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El Conflicto de los Siglos por Elena de White [Nueva Ed.]

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

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<strong>El</strong> <strong>Conflicto</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> Sig<strong>los</strong><br />

que la fe sin obras es muerta? ¿No fue justificado <strong>por</strong> las obras Abraham nuestro padre, cuando ofreció<br />

a su hijo Isaac sobre el altar? ¿No ves que la fe obró con sus obras, y que la fe fue perfecta <strong>por</strong> las<br />

obras? . . . Veis, pues, que el hombre es justificado <strong>por</strong> las obras, y no solamente <strong>por</strong> la fe." (Santiago 2:<br />

14-24.)<br />

<strong>El</strong> testimonio <strong>de</strong> la Palabra <strong>de</strong> Dios se opone a esta doctrina seductora <strong>de</strong> la fe sin obras. No es fe<br />

preten<strong>de</strong>r el favor <strong>de</strong>l Cielo sin cumplir las condiciones necesarias para que la gracia sea concedida. Es<br />

presunción, pues la fe verda<strong>de</strong>ra se funda en las promesas y disposiciones <strong>de</strong> las Sagradas Escrituras.<br />

Nadie se engañe a sí mismo creyendo que pueda volverse santo mientras viole premeditadamente uno<br />

<strong>de</strong> <strong>los</strong> preceptos divinos. Un pecado cometido <strong>de</strong>liberadamente acalla la voz atestiguadora <strong>de</strong>l Espíritu<br />

y separa al alma <strong>de</strong> Dios. "<strong>El</strong> pecado es transgresión <strong>de</strong> la ley." Y "todo aquel que peca [transgre<strong>de</strong> la<br />

ley], no le ha visto, ni le ha conocido." (1 Juan 3: 6.) Aunque San Juan habla mucho <strong>de</strong>l amor en sus<br />

epístolas, no vacila en poner <strong>de</strong> manifiesto el verda<strong>de</strong>ro carácter <strong>de</strong> esa clase <strong>de</strong> personas que preten<strong>de</strong>n<br />

ser santificadas y seguir transgrediendo la ley <strong>de</strong> Dios. "<strong>El</strong> que dice: Yo le conozco, y no guarda sus<br />

mandamientos, es mentiroso, y no hay verdad en él; mas el que guarda su palabra, verda<strong>de</strong>ramente en<br />

éste se ha perfeccionado el amor <strong>de</strong> Dios." (1 Juan 2: 4, 5, V.M.) Esta es la piedra <strong>de</strong> toque <strong>de</strong> toda<br />

profesión <strong>de</strong> fe. No po<strong>de</strong>mos reconocer como santo a ningún hombre sin haberle comparado primero<br />

con la sola regla <strong>de</strong> santidad que Dios haya dado en el cielo y en la tierra. Si <strong>los</strong> hombres no sienten el<br />

peso <strong>de</strong> la ley moral, si empequeñecen y tienen en poco <strong>los</strong> preceptos <strong>de</strong> Dios, si violan el menor <strong>de</strong><br />

estos mandamientos, y así enseñan a <strong>los</strong> hombres, no serán estimados ante el cielo, y po<strong>de</strong>mos estar<br />

seguros <strong>de</strong> que sus pretensiones no tienen fundamento alguno.<br />

Y la aserción <strong>de</strong> estar sin pecado constituye <strong>de</strong> <strong>por</strong> sí una prueba <strong>de</strong> que el que tal asevera dista<br />

mucho <strong>de</strong> ser santo. Es <strong>por</strong>que no tiene un verda<strong>de</strong>ro concepto <strong>de</strong> lo que es la pureza y santidad infinita<br />

<strong>de</strong> Dios, ni <strong>de</strong> lo que <strong>de</strong>ben ser <strong>los</strong> que han <strong>de</strong> armonizar con su carácter; es <strong>por</strong>que no tiene verda<strong>de</strong>ro<br />

concepto <strong>de</strong> la pureza y perfección supremas <strong>de</strong> Jesús ni <strong>de</strong> la maldad y horror <strong>de</strong>l pecado, <strong>por</strong> lo que el<br />

hombre pue<strong>de</strong> creerse santo. Cuanto más lejos esté <strong>de</strong> Cristo y más yerre acerca <strong>de</strong>l carácter y <strong>los</strong> pedidos<br />

<strong>de</strong> Dios, más justo se cree. La santificación expuesta en las Santas Escrituras abarca todo el ser: espíritu,<br />

cuerpo y alma. San Pablo rogaba <strong>por</strong> <strong>los</strong> tesalonicenses, que su "ser entero, espíritu y alma y cuerpo"<br />

fuese "guardado y presentado irreprensible en el advenimiento <strong>de</strong> nuestro Señor Jesucristo." (1<br />

Tesalonicenses 5: 23, V.M.)<br />

Y vuelve a escribir a <strong>los</strong> creyentes: "Os ruego pues, hermanos, <strong>por</strong> las compasiones <strong>de</strong> Dios, que<br />

le presentéis vuestros cuerpos, como sacrificio vivo, santo, acepto a Dios." (Romanos 12: 1, V.M.) En<br />

tiempos <strong>de</strong>l antiguo Israel, toda ofrenda que se traía a Dios era cuidadosamente examinada. Si se<br />

<strong>de</strong>scubría un <strong>de</strong>fecto cualquiera en el animal presentado, se lo rechazaba, pues Dios había mandado que<br />

las ofrendas fuesen "sin mancha." Así también se pi<strong>de</strong> a <strong>los</strong> cristianos que presenten sus cuerpos en<br />

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