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El Conflicto de los Siglos por Elena de White [Nueva Ed.]

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

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<strong>El</strong> <strong>Conflicto</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> Sig<strong>los</strong><br />

implacables. Era a<strong>de</strong>más una ofensa que Roma no podía tolerar el que se negasen a entregar las Sagradas<br />

Escrituras. Determinó raer<strong>los</strong> <strong>de</strong> la superficie <strong>de</strong> la tierra. Entonces empezaron las más terribles cruzadas<br />

contra el pueblo <strong>de</strong> Dios en sus hogares <strong>de</strong> las montañas. Lanzáronse inquisidores sobre sus huellas, y<br />

la escena <strong>de</strong>l inocente Abel cayendo ante el asesino Caín repitióse con frecuencia. Una y otra vez fueron<br />

asolados sus feraces campos, <strong>de</strong>struídas sus habitaciones y sus capillas, <strong>de</strong> modo que <strong>de</strong> lo que había<br />

sido campos florecientes y hogares <strong>de</strong> cristianos sencil<strong>los</strong> y hacendosos no quedaba más que un <strong>de</strong>sierto.<br />

Como la fiera que se enfurece más y más al probar la sangre, así se enar<strong>de</strong>cía la saña <strong>de</strong> <strong>los</strong> siervos <strong>de</strong>l<br />

papa con <strong>los</strong> sufrimientos <strong>de</strong> sus víctimas. A muchos <strong>de</strong> estos testigos <strong>de</strong> la fe pura se les perseguía <strong>por</strong><br />

las montañas y se les cazaba <strong>por</strong> <strong>los</strong> valles don<strong>de</strong> estaban escondidos, entre bosques espesos y cumbres<br />

roqueñas. Ningún cargo se le podía hacer al carácter moral <strong>de</strong> esta gente proscrita. Sus mismos enemigos<br />

la tenían <strong>por</strong> gente pacífica, sosegada y piadosa. Su gran crimen consistía en que no querían adorar a<br />

Dios conforme a la voluntad <strong>de</strong>l papa. Y <strong>por</strong> este crimen se les infligía todos <strong>los</strong> ultrajes, humillaciones<br />

y torturas que <strong>los</strong> hombres o <strong>los</strong> <strong>de</strong>monios podían inventar.<br />

Una vez que Roma resolvió exterminar la secta odiada, el papa expidió una bula en que con<strong>de</strong>naba<br />

a sus miembros como herejes y <strong>los</strong> entregaba a la matanza. (Véase el Apéndice.) No se les acusaba <strong>de</strong><br />

holgazanes, ni <strong>de</strong> <strong>de</strong>shonestos, ni <strong>de</strong> <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>nados, pero se <strong>de</strong>claró que tenían una apariencia <strong>de</strong> piedad<br />

y santidad que seducía "a las ovejas <strong>de</strong>l verda<strong>de</strong>ro rebaño." Por lo tanto el papa or<strong>de</strong>nó que si "la maligna<br />

y abominable secta <strong>de</strong> malvados," rehusaba abjurar, "fuese aplastada como serpiente venenosa." (Wylie,<br />

lib. 16, cap. 1.) ¿Esperaba este altivo potentado tener que hacer frente otra vez a estas palabras ? ¿ Sabría<br />

que se hallaban archivadas en <strong>los</strong> libros <strong>de</strong>l cielo para confundirle en el día <strong>de</strong>l juicio? "En cuanto lo<br />

hicisteis a uno <strong>de</strong> <strong>los</strong> más pequeños <strong>de</strong> éstos mis hermanos —dijo Jesús,— a mí lo hicisteis." (S. Mateo<br />

25: 40, V.M.)<br />

En aquella bula se convocaba a todos <strong>los</strong> miembros <strong>de</strong> la iglesia a participar en una cruzada contra<br />

<strong>los</strong> herejes. Como incentivo para persuadir<strong>los</strong> a que tomaran parte en tan <strong>de</strong>spiadada empresa, "absolvía<br />

<strong>de</strong> toda pena o penalidad eclesiástica, tanto general como particular, a todos <strong>los</strong> que se unieran a la<br />

cruzada, quedando <strong>de</strong> hecho libres <strong>de</strong> cualquier juramento que hubieran prestado; <strong>de</strong>claraba legítimos<br />

sus títu<strong>los</strong> sobre cualquiera propiedad que hubieran adquirido ilegalmente, y prometía la remisión <strong>de</strong><br />

todos sus pecados a aquel<strong>los</strong> que mataran a cualquier hereje. Anulaba todo contrato hecho en favor <strong>de</strong><br />

<strong>los</strong> val<strong>de</strong>nses; or<strong>de</strong>naba a <strong>los</strong> criados <strong>de</strong> éstos que <strong>los</strong> abandonasen; prohibía a todos que les prestasen<br />

ayuda <strong>de</strong> cualquiera clase y <strong>los</strong> autorizaba para tomar posesión <strong>de</strong> sus propieda<strong>de</strong>s." (Wylie, lib. 16, cap.<br />

1.) Este documento muestra a las claras qué espíritu satánico obraba <strong>de</strong>trás <strong>de</strong>l escenario; es el rugido<br />

<strong>de</strong>l dragón, y no la voz <strong>de</strong> Cristo, lo que en él se <strong>de</strong>jaba oír.<br />

Los jefes papales no quisieron conformar su carácter con el gran mo<strong>de</strong>lo dado en la ley <strong>de</strong> Dios,<br />

sino que levantaron mo<strong>de</strong>lo a su gusto y <strong>de</strong>terminaron obligar a todos a ajustarse a éste <strong>por</strong>que así lo<br />

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