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El Conflicto de los Siglos por Elena de White [Nueva Ed.]

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

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<strong>El</strong> <strong>Conflicto</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> Sig<strong>los</strong><br />

Que ciertos hombres hayan sido poseídos <strong>por</strong> <strong>de</strong>monios está claramente expresado en el Nuevo<br />

Testamento. Las personas afligidas <strong>de</strong> tal suerte no sufrían únicamente <strong>de</strong> enfermeda<strong>de</strong>s cuyas causas<br />

eran naturales. Cristo tenía conocimiento perfecto <strong>de</strong> aquello con que tenía que habérselas, y reconocía<br />

la presencia y acción directas <strong>de</strong> <strong>los</strong> espíritus ma<strong>los</strong>. Ejemplo sorpren<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> su número, po<strong>de</strong>r y<br />

malignidad, como también <strong>de</strong>l po<strong>de</strong>r misericordioso <strong>de</strong> Cristo, lo encontramos en el relato <strong>de</strong> la curación<br />

<strong>de</strong> <strong>los</strong> en<strong>de</strong>moniados <strong>de</strong> Gádara. Aquel<strong>los</strong> pobres <strong>de</strong>saforados, que burlaban toda restricción y se<br />

retorcían, echando espumarajos <strong>por</strong> la boca, enfurecidos, llenaban el aire con sus gritos, se maltrataban<br />

y ponían en peligro a cuantos se acercaban a el<strong>los</strong>. Sus cuerpos cubiertos <strong>de</strong> sangre y <strong>de</strong>sfigurados, sus<br />

mentes extraviadas, presentaban un espectáculo <strong>de</strong> <strong>los</strong> más agradables para el príncipe <strong>de</strong> las tinieblas.<br />

Uno <strong>de</strong> <strong>los</strong> <strong>de</strong>monios que dominaba a <strong>los</strong> enfermos, <strong>de</strong>claró: "Legión me llamo; <strong>por</strong>que somos muchos."<br />

(S. Marcos 5: 9.) En el ejército romano una legión se componía <strong>de</strong> tres a cinco mil hombres. Las huestes<br />

<strong>de</strong> Satanás están también organizadas en compañías, y la compañía a la cual pertenecían estos <strong>de</strong>monios<br />

correspondía ella sola en número <strong>por</strong> lo menos a una legión.<br />

Al mandato <strong>de</strong> Jesús, <strong>los</strong> espíritus malignos abandonaron sus víctimas, <strong>de</strong>jándolas sentadas en<br />

calma a <strong>los</strong> pies <strong>de</strong>l Señor, sumisas, inteligentes y afables. Pero a <strong>los</strong> <strong>de</strong>monios se les permitió <strong>de</strong>speñar<br />

una manada <strong>de</strong> cerdos en el mar; y <strong>los</strong> habitantes <strong>de</strong> Gádara, estimando <strong>de</strong> más valor sus puercos que las<br />

bendiciones que Dios había concedido, rogaron al divino Médico que se alejara. Tal era el resultado que<br />

Satanás <strong>de</strong>seaba conseguir. Echando la culpa <strong>de</strong> la pérdida sobre Jesús, <strong>de</strong>spertó <strong>los</strong> temores egoístas <strong>de</strong>l<br />

pueblo, y les impidió escuchar sus palabras. Satanás acusa continuamente a <strong>los</strong> cristianos <strong>de</strong> ser causa<br />

<strong>de</strong> pérdidas, <strong>de</strong>sgracias y pa<strong>de</strong>cimientos, en lugar <strong>de</strong> <strong>de</strong>jar recaer el oprobio sobre quienes lo merecen,<br />

es <strong>de</strong>cir, sobre sí mismo y sus agentes.<br />

Pero <strong>los</strong> propósitos <strong>de</strong> Cristo no quedaron frustrados. Permitió a <strong>los</strong> espíritus malignos que<br />

<strong>de</strong>struyesen la manada <strong>de</strong> cerdos, como censura contra aquel<strong>los</strong> judíos que, <strong>por</strong> amor al lucro, criaban<br />

esos animales inmundos. Si Cristo no hubiese contenido a <strong>los</strong> <strong>de</strong>monios, habrían precipitado al mar no<br />

sólo <strong>los</strong> cerdos sino también a <strong>los</strong> dueños y <strong>por</strong>queros. La inmunidad <strong>de</strong> éstos fue tan sólo <strong>de</strong>bida a la<br />

intervención misericordiosa <strong>de</strong> Jesús. Por otra parte, el suceso fue permitido para que <strong>los</strong> discípu<strong>los</strong><br />

viesen el po<strong>de</strong>r malévolo <strong>de</strong> Satanás sobre hombres y animales, pues quería que sus discípu<strong>los</strong><br />

conociesen al enemigo al que iban a afrontar, para que no fuesen engañados y vencidos <strong>por</strong> sus artificios.<br />

Quería, a<strong>de</strong>más, que el pueblo <strong>de</strong> aquella región viese que él, Jesús, tenía el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> romper las ligaduras<br />

<strong>de</strong> Satanás y libertar a sus cautivos. Y aunque Jesús se alejó, <strong>los</strong> hombres tan milagrosamente libertados<br />

quedaron para proclamar la misericordia <strong>de</strong> su Bienhechor.<br />

Las Escrituras encierran otros ejemp<strong>los</strong> semejantes. La hija <strong>de</strong> la mujer sirofenicia estaba<br />

atormentada <strong>de</strong> un <strong>de</strong>monio al que Jesús echó fuera <strong>por</strong> su palabra. (S. Marcos 7:26-30.) "Un<br />

en<strong>de</strong>moniado, ciego y mudo" (S. Mateo 12: 22); un joven que tenía un espíritu mudo, que a menudo le<br />

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