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El Conflicto de los Siglos por Elena de White [Nueva Ed.]

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

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<strong>El</strong> <strong>Conflicto</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> Sig<strong>los</strong><br />

obra, las cenizas <strong>de</strong>l mártir fueron recogidas juntamente con la tierra don<strong>de</strong> estaban esparcidas y, como<br />

las <strong>de</strong> Hus, fueron arrojadas al Rin. Así murieron <strong>los</strong> fieles siervos que <strong>de</strong>rramaron la luz <strong>de</strong> Dios. Pero<br />

la luz <strong>de</strong> las verda<strong>de</strong>s que proclamaron —la luz <strong>de</strong> su heroico ejemplo— no pudo extinguirse. Antes<br />

podían <strong>los</strong> hombres intentar hacer retroce<strong>de</strong>r al sol en su carrera que apagar el alba <strong>de</strong> aquel día que<br />

vertía ya sus fulgores sobre el mundo.<br />

La ejecución <strong>de</strong> Hus había encendido llamas <strong>de</strong> indignación y horror en Bohemia. La nación<br />

entera se conmovió al reconocer que había caído víctima <strong>de</strong> la malicia <strong>de</strong> <strong>los</strong> sacerdotes y <strong>de</strong> la traición<br />

<strong>de</strong>l emperador. Se le <strong>de</strong>claró fiel maestro <strong>de</strong> la verdad, y el concilio que <strong>de</strong>cretó su muerte fue culpado<br />

<strong>de</strong>l <strong>de</strong>lito <strong>de</strong> asesinato. Como consecuencia <strong>de</strong> esto las doctrinas <strong>de</strong>l reformador llamaron más que nunca<br />

la atención. Los edictos <strong>de</strong>l papa con<strong>de</strong>naban <strong>los</strong> escritos <strong>de</strong> Wiclef a las llamas, pero las obras que<br />

habían escapado a dicha sentencia fueron sacadas <strong>de</strong> don<strong>de</strong> habían sido escondidas para estudiarlas<br />

comparándolas con la Biblia o las <strong>por</strong>ciones <strong>de</strong> ella que el pueblo podía conseguir, y muchos fueron<br />

inducidos así a aceptar la fe reformada. Los asesinos <strong>de</strong> Hus no permanecieron impasibles al ser testigos<br />

<strong>de</strong>l triunfo <strong>de</strong> la causa <strong>de</strong> aquél. <strong>El</strong> papa y el emperador se unieron para sofocar el movimiento, y <strong>los</strong><br />

ejércitos <strong>de</strong> Segismundo fueron <strong>de</strong>spachados contra Bohemia.<br />

Pero surgió un libertador. Ziska, que poco <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> empezada la guerra quedó enteramente<br />

ciego, y que fue no obstante uno <strong>de</strong> <strong>los</strong> más hábiles generales <strong>de</strong> su tiempo, era el que guiaba a <strong>los</strong><br />

bohemios. Confiando en la ayuda <strong>de</strong> Dios y en la justicia <strong>de</strong> su causa, aquel pueblo resistió a <strong>los</strong> más<br />

po<strong>de</strong>rosos ejércitos que fueron movilizados contra él. Vez tras vez el emperador, suscitando nuevos<br />

ejércitos, invadió a Bohemia, tan sólo para ser rechazado ignominiosamente. Los husitas no le tenían<br />

miedo a la muerte y nada les podía resistir. A <strong>los</strong> pocos años <strong>de</strong> empeñada la lucha, murió el valiente<br />

Ziska; pero le reemplazó Procopio, general igualmente arrojado y hábil, y en varios respectos jefe más<br />

capaz. Los enemigos <strong>de</strong> <strong>los</strong> bohemios, sabiendo que había fallecido el guerrero ciego, creyeron llegada<br />

la o<strong>por</strong>tunidad favorable para recuperar lo que habían perdido. <strong>El</strong> papa proclamó entonces una cruzada<br />

contra <strong>los</strong> husitas, y una vez más se arrojó contra Bohemia una fuerza inmensa, pero sólo para sufrir<br />

terrible <strong>de</strong>scalabro. Proclamóse otra cruzada. En todas las naciones <strong>de</strong> Europa que estaban sujetas al<br />

papa se reunió dinero, se hizo acopio <strong>de</strong> armamentos y se reclutaron hombres.<br />

Muchedumbres se reunieron bajo el estandarte <strong>de</strong>l papa con la seguridad <strong>de</strong> que al fin acabarían<br />

con <strong>los</strong> herejes husitas. Confiando en la victoria, un inmenso número <strong>de</strong> soldados invadió a Bohemia. <strong>El</strong><br />

pueblo se reunió para <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rse. Los dos ejércitos se aproximaron uno al otro, quedando separados tan<br />

sólo <strong>por</strong> un río que corría entre el<strong>los</strong>. "Los cruzados eran muy superiores en número, pero en vez <strong>de</strong><br />

arrojarse a cruzar el río y entablar batalla con <strong>los</strong> husitas a quienes habían venido a atacar <strong>de</strong>s<strong>de</strong> tan<br />

lejos, permanecieron absortos y en silencio mirando a aquel<strong>los</strong> guerreros."—Wylie, lib. 3, cap. 17.<br />

Repentinamente un terror misterioso se apo<strong>de</strong>ró <strong>de</strong> el<strong>los</strong>. Sin asestar un solo golpe, esa fuerza irresistible<br />

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