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El Conflicto de los Siglos por Elena de White [Nueva Ed.]

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

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<strong>El</strong> <strong>Conflicto</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> Sig<strong>los</strong><br />

Mas a pesar <strong>de</strong> tantos motivos <strong>de</strong> <strong>de</strong>saliento, Lutero siguió resueltamente a<strong>de</strong>lante, puesta la vista<br />

en un <strong>de</strong>chado elevado <strong>de</strong> moral y <strong>de</strong> cultura intelectual que le cautivaba el alma. Tenía sed <strong>de</strong> saber, y<br />

el carácter serio y práctico <strong>de</strong> su genio le hacía <strong>de</strong>sear lo sólido y provechoso más bien que lo vistoso y<br />

superficial. Cuando a la edad <strong>de</strong> dieciocho años ingresó en la universidad <strong>de</strong> Erfurt, su situación era más<br />

favorable y se le ofrecían perspectivas más brillantes que las que había tenido en años anteriores. Sus<br />

padres podían entonces mantenerle más <strong>de</strong>sahogadamente merced a la pequeña hacienda que habían<br />

logrado con su laboriosidad y sus economías. Y la influencia <strong>de</strong> amigos juiciosos había borrado un tanto<br />

el sedimento <strong>de</strong> tristeza que <strong>de</strong>jara en su carácter su primera educación. Se <strong>de</strong>dicó a estudiar <strong>los</strong> mejores<br />

autores, atesorando con diligencia sus maduras reflexiones y haciendo suyo el tesoro <strong>de</strong> conocimientos<br />

<strong>de</strong> <strong>los</strong> sabios. Aun bajo la dura disciplina <strong>de</strong> sus primeros maestros, dio señales <strong>de</strong> distinción; y ahora,<br />

ro<strong>de</strong>ado <strong>de</strong> influencias más favorables, vio <strong>de</strong>sarrollarse rápidamente su talento. Por su buena memoria,<br />

su activa imaginación, sus sólidas faculta<strong>de</strong>s <strong>de</strong> raciocinio y su incansable consagración al estudio vino<br />

a quedar pronto al frente <strong>de</strong> sus condiscípu<strong>los</strong>. La disciplina intelectual maduró su entendimiento y la<br />

actividad mental <strong>de</strong>spertó una aguda percepción que le preparó convenientemente para <strong>los</strong> conflictos <strong>de</strong><br />

la vida.<br />

<strong>El</strong> temor <strong>de</strong>l Señor moraba en el corazón <strong>de</strong> Lutero y le habilitó para mantenerse firme en sus<br />

propósitos y siempre humil<strong>de</strong> <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> Dios. Permanentemente dominado <strong>por</strong> la convicción <strong>de</strong> que<br />

<strong>de</strong>pendía <strong>de</strong>l auxilio divino, comenzaba cada día con oración y elevaba constantemente su corazón a<br />

Dios para pedirle su dirección y su auxilio. "Orar bien —<strong>de</strong>cía él con frecuencia— es la mejor mitad <strong>de</strong>l<br />

estudio." —D'Aubigné, 149 lib. 2, cap. 2. Un día, mientras examinaba unos libros en la biblioteca <strong>de</strong><br />

la universidad, <strong>de</strong>scubrió Lutero una Biblia latina. Jamás había visto aquel libro. Hasta ignoraba que<br />

existiese. Había oído <strong>por</strong>ciones <strong>de</strong> <strong>los</strong> Evangelios y <strong>de</strong> las Epístolas que se leían en el culto público y<br />

suponía que eso era todo lo que contenía la Biblia. Ahora veía, <strong>por</strong> primera vez, la Palabra <strong>de</strong> Dios<br />

completa. Con reverencia mezclada <strong>de</strong> admiración hojeó las sagradas páginas; con pulso tembloroso y<br />

corazón turbado leyó con atención las palabras <strong>de</strong> vida, <strong>de</strong>teniéndose a veces para exclamar: "¡Ah! ¡si<br />

Dios quisiese darme para mí otro libro como éste!" —Ibid. Los ángeles <strong>de</strong>l cielo estaban a su lado y<br />

rayos <strong>de</strong> luz <strong>de</strong>l trono <strong>de</strong> Dios revelaban a su entendimiento <strong>los</strong> tesoros <strong>de</strong> la verdad. Siempre había<br />

tenido temor <strong>de</strong> ofen<strong>de</strong>r a Dios, pero ahora se sentía como nunca antes convencido <strong>de</strong> que era un pobre<br />

pecador. Un sincero <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> librarse <strong>de</strong>l pecado y <strong>de</strong> reconciliarse con Dios le indujo al fin a entrar en<br />

un claustro para consagrarse a la vida monástica. Allí se le obligó a <strong>de</strong>sempeñar <strong>los</strong> trabajos más<br />

humillantes y a pedir limosnas <strong>de</strong> casa en casa. Se hallaba en la edad en que más se apetecen el aprecio<br />

y el respeto <strong>de</strong> todos, y <strong>por</strong> consiguiente aquellas viles ocupaciones le mortificaban y ofendían sus<br />

sentimientos naturales; pero todo lo sobrellevaba con paciencia, creyendo que lo necesitaba <strong>por</strong> causa<br />

<strong>de</strong> sus pecados.<br />

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