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El Conflicto de los Siglos por Elena de White [Nueva Ed.]

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

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<strong>El</strong> <strong>Conflicto</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> Sig<strong>los</strong><br />

aniquilamiento me helaba y me estremecía, y el tener que dar cuenta me parecía entrañar <strong>de</strong>strucción<br />

segura para todos. <strong>El</strong> cielo antojábaseme <strong>de</strong> bronce sobre mi cabeza, y la tierra hierro bajo mis pies. La<br />

eternidad — ¿qué era? y la muerte ¿<strong>por</strong> qué existía? Cuanto más discurría, tanto más lejos estaba <strong>de</strong> la<br />

<strong>de</strong>mostración. Cuanto más pensaba, tanto más divergentes eran las conclusiones a que llegaba. Traté <strong>de</strong><br />

no pensar más; pero ya no era dueño <strong>de</strong> mis pensamientos. Me sentía verda<strong>de</strong>ramente <strong>de</strong>sgraciado, pero<br />

sin saber <strong>por</strong> qué. Murmuraba y me quejaba, pero no sabía <strong>de</strong> quién. Sabía que algo andaba mal, pero<br />

no sabía ni don<strong>de</strong> ni cómo encontrar lo correcto y justo. Gemía, pero lo hacía sin esperanza." En ese<br />

estado permaneció varios meses. "De pronto — dice,— el carácter <strong>de</strong> un Salvador se grabó hondamente<br />

en mi espíritu. Me pareció que bien podía existir un ser tan bueno y compasivo que expiara nuestras<br />

transgresiones, y nos librara así <strong>de</strong> sufrir la pena <strong>de</strong>l pecado. Sentí inmediatamente cuán amable había<br />

<strong>de</strong> ser este alguien, y me imaginé que podría yo echarme en sus brazos y confiar en su misericordia. Pero<br />

surgió la pregunta: ¿cómo se pue<strong>de</strong> probar la existencia <strong>de</strong> tal ser? Encontré que, fuera <strong>de</strong> la Biblia, no<br />

podía obtener prueba alguna <strong>de</strong> la existencia <strong>de</strong> semejante Salvador, o siquiera <strong>de</strong> una existencia futura....<br />

Discerní que la Biblia presentaba precisamente un Salvador como el que yo necesitaba; pero no<br />

veía cómo un libro no inspirado pudiera <strong>de</strong>sarrollar principios tan perfectamente adaptados a las<br />

necesida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> un mundo caído. Me vi obligado a admitir que las Sagradas Escrituras <strong>de</strong>bían ser una<br />

revelación <strong>de</strong> Dios. Llegaron a ser mi <strong>de</strong>leite; y encontré en Jesús un amigo. <strong>El</strong> Salvador vino a ser para<br />

mí el más señalado entre diez mil; y las Escrituras, que antes eran obscuras y contradictorias, se volvieron<br />

entonces antorcha a mis pies y luz a mi senda. Mi espíritu obtuvo calma y satisfacción. Encontré que el<br />

Señor Dios era una Roca en medio <strong>de</strong>l océano <strong>de</strong> la vida.<br />

La Biblia llegó a ser entonces mi principal objeto <strong>de</strong> estudio, y puedo <strong>de</strong>cir en verdad que la<br />

escudriñaba con gran <strong>de</strong>leite. Encontré que no se me había dicho nunca ni la mitad <strong>de</strong> lo que contenía.<br />

Me admiraba <strong>de</strong> que no hubiese visto antes su belleza y magnificencia, y <strong>de</strong> que hubiese podido<br />

rechazarla. En ella encontré revelado todo lo que mi corazón podía <strong>de</strong>sear, y un remedio para toda<br />

enfermedad <strong>de</strong>l alma. Perdí enteramente el gusto <strong>por</strong> otra lectura, y me apliqué <strong>de</strong> corazón a adquirir<br />

sabiduría <strong>de</strong> Dios. —S. Bliss, Memoirs of Wm. Miller, págs. 65 - 67. Miller hizo entonces pública<br />

profesión <strong>de</strong> fe en la religión que había <strong>de</strong>spreciado antes. Pero sus compañeros incrédu<strong>los</strong> no tardaron<br />

en aducir todos aquel<strong>los</strong> argumentos <strong>de</strong> que él mismo había echado mano a menudo contra la autoridad<br />

divina <strong>de</strong> las Santas Escrituras. <strong>El</strong> no estaba todavía preparado para contestarles; pero se dijo que si la<br />

Biblia es una revelación <strong>de</strong> Dios, <strong>de</strong>bía ser consecuente consigo misma; y que habiendo sido dada para<br />

instrucción <strong>de</strong>l hombre, <strong>de</strong>bía estar adaptada a su inteligencia. Resolvió estudiar las Sagradas Escrituras<br />

<strong>por</strong> su cuenta, y averiguar si toda contradicción aparente no podía armonizarse.<br />

Procurando poner a un lado toda opinión preconcebida y prescindiendo <strong>de</strong> todo comentario,<br />

comparó pasaje con pasaje con la ayuda <strong>de</strong> las referencias marginales y <strong>de</strong> la concordancia. Prosiguió<br />

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