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El Conflicto de los Siglos por Elena de White [Nueva Ed.]

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

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<strong>El</strong> <strong>Conflicto</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> Sig<strong>los</strong><br />

Llegó el momento <strong>por</strong> el cual suspiraron <strong>los</strong> santos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que la espada <strong>de</strong> fuego expulsó a la<br />

primera pareja <strong>de</strong>l paraíso —el tiempo <strong>de</strong> "la re<strong>de</strong>nción <strong>de</strong> la posesión adquirida." (Efesios 1: 14.) La<br />

tierra dada al principio al hombre para que fuera su reino, entregada alevosamente <strong>por</strong> él a manos <strong>de</strong><br />

Satanás, y conservada durante tanto tiempo <strong>por</strong> el po<strong>de</strong>roso enemigo, ha sido recuperada mediante el<br />

gran plan <strong>de</strong> la re<strong>de</strong>nción. Todo lo que se había perdido <strong>por</strong> el pecado, ha sido restaurado. "Así dice<br />

Jehová, . . . el que formó la tierra y la hizo, el cual la estableció; no en vano la creó, sino que para ser<br />

habitada la formó." (Isaías 45: 18, V.M.) <strong>El</strong> propósito primitivo que tenía Dios al crear la tierra se cumple<br />

al convertirse ésta en la morada eterna <strong>de</strong> <strong>los</strong> redimidos. "Los justos heredarán la tierra, y vivirán para<br />

siempre sobre ella." (Salmo 37: 29.)<br />

<strong>El</strong> temor <strong>de</strong> hacer aparecer la futura herencia <strong>de</strong> <strong>los</strong> santos <strong>de</strong>masiado material ha inducido a<br />

muchos a espiritualizar aquellas verda<strong>de</strong>s que nos hacen consi<strong>de</strong>rar la tierra como nuestra morada. Cristo<br />

aseguró a sus discípu<strong>los</strong> que iba a preparar mansiones para el<strong>los</strong> en la casa <strong>de</strong> su Padre. Los que aceptan<br />

las enseñanzas <strong>de</strong> la Palabra <strong>de</strong> Dios no ignorarán <strong>por</strong> completo lo que se refiere a la patria celestial. Y<br />

sin embargo son "cosas que ojo no vio, ni oído oyó, y que jamás entraron en pensamiento humano las<br />

cosas gran<strong>de</strong>s que ha preparado Dios para <strong>los</strong> que le aman." (1 Corintios 2: 9, V.M.) <strong>El</strong> lenguaje humano<br />

no alcanza a <strong>de</strong>scribir la recompensa <strong>de</strong> <strong>los</strong> justos. Sólo la conocerán quienes la contemplen. Ninguna<br />

inteligencia limitada pue<strong>de</strong> compren<strong>de</strong>r la gloria <strong>de</strong>l paraíso <strong>de</strong> Dios. En la Biblia se llama la herencia<br />

<strong>de</strong> <strong>los</strong> bienaventurados una patria. (Hebreos 11:14-16.) Allí conduce el divino Pastor a su rebaño a <strong>los</strong><br />

manantiales <strong>de</strong> aguas vivas. <strong>El</strong> árbol <strong>de</strong> vida da su fruto cada mes, y las hojas <strong>de</strong>l árbol son para el<br />

servicio <strong>de</strong> las naciones. Allí hay corrientes que manan eternamente, claras como el cristal, al lado <strong>de</strong><br />

las cuales se mecen árboles que echan su sombra sobre <strong>los</strong> sen<strong>de</strong>ros preparados para <strong>los</strong> redimidos <strong>de</strong>l<br />

Señor.<br />

Allí las vastas llanuras alternan con bellísimas colinas y las montañas <strong>de</strong> Dios elevan sus<br />

majestuosas cumbres. En aquellas pacíficas llanuras, al bor<strong>de</strong> <strong>de</strong> aquellas corrientes vivas, es don<strong>de</strong> el<br />

pueblo <strong>de</strong> Dios que <strong>por</strong> tanto tiempo anduvo peregrino y errante, encontrará un hogar. "Mi pueblo<br />

habitará en mansión <strong>de</strong> paz, en moradas seguras, en <strong>de</strong>scansa<strong>de</strong>ros tranqui<strong>los</strong>." "No se oirá más la<br />

violencia en tu tierra, la <strong>de</strong>solación ni la <strong>de</strong>strucción <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> tus términos; sino que llamarás a tus<br />

muros Salvación, y a tus puertas Alabanza." "<strong>Ed</strong>ificarán casas también, y habitarán en ellas; plantarán<br />

viñas, y comerán su fruto. No edificarán más para que otro habite, ni plantarán para que otro coma; . . .<br />

mis escogidos agotarán el usufructo <strong>de</strong> la obra <strong>de</strong> sus manos." (Isaías 32: 18; 60: 18; 65: 21, 22, V.M.)<br />

Allí "se alegrarán el <strong>de</strong>sierto y el sequedal, y el yermo se regocijará y florecerá como la rosa." "En vez<br />

<strong>de</strong>l espino subirá el abeto, y en lugar <strong>de</strong> la zarza subirá el arrayán." "Habitará el lobo con el cor<strong>de</strong>ro, y<br />

el leopardo sesteará junto con el cabrito; . . . y un niñito <strong>los</strong> conducirá." "No dañarán, ni <strong>de</strong>struirán en<br />

todo mi santo monte," dice el Señor. (Isaías 35: 1; 55: 13; 11: 6, 9, V.M.)<br />

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