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El Conflicto de los Siglos por Elena de White [Nueva Ed.]

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

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<strong>El</strong> <strong>Conflicto</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> Sig<strong>los</strong><br />

sus aseveraciones. Cuando vio el prelado que aquel<strong>los</strong> razonamientos <strong>de</strong> Lutero eran incontrovertibles,<br />

perdió el dominio sobre sí mismo y en un arrebato <strong>de</strong> ira exclamó: "¡Retráctate! que si no lo haces, te<br />

envío a Roma, para que comparezcas ante <strong>los</strong> jueces encargados <strong>de</strong> examinar tu caso. Te excomulgo a<br />

ti, a todos tus secuaces, y a todos <strong>los</strong> que te son o fueren favorables, y <strong>los</strong> expulso <strong>de</strong> la iglesia." Y en<br />

tono soberbio y airado dijo al fin: "Retráctate o no vuelvas." —D'Aubigné, lib. 4, cap. 8.<br />

<strong>El</strong> reformador se retiró luego junto con sus amigos, <strong>de</strong>mostrando así a las claras que no <strong>de</strong>bía<br />

esperarse una retractación <strong>de</strong> su parte. Pero esto no era lo que el car<strong>de</strong>nal se había propuesto. Se había<br />

lisonjeado <strong>de</strong> que <strong>por</strong> la violencia obligaría a Lutero a someterse. Al quedarse solo con sus partidarios,<br />

miró <strong>de</strong> uno a otro <strong>de</strong>sconsolado <strong>por</strong> el inesperado fracaso <strong>de</strong> sus planes. Esta vez <strong>los</strong> esfuerzos <strong>de</strong> Lutero<br />

no quedaron sin buenos resultados. <strong>El</strong> vasto concurso reunido allí pudo comparar a ambos hombres y<br />

juzgar <strong>por</strong> sí mismo el espíritu que habían manifestado, así como la fuerza y veracidad <strong>de</strong> sus asertos.<br />

¡Cuán gran<strong>de</strong> era el contraste! <strong>El</strong> reformador, sencillo, humil<strong>de</strong>, firme, se apoyaba en la fuerza <strong>de</strong> Dios,<br />

teniendo <strong>de</strong> su parte a la verdad; mientras que el representante <strong>de</strong>l papa, dándose im<strong>por</strong>tancia, intolerante,<br />

hinchado <strong>de</strong> orgullo, falto <strong>de</strong> juicio, no tenía un solo argumento <strong>de</strong> las Santas Escrituras, y sólo gritaba<br />

con impaciencia: "Si no te retractas, serás <strong>de</strong>spachado a Roma para que te castiguen."<br />

No obstante tener Lutero un salvoconducto, <strong>los</strong> romanistas intentaban apresarle. Sus amigos<br />

insistieron en que, como ya era inútil su presencia allí, <strong>de</strong>bía volver a Wittenberg sin <strong>de</strong> mora y que era<br />

menester ocultar sus propósitos con el mayor sigilo. Conforme con esto salió <strong>de</strong> Augsburgo antes <strong>de</strong>l<br />

alba, a caballo, y acompañado solamente <strong>por</strong> un guía que le pro<strong>por</strong>cionara el magistrado. Con mucho<br />

cuidado cruzó las <strong>de</strong>siertas y obscuras calles <strong>de</strong> la ciudad. Enemigos vigilantes y crueles complotaban<br />

su muerte. ¿Lograría burlar las re<strong>de</strong>s que le tendían? Momentos <strong>de</strong> ansiedad y <strong>de</strong> solemne oración eran<br />

aquél<strong>los</strong>. Llego a una pequeña puerta, practicada en el muro <strong>de</strong> la ciudad; le fue abierta y pasó con su<br />

guía sin impedimento alguno. Viéndose ya seguros fuera <strong>de</strong> la ciudad, <strong>los</strong> fugitivos apresuraron su huída<br />

y antes que el legado se enterara <strong>de</strong> la partida <strong>de</strong> Lutero, ya se hallaba éste fuera <strong>de</strong>l alcance <strong>de</strong> sus<br />

perseguidores. Satanás y sus emisarios habían sido <strong>de</strong>rrotados.<br />

<strong>El</strong> hombre a quien pensaban tener en su po<strong>de</strong>r se les había escapado, como un pájaro <strong>de</strong> la red <strong>de</strong>l<br />

cazador. Al saber que Lutero se había ido, el legado quedó anonadado <strong>por</strong> la sorpresa y el furor. Había<br />

pensado recibir gran<strong>de</strong>s honores <strong>por</strong> su sabiduría y aplomo al tratar con el perturbador <strong>de</strong> la iglesia, y<br />

ahora quedaban frustradas sus esperanzas. Expresó su enojo en una carta que dirigió a Fe<strong>de</strong>rico, elector<br />

<strong>de</strong> Sajonia, para quejarse amargamente <strong>de</strong> Lutero, y exigir que Fe<strong>de</strong>rico enviase a Roma al reformador<br />

o que le <strong>de</strong>sterrase <strong>de</strong> Sajonia. En su <strong>de</strong>fensa, había pedido Lutero que el legado o el papa le <strong>de</strong>mostrara<br />

sus errores <strong>por</strong> las Santas Escrituras, y se había comprometido solemnemente a renunciar a sus doctrinas<br />

si le probaban que estaban en contradicción con la Palabra <strong>de</strong> Dios. También había expresado su gratitud<br />

al Señor <strong>por</strong> haberle tenido <strong>por</strong> digno <strong>de</strong> sufrir <strong>por</strong> tan sagrada causa.<br />

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