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El Conflicto de los Siglos por Elena de White [Nueva Ed.]

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

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<strong>El</strong> <strong>Conflicto</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> Sig<strong>los</strong><br />

las preciosas verda<strong>de</strong>s que encontraba en ella. En 1512, antes que Lutero y Zuinglio empezaran la obra<br />

<strong>de</strong> la Reforma, escribía Lefevre: "Dios es el que da, <strong>por</strong> la fe, la justicia, que <strong>por</strong> gracia nos justifica para<br />

la vida eterna."— Wylie, lib. 13, cap. 1. Refiriéndose a <strong>los</strong> misterios <strong>de</strong> la re<strong>de</strong>nción, exclamaba: "¡Oh<br />

gran<strong>de</strong>za in<strong>de</strong>cible <strong>de</strong> este cambio: el Inocente es con<strong>de</strong>nado, y el culpable queda libre; el que bendice<br />

carga con la maldición, y la maldición se vuelve bendición; la Vida muere, y <strong>los</strong> muertos viven; la Gloria<br />

es envuelta en tinieblas, y el que no conocía más que confusión <strong>de</strong> rostro, es revestido <strong>de</strong> gloria!" —<br />

D'Aubigné, lib. 12, cap. 2. Y al <strong>de</strong>clarar que la gloria <strong>de</strong> la salvación pertenece sólo a Dios, <strong>de</strong>claraba<br />

también que al hombre le incumbe el <strong>de</strong>ber <strong>de</strong> obe<strong>de</strong>cer. Decía: "Si eres miembro <strong>de</strong> la iglesia <strong>de</strong> Cristo,<br />

eres miembro <strong>de</strong> su cuerpo, y en tal virtud, estás lleno <strong>de</strong> la naturaleza divina.... ¡Oh! si <strong>los</strong> hombres<br />

pudiesen penetrar en este conocimiento y darse cuenta <strong>de</strong> este privilegio, ¡cuán pura, casta y santa no<br />

sería su vida y cuán <strong>de</strong>spreciable no les parecería toda la gloria <strong>de</strong> este mundo en comparación con la<br />

que está <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> el<strong>los</strong> y que el ojo carnal no pue<strong>de</strong> ver!" —Ibid.<br />

Hubo algunos, entre <strong>los</strong> discípu<strong>los</strong> <strong>de</strong> Lefevre, que escuchaban con ansia sus palabras, y que<br />

mucho <strong>de</strong>spués que fuese acallada la voz <strong>de</strong>l maestro, iban a seguir predicando la verdad. Uno <strong>de</strong> el<strong>los</strong><br />

fue Guillermo Farel. Era hijo <strong>de</strong> padres piadosos y se le había enseñado a aceptar con fe implícita las<br />

enseñanzas <strong>de</strong> la iglesia. Hubiera podido <strong>de</strong>cir como Pablo: "Conforme a la más rigurosa secta <strong>de</strong> nuestra<br />

religión he vivido Fariseo." (Hechos 26: 5.) Como <strong>de</strong>voto romanista se <strong>de</strong>svelaba <strong>por</strong> concluir con todos<br />

<strong>los</strong> que se atrevían a oponerse a la iglesia. "Rechinaba <strong>los</strong> dientes —<strong>de</strong>cía él más tar<strong>de</strong>— como un lobo<br />

furioso, cuando oía que alguno hablaba contra el papa."— Wylie, lib. 13, cap. 2. Había sido incansable<br />

en la adoración <strong>de</strong> <strong>los</strong> santos, en compañía <strong>de</strong> Lefevre, haciendo juntos el jubileo circular <strong>de</strong> las iglesias<br />

<strong>de</strong> París, adorando en sus altares y adornando con ofrendas <strong>los</strong> santos relicarios. Pero estas observancias<br />

no podían infundir paz a su alma. Todos <strong>los</strong> actos <strong>de</strong> penitencia que practicaba no podían borrar la<br />

profunda convicción <strong>de</strong> pecado que pesaba sobre él. Oyó como una voz <strong>de</strong>l cielo las palabras <strong>de</strong>l<br />

reformador: "La salvación es <strong>por</strong> gracia." "<strong>El</strong> Inocente es con<strong>de</strong>nado, y el culpable queda libre." "Es sólo<br />

la cruz <strong>de</strong> Cristo la que abre las puertas <strong>de</strong>l cielo, y la que cierra las <strong>de</strong>l infierno." —Ibid. Farel aceptó<br />

gozoso la verdad. Por medio <strong>de</strong> una conversión parecida a la <strong>de</strong> Pablo, salió <strong>de</strong> la esclavitud <strong>de</strong> la<br />

tradición y llegó a la libertad <strong>de</strong> <strong>los</strong> hijos <strong>de</strong> Dios. "En vez <strong>de</strong>l sanguinario corazón <strong>de</strong> lobo hambriento,"<br />

tuvo, al convertirse, dice él, "la mansedumbre <strong>de</strong> un humil<strong>de</strong> e inofensivo cor<strong>de</strong>ro, libre ya el corazón<br />

<strong>de</strong> toda influencia papista, y entregado a Jesucristo." —D'Aubigné, lib. 12, cap. 3.<br />

Entre tanto que Lefevre continuaba esparciendo entre <strong>los</strong> estudiantes la luz divina, Farel, tan<br />

ce<strong>los</strong>o en la causa <strong>de</strong> Cristo como lo había sido en la <strong>de</strong>l papa, se dispuso a predicar la verdad en público.<br />

Un dignatario <strong>de</strong> la iglesia, el obispo <strong>de</strong> Meaux, no tardó en unirse con el<strong>los</strong>. Otros maestros que<br />

<strong>de</strong>scollaban <strong>por</strong> su capacidad y talento, se adhirieron a su propagación <strong>de</strong>l Evangelio, y éste ganó<br />

adherentes entre todas las clases sociales, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> <strong>los</strong> humil<strong>de</strong>s hogares <strong>de</strong> <strong>los</strong> artesanos y campesinos<br />

hasta el mismo palacio <strong>de</strong>l rey. La hermana <strong>de</strong> Francisco I, que era entonces el monarca reinante, abrazó<br />

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