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El Conflicto de los Siglos por Elena de White [Nueva Ed.]

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

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<strong>El</strong> <strong>Conflicto</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> Sig<strong>los</strong><br />

hombres que él había suscitado para suce<strong>de</strong>r a Lutero, el protestantismo no fue vencido. Esto no se <strong>de</strong>bió<br />

al favor ni a las armas <strong>de</strong> <strong>los</strong> príncipes.<br />

Los países más pequeños, las naciones más humil<strong>de</strong>s e insignificantes, fueron sus baluartes. La<br />

pequeña Ginebra, a la que ro<strong>de</strong>aban po<strong>de</strong>rosos enemigos que tramaban su <strong>de</strong>strucción; Holanda en sus<br />

bancos <strong>de</strong> arena <strong>de</strong>l Mar <strong>de</strong>l Norte, que luchaba contra la tiranía <strong>de</strong> España, el más gran<strong>de</strong> y el más<br />

opulento <strong>de</strong> <strong>los</strong> reinos <strong>de</strong> aquel tiempo; la glacial y estéril Suecia, ésas fueron las que ganaron victorias<br />

para la Reforma. Calvino trabajó en Ginebra <strong>por</strong> cerca <strong>de</strong> treinta años; primero para establecer una iglesia<br />

que se adhiriese a la moralidad <strong>de</strong> la Biblia, y <strong>de</strong>spués para fomentar el movimiento <strong>de</strong> la Reforma <strong>por</strong><br />

toda Europa. Su carrera como caudillo público no fue inmaculada, ni sus doctrinas estuvieron exentas<br />

<strong>de</strong> error. Pero así y todo fue el instrumento que sirvió para dar a conocer verda<strong>de</strong>s especialmente<br />

im<strong>por</strong>tantes en su época, y para mantener <strong>los</strong> principios <strong>de</strong>l protestantismo, <strong>de</strong>fendiéndo<strong>los</strong> contra la ola<br />

creciente <strong>de</strong>l papismo, así como para instituir en las iglesias reformadas la sencillez y la pureza <strong>de</strong> vida<br />

en lugar <strong>de</strong> la corrupción y el orgullo fomentados <strong>por</strong> las enseñanzas <strong>de</strong>l romanismo.<br />

De Ginebra salían publicaciones y maestros que esparcían las doctrinas reformadas. Y a ella<br />

acudían <strong>los</strong> perseguidos <strong>de</strong> todas partes, en busca <strong>de</strong> instrucción, <strong>de</strong> consejo y <strong>de</strong> aliento. La ciudad <strong>de</strong><br />

Calvino se convirtió en refugio para <strong>los</strong> reformadores que en toda la Europa occi<strong>de</strong>ntal eran objeto <strong>de</strong><br />

persecución. Huyendo <strong>de</strong> las tremendas tempesta<strong>de</strong>s que siguieron <strong>de</strong>senca<strong>de</strong>nándose <strong>por</strong> varios sig<strong>los</strong>,<br />

<strong>los</strong> fugitivos llegaban a las puertas <strong>de</strong> Ginebra. Desfallecientes <strong>de</strong> hambre, heridos, expulsados <strong>de</strong> sus<br />

hogares, separados <strong>de</strong> <strong>los</strong> suyos, eran recibidos con amor y se les cuidaba con ternura; y hallando allí un<br />

hogar, eran una bendición para aquella su ciudad adoptiva, <strong>por</strong> su talento, su sabiduría y su piedad.<br />

Muchos <strong>de</strong> <strong>los</strong> que se refugiaron allí regresaron a sus propias tierras para combatir la tiranía <strong>de</strong> Roma.<br />

Juan Knox, el valiente reformador <strong>de</strong> Escocia, no pocos <strong>de</strong> <strong>los</strong> puritanos ingleses, <strong>los</strong> protestantes <strong>de</strong><br />

Holanda y <strong>de</strong> España y <strong>los</strong> hugonotes <strong>de</strong> Francia, llevaron <strong>de</strong> Ginebra la antorcha <strong>de</strong> la verdad con que<br />

<strong>de</strong>svanecer las tinieblas en sus propios países.<br />

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