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El Conflicto de los Siglos por Elena de White [Nueva Ed.]

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

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<strong>El</strong> <strong>Conflicto</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> Sig<strong>los</strong><br />

prosperaban en la nación <strong>de</strong>caída, y gobernaban con infame tiranía sobre las iglesias y las escuelas, las<br />

cárceles y las galeras. <strong>El</strong> Evangelio hubiera dado a Francia la solución <strong>de</strong> estos problemas políticos y<br />

sociales que frustraron <strong>los</strong> propósitos <strong>de</strong> su clero, <strong>de</strong> su rey y <strong>de</strong> sus gobernantes, y arrastraron finalmente<br />

a la nación entera a la anarquía y a la ruina. Pero bajo el dominio <strong>de</strong> Roma el pueblo había perdido las<br />

benditas lecciones <strong>de</strong> sacrificio y <strong>de</strong> amor que diera el Salvador. Todos se habían apartado <strong>de</strong> la práctica<br />

<strong>de</strong> la abnegación en beneficio <strong>de</strong> <strong>los</strong> <strong>de</strong>más. Los ricos no tenían quien <strong>los</strong> reprendiera <strong>por</strong> la opresión<br />

con que trataban a <strong>los</strong> pobres, y a éstos nadie <strong>los</strong> aliviaba <strong>de</strong> su <strong>de</strong>gradación y servidumbre. <strong>El</strong> egoísmo<br />

<strong>de</strong> <strong>los</strong> ricos y <strong>de</strong> <strong>los</strong> po<strong>de</strong>rosos se hacía más y más manifiesto y avasallador. Por varios sig<strong>los</strong> el<br />

libertinaje y la ambición <strong>de</strong> <strong>los</strong> nobles habían impuesto a <strong>los</strong> campesinos extorsiones agotadoras. <strong>El</strong> rico<br />

perjudicaba al pobre y éste odiaba al rico.<br />

En muchas provincias sucedía que <strong>los</strong> nobles eran dueños <strong>de</strong>l suelo y <strong>los</strong> <strong>de</strong> las clases trabajadoras<br />

simples arrendatarios; y <strong>de</strong> este modo, el pobre estaba a merced <strong>de</strong>l rico, y se veía obligado a someterse<br />

a sus exorbitantes exigencias. La carga <strong>de</strong>l sostenimiento <strong>de</strong> la iglesia y <strong>de</strong>l estado pesaba sobre <strong>los</strong><br />

hombros <strong>de</strong> las clases media y baja <strong>de</strong>l pueblo, las cuales eran recargadas con tributos <strong>por</strong> las autorida<strong>de</strong>s<br />

civiles y <strong>por</strong> el clero. <strong>El</strong> placer <strong>de</strong> <strong>los</strong> nobles era consi<strong>de</strong>rado como ley suprema; y que el labriego y el<br />

campesino pereciesen <strong>de</strong> hambre no era para conmover a sus opresores.... En todo momento el pueblo<br />

<strong>de</strong>bía velar exclusivamente <strong>por</strong> <strong>los</strong> intereses <strong>de</strong>l propietario. Los agricultores llevaban una vida <strong>de</strong><br />

trabajo duro y continuo, y <strong>de</strong> una miseria sin alivio; y si alguna vez osaban quejarse se les trataba con<br />

insolente <strong>de</strong>sprecio. En <strong>los</strong> tribunales siempre se fallaba en favor <strong>de</strong>l noble y en contra <strong>de</strong>l campesino;<br />

<strong>los</strong> jueces aceptaban sin escrúpulo el cohecho; en virtud <strong>de</strong> este sistema <strong>de</strong> corrupción universal,<br />

cualquier capricho <strong>de</strong> la aristocracia tenía fuerza <strong>de</strong> ley. De <strong>los</strong> impuestos exigidos a la gente común <strong>por</strong><br />

<strong>los</strong> magnates seculares y <strong>por</strong> el clero, no llegaba ni la mitad al tesoro <strong>de</strong>l reino, ni al arca episcopal, pues<br />

la mayor parte <strong>de</strong> lo que cobraban lo gastaban <strong>los</strong> recaudadores en la disipación y en francachelas. Y <strong>los</strong><br />

que <strong>de</strong> esta manera <strong>de</strong>spojaban a sus consúbditos estaban libres <strong>de</strong> impuestos y con <strong>de</strong>recho <strong>por</strong> la ley o<br />

<strong>por</strong> la costumbre a ocupar todos <strong>los</strong> puestos <strong>de</strong>l gobierno. La clase privilegiada estaba formada <strong>por</strong> ciento<br />

cincuenta mil personas, y para regalar a esta gente se con<strong>de</strong>naba a millones <strong>de</strong> seres a una vida <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>gradación irremediable. (Véase el Apéndice.)<br />

La corte estaba completamente entregada a la lujuria y al libertinaje. <strong>El</strong> pueblo y sus gobernantes<br />

se veían con <strong>de</strong>sconfianza. Se sospechaba <strong>de</strong> todas las medidas que dictaba el gobierno, <strong>por</strong>que se le<br />

consi<strong>de</strong>raba intrigante y egoísta. Por más <strong>de</strong> medio siglo antes <strong>de</strong> la Revolución, ocupó el trono Luis<br />

XV, quien aun en aquel<strong>los</strong> tiempos corrompidos sobresalió en su frivolidad, su indolencia y su lujuria.<br />

Al observar aquella <strong>de</strong>pravada y cruel aristocracia y la clase humil<strong>de</strong> sumergida en la ignorancia y en la<br />

miseria, al estado en plena crisis financiera y al pueblo exasperado, no se necesitaba tener ojo <strong>de</strong> profeta<br />

para ver <strong>de</strong> antemano una inminente insurrección. A las amonestaciones que le daban sus consejeros,<br />

solía contestar el rey: "Procurad que todo siga así mientras yo viva; <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> mi muerte, suceda lo que<br />

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