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El Conflicto de los Siglos por Elena de White [Nueva Ed.]

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

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<strong>El</strong> <strong>Conflicto</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> Sig<strong>los</strong><br />

Ya se había <strong>de</strong>spertado el interés <strong>de</strong> <strong>los</strong> que escuchaban las verda<strong>de</strong>s que él enseñaba, y el pueblo<br />

se reunía en gran número a oír la predicación. Muchos que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hacía tiempo habían <strong>de</strong>jado <strong>de</strong> asistir<br />

a <strong>los</strong> oficios, se hallaban ahora entre sus oyentes. Inició Zuinglio su ministerio abriendo <strong>los</strong> Evangelios<br />

y leyendo y explicando a sus oyentes la inspirada narración <strong>de</strong> la vida, doctrina y muerte <strong>de</strong> Cristo. En<br />

Zurich, como en Einsie<strong>de</strong>ln, presentó la Palabra <strong>de</strong> Dios como la única autoridad infalible, y expuso la<br />

muerte <strong>de</strong> Cristo como el solo sacrificio completo. "Es a Jesucristo —dijo— a quien <strong>de</strong>seo conduciros;<br />

a Jesucristo, verda<strong>de</strong>ro manantial <strong>de</strong> salud."— Ibid. En torno <strong>de</strong>l predicador se reunían multitu<strong>de</strong>s <strong>de</strong><br />

personas <strong>de</strong> todas las clases sociales, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> <strong>los</strong> estadistas y <strong>los</strong> estudiantes, hasta <strong>los</strong> artesanos y <strong>los</strong><br />

campesinos. Escuchaban sus palabras con el más profundo interés. <strong>El</strong> no proclamaba tan sólo el<br />

ofrecimiento <strong>de</strong> una salvación gratuita, sino que <strong>de</strong>nunciaba sin temor <strong>los</strong> males y las corrupciones <strong>de</strong> la<br />

época. Muchos regresaban <strong>de</strong> la catedral dando alabanzas a Dios. "¡Este, <strong>de</strong>cían, es un predicador <strong>de</strong><br />

verdad! él será nuestro Moisés, para sacarnos <strong>de</strong> las tinieblas <strong>de</strong> Egipto." —Ibid.<br />

Pero, <strong>por</strong> más que al principio fuera su obra acogida con entusiasmo, vino al fin la oposición. Los<br />

frailes se propusieron estorbar su obra y con<strong>de</strong>nar sus enseñanzas. Muchos le atacaron con burlas y<br />

sátiras; otros le lanzaron insolencias y amenazas. Empero Zuinglio todo lo so<strong>por</strong>taba con paciencia,<br />

diciendo: "Si queremos convertir a Jesucristo a <strong>los</strong> ma<strong>los</strong>, es menester cerrar <strong>los</strong> ojos a muchas cosas."<br />

—ibid. Por aquel tiempo un nuevo agente vino a dar impulso a la obra <strong>de</strong> la Reforma. Un amigo <strong>de</strong> ésta<br />

mandó a Zurich a un tal Luciano que llevaba consigo varios <strong>de</strong> <strong>los</strong> escritos <strong>de</strong> Lutero. Este amigo,<br />

resi<strong>de</strong>nte en Basilea, había pensado que la venta <strong>de</strong> estos libros sería un po<strong>de</strong>roso auxiliar para la difusión<br />

<strong>de</strong> la luz. "Averiguad —dijo a Zuinglio en una carta— si Luciano posee bastante pru<strong>de</strong>ncia y habilidad;<br />

si así es, mandadle <strong>de</strong> villa en villa, <strong>de</strong> lugar en lugar, y aun <strong>de</strong> casa en casa entre <strong>los</strong> suizos, con <strong>los</strong><br />

escritos <strong>de</strong> Lutero, y en particular con la exposición <strong>de</strong> la oración dominical escrita para <strong>los</strong> seglares.<br />

Cuanto más conocidos sean, tantos más compradores hallarán." —ibid. De este modo se esparcieron <strong>los</strong><br />

rayos <strong>de</strong> luz.<br />

Cuando Dios se dispone a quebrantar las ca<strong>de</strong>nas <strong>de</strong> la ignorancia y <strong>de</strong> la superstición, es cuando<br />

Satanás trabaja con mayor esfuerzo para sujetar a <strong>los</strong> hombres en las tinieblas, y para apretar aun más<br />

las ataduras que <strong>los</strong> tienen sujetos. A medida que se levantaban en diferentes partes <strong>de</strong>l país hombres<br />

que presentaban al pueblo el perdón y la justificación <strong>por</strong> medio <strong>de</strong> la sangre <strong>de</strong> Cristo, Roma procedía<br />

con nueva energía a abrir su comercio <strong>por</strong> toda la cristiandad, ofreciendo el perdón a cambio <strong>de</strong> dinero.<br />

Cada pecado tenía su precio, y se otorgaba a <strong>los</strong> hombres licencia para cometer crímenes, con tal que<br />

abundase el dinero en la tesorería <strong>de</strong> la iglesia. De modo que seguían a<strong>de</strong>lante dos movimientos: uno<br />

que ofrecía el perdón <strong>de</strong> <strong>los</strong> pecados <strong>por</strong> dinero, y el otro que lo ofrecía <strong>por</strong> medio <strong>de</strong> Cristo; Roma que<br />

daba licencia para pecar, haciendo <strong>de</strong> esto un recurso para acrecentar sus rentas, y <strong>los</strong> reformadores que<br />

con<strong>de</strong>naban el pecado y señalaban a Cristo como propiciación y Re<strong>de</strong>ntor. En Alemania la venta <strong>de</strong><br />

indulgencias había sido encomendada a <strong>los</strong> domínicos y era dirigida <strong>por</strong> el infame Tetzel. En Suiza el<br />

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