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El Conflicto de los Siglos por Elena de White [Nueva Ed.]

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

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<strong>El</strong> <strong>Conflicto</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> Sig<strong>los</strong><br />

confesores y en tan gloriosa asamblea."—Ibid. Así se cumplió lo que dicen las Sagradas Escrituras:<br />

"Hablaré <strong>de</strong> tus testimonios <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> <strong>los</strong> reyes." (Salmo 119: 46.)<br />

En tiempo <strong>de</strong> Pablo, el Evangelio, <strong>por</strong> cuya causa se le encarceló, fue presentado así a <strong>los</strong> príncipes<br />

y nobles <strong>de</strong> la ciudad imperial. Igualmente, en Augsburgo, lo que el emperador había prohibido que se<br />

predicase <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el púlpito se proclamó en el palacio. Lo que había sido estimado aun indigno <strong>de</strong> ser<br />

escuchado <strong>por</strong> <strong>los</strong> sirvientes, era escuchado con admiración <strong>por</strong> <strong>los</strong> amos y señores <strong>de</strong>l imperio. <strong>El</strong><br />

auditorio se componía <strong>de</strong> reyes y <strong>de</strong> nobles, <strong>los</strong> predicadores eran príncipes coronados, y el sermón era<br />

la verdad real <strong>de</strong> Dios. Des<strong>de</strong> <strong>los</strong> tiempos apostólicos —dice un escritor,— no hubo obra tan grandiosa,<br />

ni tan inmejorable confesión." —Ibid. "Cuanto ha sido dicho <strong>por</strong> <strong>los</strong> luteranos, es cierto, y no lo po<strong>de</strong>mos<br />

negar," <strong>de</strong>claraba un obispo papista. "¿Podéis refutar con buenas razones la confesión hecha <strong>por</strong> el<br />

elector y sus aliados?" preguntaba otro obispo al doctor Eck. "Sí, lo puedo —respondía,— pero no con<br />

<strong>los</strong> escritos <strong>de</strong> <strong>los</strong> apóstoles y <strong>los</strong> profetas, sino con <strong>los</strong> concilios y con <strong>los</strong> escritos <strong>de</strong> <strong>los</strong> padres."<br />

"Comprendo —repuso el que hacía la pregunta.— Según su opinión, <strong>los</strong> luteranos están basados en las<br />

Escrituras, en tanto que nosotros estamos fuera <strong>de</strong> ellas." —Id., cap. 8. Varios príncipes alemanes fueron<br />

convertidos a la fe reformada, y el mismo emperador <strong>de</strong>claró que <strong>los</strong> artícu<strong>los</strong> protestantes contenían la<br />

verdad. La confesión fue traducida a muchos idiomas y circuló <strong>por</strong> toda Europa, y en las generaciones<br />

subsiguientes millones la aceptaron como expresión <strong>de</strong> su fe. Los fieles siervos <strong>de</strong> Dios no trabajaban<br />

so<strong>los</strong>. Mientras que <strong>los</strong> principados y potesta<strong>de</strong>s <strong>de</strong> <strong>los</strong> espíritus ma<strong>los</strong> se ligaban contra el<strong>los</strong>, el Señor<br />

no <strong>de</strong>samparaba a su pueblo. Si sus ojos hubieran podido abrirse habrían tenido clara evi<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> la<br />

presencia y el auxilio divinos, que les fueron concedidos como a <strong>los</strong> profetas en la antigüedad. Cuando<br />

el siervo <strong>de</strong> <strong>El</strong>iseo mostró a su amo las huestes enemigas que <strong>los</strong> ro<strong>de</strong>aban sin <strong>de</strong>jarles cómo escapar, el<br />

profeta oró: "Ruégote, oh Jehová, que abras sus ojos para que vea. (2 Reyes 6: 17.) Y he aquí el monte<br />

estaba lleno <strong>de</strong> carros y cabal<strong>los</strong> <strong>de</strong> fuego: el ejército celestial protegía al varón <strong>de</strong> Dios. Del mismo<br />

modo, había ángeles que cuidaban a <strong>los</strong> que trabajaban en la causa <strong>de</strong> la Reforma.<br />

Uno <strong>de</strong> <strong>los</strong> principios que sostenía Lutero con más firmeza, era que no se <strong>de</strong>bía acudir al po<strong>de</strong>r<br />

secular para apoyar la Reforma, ni recurrir a las armas para <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rla. Se alegraba <strong>de</strong> la circunstancia<br />

<strong>de</strong> que <strong>los</strong> príncipes <strong>de</strong>l imperio confesaran el Evangelio; pero cuando estos mismos príncipes intentaron<br />

unirse en una liga <strong>de</strong>fensiva, <strong>de</strong>claró que "la doctrina <strong>de</strong>l Evangelio <strong>de</strong>bía ser <strong>de</strong>fendida solamente <strong>por</strong><br />

Dios.... Cuanto menos interviniesen <strong>los</strong> hombres en esta obra, más notable sería la intervención <strong>de</strong> Dios<br />

en su favor. Todas las precauciones políticas propuestas, eran, según su modo <strong>de</strong> ver, hijas <strong>de</strong> un temor<br />

indigno y <strong>de</strong> una <strong>de</strong>sconfianza pecaminosa." — Id., lib. 10, cap. 14. Cuando enemigos po<strong>de</strong>rosos se<br />

unían para <strong>de</strong>struir la fe reformada y millares <strong>de</strong> espadas parecían <strong>de</strong>senvainarse para combatirla, Lutero<br />

escribió: "Satanás manifiesta su ira; conspiran pontífices impíos; y nos amenaza la guerra. Exhortad al<br />

pueblo a que luche con fervor ante al trono <strong>de</strong> Dios, en fe y ruegos, para que nuestros adversarios,<br />

vencidos <strong>por</strong> el Espíritu <strong>de</strong> Dios, se vean obligados a ser pacíficos. Nuestra más ingente necesidad, la<br />

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