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El Conflicto de los Siglos por Elena de White [Nueva Ed.]

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

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<strong>El</strong> <strong>Conflicto</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> Sig<strong>los</strong><br />

proclamado la proximidad <strong>de</strong>l juicio, consi<strong>de</strong>raban que habían terminado su labor para el mundo, y no<br />

sentían más la obligación <strong>de</strong> trabajar <strong>por</strong> la salvación <strong>de</strong> <strong>los</strong> pecadores, en tanto que las mofas atrevidas<br />

y blasfemas <strong>de</strong> <strong>los</strong> impíos les parecían una evi<strong>de</strong>ncia adicional <strong>de</strong> que el Espíritu <strong>de</strong> Dios se había<br />

retirado <strong>de</strong> <strong>los</strong> que rechazaran su misericordia.<br />

Todo esto les confirmaba en la creencia <strong>de</strong> que el tiempo <strong>de</strong> gracia había terminado, o, como<br />

<strong>de</strong>cían el<strong>los</strong> entonces, que "la puerta <strong>de</strong> la misericordia estaba cerrada." Pero una luz más viva surgió<br />

<strong>de</strong>l estudio <strong>de</strong> la cuestión <strong>de</strong>l santuario. Vieron entonces que tenían razón al creer que el fin <strong>de</strong> <strong>los</strong> 2.300<br />

días, en 1844, había marcado una crisis im<strong>por</strong>tante. Pero si bien era cierto que se había cerrado la puerta<br />

<strong>de</strong> esperanza y <strong>de</strong> gracia <strong>por</strong> la cual <strong>los</strong> hombres habían encontrado durante mil ochocientos años acceso<br />

a Dios, otra puerta se les abría, y el perdón <strong>de</strong> <strong>los</strong> pecados era ofrecido a <strong>los</strong> hombres <strong>por</strong> la intercesión<br />

<strong>de</strong> Cristo en el lugar santísimo. Una parte <strong>de</strong> su obra había terminado tan sólo para dar lugar a otra.<br />

Había aún una "puerta abierta" para entrar en el santuario celestial don<strong>de</strong> Cristo oficiaba en favor <strong>de</strong>l<br />

pecador. Entonces comprendieron la aplicación <strong>de</strong> las palabras que Cristo dirigió en el Apocalipsis a la<br />

iglesia correspondiente al tiempo en que el<strong>los</strong> mismos vivían: "Estas cosas dice el que es santo, el que<br />

es veraz, el que tiene la llave <strong>de</strong> David, el que abre, y ninguno cierra, y cierra, y ninguno abre: Yo<br />

conozco tus obras: he aquí he puesto <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> ti una puerta abierta, la cual nadie podrá cerrar."<br />

(Apocalipsis 3: 7, 8, V.M.)<br />

Son <strong>los</strong> que <strong>por</strong> fe siguen a Jesús en su gran obra <strong>de</strong> expiación, quienes reciben <strong>los</strong> beneficios <strong>de</strong><br />

su mediación <strong>por</strong> el<strong>los</strong>, mientras que a <strong>los</strong> que rechazan la luz que pone a la vista este ministerio, no les<br />

beneficia. Los judíos que rechazaron la luz concedida en el tiempo <strong>de</strong>l primer advenimiento <strong>de</strong> Cristo, y<br />

se negaron a creer en él como Salvador <strong>de</strong>l mundo, no podían ser perdonados <strong>por</strong> intermedio <strong>de</strong> él.<br />

Cuando en la ascensión Jesús entró <strong>por</strong> su propia sangre en el santuario celestial para <strong>de</strong>rramar sobre sus<br />

discípu<strong>los</strong> las bendiciones <strong>de</strong> su mediación, <strong>los</strong> judíos fueron <strong>de</strong>jados en obscuridad completa y siguieron<br />

con sus sacrificios y ofrendas inútiles. Había cesado el ministerio <strong>de</strong> símbo<strong>los</strong> y sombras. La puerta <strong>por</strong><br />

la cual <strong>los</strong> hombres habían encontrado antes acceso cerca <strong>de</strong> Dios, no estaba más abierta. Los judíos se<br />

habían negado a buscarle <strong>de</strong> la sola manera en que podía ser encontrado entonces, <strong>por</strong> el sacerdocio en<br />

el santuario <strong>de</strong>l cielo. No encontraban <strong>por</strong> consiguiente comunión con Dios. La puerta estaba cerrada<br />

para el<strong>los</strong>. No conocían a Cristo como verda<strong>de</strong>ro sacrificio y único mediador ante Dios; <strong>de</strong> ahí que no<br />

pudiesen recibir <strong>los</strong> beneficios <strong>de</strong> su mediación. La condición <strong>de</strong> <strong>los</strong> judíos incrédu<strong>los</strong> ilustra el estado<br />

<strong>de</strong> <strong>los</strong> indiferentes e incrédu<strong>los</strong> entre <strong>los</strong> profesos cristianos, que <strong>de</strong>sconocen voluntariamente la obra <strong>de</strong><br />

nuestro misericordioso Sumo Sacerdote. En el servicio típico, cuando el sumo sacerdote entraba en el<br />

lugar santísimo, todos <strong>los</strong> hijos <strong>de</strong> Israel <strong>de</strong>bían reunirse cerca <strong>de</strong>l santuario y humillar sus almas <strong>de</strong>l<br />

modo más solemne ante Dios, a fin <strong>de</strong> recibir el perdón <strong>de</strong> sus pecados y no ser separados <strong>de</strong> la<br />

congregación. ¡Cuánto más esencial es que en nuestra época antitípica <strong>de</strong> la expiación comprendamos<br />

la obra <strong>de</strong> nuestro Sumo Sacerdote, y sepamos qué <strong>de</strong>beres nos incumben!<br />

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