strong>s acudían a escuchar sus enseñanzas. Algunos miembros <strong>de</strong> la<br />

nobleza y la misma esposa <strong>de</strong>l rey contábanse en el número <strong>de</strong> <strong>los</strong> convertidos, y en muchos lugares se<br />

notaba en las costumbres <strong>de</strong>l pueblo un cambio notable y se sacaron <strong>de</strong> las iglesias <strong>los</strong> símbo<strong>los</strong> idólatras<br />

<strong>de</strong>l romanismo. Pero pronto la tempestad <strong>de</strong> la <strong>de</strong>spiadada persecución se <strong>de</strong>sató sobre aquel<strong>los</strong> que se<br />

atrevían a aceptar la Biblia como guía.<br />

Los monarcas ingleses, ansiosos <strong>de</strong> confirmar su po<strong>de</strong>r con el apoyo <strong>de</strong> Roma, no vacilaron en<br />

sacrificar a <strong>los</strong> reformadores. Por primera vez en la historia <strong>de</strong> Inglaterra fue <strong>de</strong>cretado el uso <strong>de</strong> la<br />

hoguera para castigar a <strong>los</strong> propagadores <strong>de</strong>l Evangelio. Los martirios seguían a <strong>los</strong> martirios. Los que<br />

abogaban <strong>por</strong> la verdad eran <strong>de</strong>sterrados o atormentados y sólo podían clamar al oído <strong>de</strong>l Dios <strong>de</strong> Sabaoth.<br />

Se les perseguía como a enemigos <strong>de</strong> la iglesia y traidores <strong>de</strong>l reino, pero el<strong>los</strong> seguían predicando en<br />

lugares secretos, buscando refugio lo mejor que podían en las humil<strong>de</strong>s casas <strong>de</strong> <strong>los</strong> pobres y<br />

escondiéndose muchas veces en cuevas y antros <strong>de</strong> la tierra. A pesar <strong>de</strong> la ira <strong>de</strong> <strong>los</strong> perseguidores,<br />

continuó serena, firme y paciente <strong>por</strong> muchos sig<strong>los</strong> la protesta que <strong>los</strong> siervos <strong>de</strong> Dios sostuvieron<br />

contra la perversión predominante <strong>de</strong> las enseñanzas religiosas. Los cristianos <strong>de</strong> aquel<strong>los</strong> tiempos<br />

primitivos no tenían más que un conocimiento parcial <strong>de</strong> la verdad, pero habían aprendido a amar la<br />

Palabra <strong>de</strong> Dios y a obe<strong>de</strong>cerla, y <strong>por</strong> ella sufrían con paciencia.<br />

Como <strong>los</strong> discípu<strong>los</strong> en <strong>los</strong> tiempos apostólicos, muchos sacrificaban sus propieda<strong>de</strong>s terrenales<br />

<strong>por</strong> la causa <strong>de</strong> Cristo. Aquel<strong>los</strong> a quienes se permitía habitar en sus hogares, daban asilo con gusto a<br />

sus hermanos perseguidos, y cuando a el<strong>los</strong> también se les expulsaba <strong>de</strong> sus casas, aceptaban<br />

alegremente la suerte <strong>de</strong> <strong>los</strong> <strong>de</strong>sterrados. Cierto es que miles <strong>de</strong> el<strong>los</strong>, aterrorizados <strong>por</strong> la furia <strong>de</strong> <strong>los</strong><br />

perseguidores, compraron su libertad haciendo el sacrificio <strong>de</strong> su fe, y salieron <strong>de</strong> las cárceles llevando<br />

el hábito <strong>de</strong> <strong>los</strong> arrepentidos para hacer pública retractación; pero no fue escaso el número —contándose<br />

entre el<strong>los</strong> nobles y ricos, así como pobres y humil<strong>de</strong>s— <strong>de</strong> <strong>los</strong> que sin miedo alguno daban testimonio<br />

<strong>de</strong> la verdad en <strong>los</strong> calabozos, en las "torres lolardas," gozosos en medio <strong>de</strong> <strong>los</strong> tormentos y las llamas,<br />

<strong>de</strong> ser tenidos <strong>por</strong> dignos <strong>de</strong> participar <strong>de</strong> "la comunión <strong>de</strong> sus pa<strong>de</strong>cimientos."<br />

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