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El Conflicto de los Siglos por Elena de White [Nueva Ed.]

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

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<strong>El</strong> <strong>Conflicto</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> Sig<strong>los</strong><br />

París bajo vistoso dosel . . . sostenido <strong>por</strong> cuatro príncipes <strong>de</strong> <strong>los</strong> <strong>de</strong> más alta jerarquía.... Tras el<strong>los</strong> iba<br />

el monarca.... Francisco I iba en esa ocasión <strong>de</strong>spojado <strong>de</strong> su corona y <strong>de</strong> su manto real." Con "la cabeza<br />

<strong>de</strong>scubierta y la vista hacia el suelo, llevando en su mano un cirio encendido," el rey <strong>de</strong> Francia se<br />

presentó en público, "como penitente." —Id., cap. 21. Se inclinaba ante cada altar, humillándose, no <strong>por</strong><br />

<strong>los</strong> pecados que manchaban su alma, ni <strong>por</strong> la sangre inocente que habían <strong>de</strong>rramado sus manos, sino<br />

<strong>por</strong> el pecado mortal <strong>de</strong> sus súbditos que se habían atrevido a con<strong>de</strong>nar la misa. Cerraban la marcha la<br />

reina y <strong>los</strong> dignatarios <strong>de</strong>l estado, que iban también <strong>de</strong> dos en dos llevando en sus manos antorchas<br />

encendidas.<br />

Como parte <strong>de</strong>l programa <strong>de</strong> aquel día, el monarca mismo dirigió un discurso a <strong>los</strong> dignatarios <strong>de</strong>l<br />

reino en la vasta sala <strong>de</strong>l palacio episcopal. Se presentó ante el<strong>los</strong> con aspecto triste, y con conmovedora<br />

elocuencia, lamentó el "crimen, la blasfemia, y el día <strong>de</strong> luto y <strong>de</strong> <strong>de</strong>sgracia" que habían sobrevenido a<br />

toda la nación. Instó a todos sus leales súbditos a que cooperasen en la extirpación <strong>de</strong> la herejía que<br />

amenazaba arruinar a Francia. "Tan cierto, señores, como que soy vuestro rey —<strong>de</strong>claró,— si yo supiese<br />

que uno <strong>de</strong> mis miembros estuviese contaminado <strong>por</strong> esta asquerosa podredumbre, os lo entregaría para<br />

que fuese cortado <strong>por</strong> vosotros.... Y aun más, si viera a uno <strong>de</strong> mis hijos contaminado <strong>por</strong> ella, no lo<br />

toleraría, sino que lo entregaría yo mismo y lo sacrificaría a Dios." Las lágrimas le ahogaron la voz y la<br />

asamblea entera lloró, exclamando unánimemente: "¡Viviremos y moriremos en la religión católica!" —<br />

D'Aubigné, Histoire <strong>de</strong> la Réformation au temps <strong>de</strong> Calvin, lib. 4, cap. 12. Terribles eran las tinieblas <strong>de</strong><br />

la nación que había rechazado la luz <strong>de</strong> la verdad. "La gracia que trae salvación" se había manifestado;<br />

pero Francia, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber comprobado su po<strong>de</strong>r y su santidad, <strong>de</strong>spués que millares <strong>de</strong> sus hijos<br />

hubieron sido alumbrados <strong>por</strong> su belleza, <strong>de</strong>spués que su radiante luz se hubo esparcido <strong>por</strong> ciuda<strong>de</strong>s y<br />

pueb<strong>los</strong>, se <strong>de</strong>svió y escogió las tinieblas en vez <strong>de</strong> la luz. Habían rehusado <strong>los</strong> franceses el don celestial<br />

cuando les fuera ofrecido. Habían llamado a lo malo bueno, y a lo bueno malo, hasta llegar a ser víctimas<br />

<strong>de</strong> su propio engaño. Y ahora, aunque creyeran <strong>de</strong> todo corazón que servían a Dios persiguiendo a su<br />

pueblo, su sinceridad no <strong>los</strong> <strong>de</strong>jaba sin culpa. Habían rechazado precisamente aquella luz que <strong>los</strong> hubiera<br />

salvado <strong>de</strong>l engaño y librado sus almas <strong>de</strong>l pecado <strong>de</strong> <strong>de</strong>rramar sangre.<br />

Se juró solemnemente en la gran catedral que se extirparía la herejía, y en aquel mismo lugar, tres<br />

sig<strong>los</strong> más tar<strong>de</strong> iba a ser entronizada la "diosa razón" <strong>por</strong> un pueblo que se había olvidado <strong>de</strong>l Dios<br />

viviente. Volvióse a formar la procesión y <strong>los</strong> representantes <strong>de</strong> Francia se marcharon dispuestos a dar<br />

principio a la obra que habían jurado llevar a cabo. "De trecho en trecho, a lo largo <strong>de</strong>l camino, se habían<br />

preparado hogueras para quemar vivos a ciertos cristianos protestantes, y las cosas estaban arregladas<br />

<strong>de</strong> modo que cuando se encendieran aquéllas al acercarse el rey, <strong>de</strong>bía <strong>de</strong>tenerse la procesión para<br />

presenciar la ejecución." —Wylie, lib. 13, cap. 21. Los <strong>de</strong>talles <strong>de</strong> <strong>los</strong> tormentos que sufrieron estos<br />

confesores <strong>de</strong> Cristo, no son para <strong>de</strong>scritos; pero no hubo <strong>de</strong>sfallecimiento en las víctimas. Al ser instado<br />

uno <strong>de</strong> esos hombres para que se retractase, dijo: "Yo sólo creo en lo que <strong>los</strong> profetas y apóstoles<br />

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