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El Conflicto de los Siglos por Elena de White [Nueva Ed.]

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

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<strong>El</strong> <strong>Conflicto</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> Sig<strong>los</strong><br />

Dotados <strong>de</strong> bienes propios <strong>de</strong> príncipes, vivían <strong>los</strong> monjes en espléndidas mansiones, se ataviaban con<br />

<strong>los</strong> trajes más ricos y preciosos y se regalaban en suntuosa mesa. Consi<strong>de</strong>ró Lutero todo aquello que<br />

tanto contrastaba con la vida <strong>de</strong> abnegación y <strong>de</strong> privaciones que el llevaba, y se quedó perplejo.<br />

Finalmente vislumbró en lontananza la ciudad <strong>de</strong> las siete colinas. Con profunda emoción, cayó<br />

<strong>de</strong> rodillas y, levantando las manos hacia el cielo, exclamó: "¡Salve Roma santa!" —Id., cap. 6. Entró<br />

en la ciudad, visitó las iglesias, prestó oídos a las maravil<strong>los</strong>as narraciones <strong>de</strong> <strong>los</strong> sacerdotes y <strong>de</strong> <strong>los</strong><br />

monjes y cumplió con todas las ceremonias <strong>de</strong> or<strong>de</strong>nanza. Por todas partes veía escenas que le llenaban<br />

<strong>de</strong> extrañeza y horror. Notó que había iniquidad entre todas las clases <strong>de</strong>l clero. Oyó a <strong>los</strong> sacerdotes<br />

contar chistes in<strong>de</strong>centes y se escandalizó <strong>de</strong> la espantosa profanación <strong>de</strong> que hacían gala <strong>los</strong> prelados<br />

aun en el acto <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir misa. Al mezclarse con <strong>los</strong> monjes y con el pueblo <strong>de</strong>scubrió en el<strong>los</strong> una vida<br />

<strong>de</strong> disipación y lascivia. Doquiera volviera la cara, tropezaba con libertinaje y corrupción en vez <strong>de</strong><br />

santidad. "Sin verlo —escribió él,— no se podría creer que en Roma se cometan pecados y acciones<br />

infames; y <strong>por</strong> lo mismo acostumbran <strong>de</strong>cir: 'Si hay un infierno, no pue<strong>de</strong> estar en otra parte que <strong>de</strong>bajo<br />

<strong>de</strong> Roma; y <strong>de</strong> este abismo salen todos <strong>los</strong> pecados.' " —Ibid.<br />

Por <strong>de</strong>creto expedido poco antes prometía el papa indulgencia a todo aquel que subiese <strong>de</strong> rodillas<br />

la "escalera <strong>de</strong> Pilato" que se <strong>de</strong>cía ser la misma que había pisado nuestro Salvador al bajar <strong>de</strong>l tribunal<br />

romano, y que, según aseguraban, había sido llevada <strong>de</strong> Jerusalén a Roma <strong>de</strong> un modo milagroso. Un<br />

día, mientras estaba Lutero subiendo <strong>de</strong>votamente aquellas gradas, recordó <strong>de</strong> pronto estas palabras que<br />

como trueno repercutieron en su corazón: "<strong>El</strong> justo vivirá <strong>por</strong> la fe." (Romanos 1: 17.) Púsose <strong>de</strong> pronto<br />

<strong>de</strong> pie y huyó <strong>de</strong> aquel lugar sintiendo vergüenza y horror. Ese pasaje bíblico no <strong>de</strong>jó nunca <strong>de</strong> ejercer<br />

po<strong>de</strong>rosa influencia en su alma. Des<strong>de</strong> entonces vio con más claridad que nunca el engaño que significa<br />

para el hombre confiar en sus obras para su salvación y cuán necesario es tener fe constante en <strong>los</strong><br />

méritos <strong>de</strong> 153<br />

Cristo. Sus ojos se habían abierto y ya no se cerrarían jamás para dar crédito a <strong>los</strong> engaños <strong>de</strong>l<br />

papado. Al apartarse <strong>de</strong> Roma sus miradas, su corazón se apartó también, y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces la separación<br />

se hizo más pronunciada, hasta que Lutero concluyó <strong>por</strong> cortar todas sus relaciones con la iglesia papal.<br />

Después <strong>de</strong> su regreso <strong>de</strong> Roma, recibió Lutero en la universidad <strong>de</strong> Wittenberg el grado <strong>de</strong> doctor en<br />

teología. Tenía pues mayor libertad que antes para consagrarse a las Santas Escrituras, que tanto amaba.<br />

Había formulado el voto solemne <strong>de</strong> estudiar cuidadosamente y <strong>de</strong> predicar con toda fi<strong>de</strong>lidad y <strong>por</strong> toda<br />

la vida la Palabra <strong>de</strong> Dios, y no <strong>los</strong> dichos ni las doctrinas <strong>de</strong> <strong>los</strong> papas. Ya no sería en lo sucesivo un<br />

mero monje, o profesor, sino el heraldo autorizado <strong>de</strong> la Biblia. Había sido llamado como pastor para<br />

apacentar el rebaño <strong>de</strong> Dios que estaba hambriento y sediento <strong>de</strong> la verdad. Declaraba firmemente que<br />

<strong>los</strong> cristianos no <strong>de</strong>bieran admitir más doctrinas que las que tuviesen apoyo en la autoridad <strong>de</strong> las<br />

Sagradas Escrituras.<br />

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