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El Conflicto de los Siglos por Elena de White [Nueva Ed.]

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

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<strong>El</strong> <strong>Conflicto</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> Sig<strong>los</strong><br />

Hasta aquí cada uno <strong>de</strong> <strong>los</strong> <strong>de</strong>talles <strong>de</strong> las profecías se ha cumplido <strong>de</strong> una manera sorpren<strong>de</strong>nte,<br />

y el principio <strong>de</strong> las setenta semanas queda establecido irrefutablemente en el año 457 ant. <strong>de</strong> J.C. y su<br />

fin en el año 34 <strong>de</strong> J.C. Partiendo <strong>de</strong> esta fecha no es difícil encontrar el término <strong>de</strong> <strong>los</strong> 2.300 días. Las<br />

setenta semanas —490 días— <strong>de</strong>scontadas <strong>de</strong> <strong>los</strong> 2.300 días, quedaban 1810 días. Concluidos las 490<br />

días, quedaban aún <strong>por</strong> cumplirse <strong>los</strong> 1810 días. Contando <strong>de</strong>s<strong>de</strong> 34 <strong>de</strong> J.C., <strong>los</strong> 1810 años alcanzan al<br />

año 1844. Por consiguiente <strong>los</strong> 2.300 días <strong>de</strong> Daniel 8:14 terminaron en 1844. Al fin <strong>de</strong> este gran período<br />

profético, según el testimonio <strong>de</strong>l ángel <strong>de</strong> Dios, "el santuario" <strong>de</strong>bía ser "purificado." De este modo la<br />

fecha <strong>de</strong> la purificación <strong>de</strong>l santuario —la cual se creía casi universalmente que se verificaría en el<br />

segundo advenimiento <strong>de</strong> Cristo— quedó <strong>de</strong>finitivamente establecida. Miller y sus colaboradores<br />

creyeron primero que <strong>los</strong> 2.300 días terminarían en la primavera <strong>de</strong> 1844, mientras que la profecía señala<br />

el otoño <strong>de</strong> ese mismo año. (Véase el diagrama y el Apéndice.)<br />

La mala inteligencia <strong>de</strong> este punto fue causa <strong>de</strong> <strong>de</strong>sengaño y perplejidad para <strong>los</strong> que habían fijado<br />

para la primavera <strong>de</strong> dicho año el tiempo <strong>de</strong> la venida <strong>de</strong>l Señor. Pero esto no afectó en lo más mínimo<br />

la fuerza <strong>de</strong> la argumentación que <strong>de</strong>muestra que <strong>los</strong> 2.300 días terminaron en el año 1844 y que el gran<br />

acontecimiento representado <strong>por</strong> la purificación <strong>de</strong>l santuario <strong>de</strong>bía verificarse entonces. Al empezar a<br />

estudiar las Sagradas Escrituras como lo hizo, para probar que son una revelación <strong>de</strong> Dios, Miller no<br />

tenía la menor i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que llegaría a la conclusión a que había llegado. Apenas podía él mismo creer en<br />

<strong>los</strong> resultados <strong>de</strong> su investigación. Pero las pruebas <strong>de</strong> la Santa Escritura eran <strong>de</strong>masiado evi<strong>de</strong>ntes y<br />

concluyentes para rechazarlas.<br />

Había <strong>de</strong>dicado dos años al estudio <strong>de</strong> la Biblia, cuando, en 1818, llegó a tener la solemne<br />

convicción <strong>de</strong> que unos veinticinco años <strong>de</strong>spués aparecería Cristo para redimir a su pueblo. No necesito<br />

hablar —dice Miller— <strong>de</strong>l gozo que llenó mi corazón ante tan embelesadora perspectiva, ni <strong>de</strong> <strong>los</strong><br />

ardientes anhe<strong>los</strong> <strong>de</strong> mi alma para participar <strong>de</strong>l júbilo <strong>de</strong> <strong>los</strong> redimidos. La Biblia fue para mí entonces<br />

un libro nuevo. Era esto en verdad una fiesta <strong>de</strong> la razón; todo lo que para mí había sido sombrío, místico<br />

u obscuro en sus enseñanzas, había <strong>de</strong>saparecido <strong>de</strong> mi mente ante la clara luz que brotaba <strong>de</strong> sus<br />

sagradas páginas; y ¡oh! ¡cuán brillante y gloriosa aparecía la verdad! Todas las contradicciones y<br />

disonancias que había encontrado antes en la Palabra <strong>de</strong>saparecieron; y si bien quedaban muchas partes<br />

que no comprendía <strong>de</strong>l todo, era tanta la luz que <strong>de</strong> las Escrituras manaba para alumbrar mi inteligencia<br />

obscurecida, que al estudiarlas sentía un <strong>de</strong>leite que nunca antes me hubiera figurado que podría sacar<br />

<strong>de</strong> sus enseñanzas. —Bliss, págs. 76, 77.<br />

"Solemnemente convencido <strong>de</strong> que las Santas Escrituras anunciaban el cumplimiento <strong>de</strong> tan<br />

im<strong>por</strong>tantes acontecimientos en tan corto espacio <strong>de</strong> tiempo, surgió con fuerza en mi alma la cuestión<br />

<strong>de</strong> saber cuál era mi <strong>de</strong>ber para con el mundo, en vista <strong>de</strong> la evi<strong>de</strong>ncia que había conmovido mi propio<br />

espíritu." —Id., pág. 81. No pudo menos que sentir que era <strong>de</strong>ber suyo impartir a otros la luz que había<br />

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