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El Conflicto de los Siglos por Elena de White [Nueva Ed.]

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

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<strong>El</strong> <strong>Conflicto</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> Sig<strong>los</strong><br />

divina en la corte <strong>de</strong> un rey pagano, o en momentos en que iba a ser presa <strong>de</strong> <strong>los</strong> leones; a San Pedro,<br />

con<strong>de</strong>nado a muerte en la cárcel <strong>de</strong> Hero<strong>de</strong>s; a <strong>los</strong> presos <strong>de</strong> Filipos; a San Pablo y a sus compañeros,<br />

en la noche tempestuosa en el mar; a Cornelio, para hacerle compren<strong>de</strong>r el Evangelio, a San Pedro, para<br />

mandarlo con el mensaje <strong>de</strong> salvación al extranjero gentil. Así fue como, en todas las eda<strong>de</strong>s, <strong>los</strong> santos<br />

ángeles ejercieron su ministerio en beneficio <strong>de</strong>l pueblo <strong>de</strong> Dios. Cada discípulo <strong>de</strong> Cristo tiene su ángel<br />

guardián respectivo. Estos centinelas celestiales protegen a <strong>los</strong> justos <strong>de</strong>l po<strong>de</strong>r <strong>de</strong>l maligno. Así lo<br />

reconoció el mismo Satanás cuando dijo: "Teme Job a Dios <strong>de</strong> bal<strong>de</strong>? ¿No le has tu cercado a él y a su<br />

casa, y a todo lo que tiene en <strong>de</strong>rredor" (Job 1: 9, 10.) <strong>El</strong> medio <strong>de</strong> que Dios se vale para proteger a su<br />

pueblo está indicado en las palabras <strong>de</strong>l salmista: "<strong>El</strong> ángel <strong>de</strong> Jehová acampa en <strong>de</strong>rredor <strong>de</strong> <strong>los</strong> que le<br />

temen, y <strong>los</strong> <strong>de</strong>fien<strong>de</strong>." (Salmo 34: 7.) Hablando <strong>de</strong> <strong>los</strong> que creen en él, el Salvador dijo: "Mirad no<br />

tengáis en poco a alguno <strong>de</strong> estos pequeños; <strong>por</strong>que os digo que sus ángeles en <strong>los</strong> cie<strong>los</strong> ven siempre la<br />

faz <strong>de</strong> mi Padre." (S. Mateo 18: 10.) Los ángeles encargados <strong>de</strong> aten<strong>de</strong>r a <strong>los</strong> hijos <strong>de</strong> Dios tienen: a toda<br />

hora acceso cerca <strong>de</strong> él.<br />

Así que, aunque expuesto al po<strong>de</strong>r engañoso y a la continua malicia <strong>de</strong>l príncipe <strong>de</strong> las tinieblas<br />

y en conflicto con todas las fuerzas <strong>de</strong>l mal, el pueblo <strong>de</strong> Dios tiene siempre asegurada la protección <strong>de</strong><br />

<strong>los</strong> ángeles <strong>de</strong>l cielo. Y esta protección no es superflua. Si Dios concedió a sus hijos su gracia y su<br />

amparo, es <strong>por</strong>que <strong>de</strong>ben hacer frente a las temibles potesta<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l mal, potesta<strong>de</strong>s múltiples, audaces e<br />

incansables, cuya malignidad y po<strong>de</strong>r nadie pue<strong>de</strong> ignorar o <strong>de</strong>spreciar impunemente. Los espíritus<br />

ma<strong>los</strong>, creados en un principio sin pecado, eran iguales, <strong>por</strong> naturaleza, po<strong>de</strong>r y gloria, a <strong>los</strong> seres santos<br />

que son ahora mensajeros <strong>de</strong> Dios. Pero una vez caídos <strong>por</strong> el pecado, se coligaron para <strong>de</strong>shonrar a<br />

Dios y acabar, con <strong>los</strong> hombres. Unidos con Satanás en su rebeldía y arrojados <strong>de</strong>l cielo con él, han sido<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces, en el curso <strong>de</strong> <strong>los</strong> sig<strong>los</strong>, sus cómplices en la guerra empezada contra la autoridad divina.<br />

Las Sagradas Escrituras nos hablan <strong>de</strong> su unión y <strong>de</strong> su gobierno <strong>de</strong> sus diversas ór<strong>de</strong>nes, <strong>de</strong> su<br />

inteligencia y astucia, como también <strong>de</strong> sus propósitos malévo<strong>los</strong> contra la paz y la felicidad <strong>de</strong> <strong>los</strong><br />

hombres.<br />

La historia <strong>de</strong>l Antiguo Testamento menciona a veces su existencia y su actuación pero fue durante<br />

el tiempo que Cristo estuvo en la tierra cuando <strong>los</strong> espíritus ma<strong>los</strong> dieron las más sorpren<strong>de</strong>ntes pruebas<br />

<strong>de</strong> su po<strong>de</strong>r. Cristo había venido para cumplir el plan i<strong>de</strong>ado para la re<strong>de</strong>nción <strong>de</strong>l hombre, y Satanás<br />

resolvió afirmar su <strong>de</strong>recho para gobernar al mundo. Había logrado implantar la idolatría en toda la tierra,<br />

menos en Palestina. Cristo vino a <strong>de</strong>rramar la luz <strong>de</strong>l cielo sobre el único país que no se había sometido<br />

al yugo <strong>de</strong>l tentador. Dos po<strong>de</strong>res rivales pretendían la supremacía. Jesús extendía sus brazos <strong>de</strong> amor,<br />

invitando a todos <strong>los</strong> que querían encontrar en él perdón y paz. Las huestes <strong>de</strong> las tinieblas vieron que<br />

no poseían un po<strong>de</strong>r ilimitado, y comprendieron, que si la misión <strong>de</strong> Cristo tenía éxito , pronto terminaría<br />

su reinado. Satanás se enfureció como león enca<strong>de</strong>nado y <strong>de</strong>splegó atrevidamente sus po<strong>de</strong>res tanto<br />

sobre <strong>los</strong> cuerpos como sobre las almas <strong>de</strong> <strong>los</strong> hombres.<br />

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