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El Conflicto de los Siglos por Elena de White [Nueva Ed.]

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

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<strong>El</strong> <strong>Conflicto</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> Sig<strong>los</strong><br />

escribió lo siguiente: "Cuando . . . comencé a consagrarme enteramente a las Sagradas Escrituras, la<br />

fi<strong>los</strong>ofía y la teología [escolástica] me suscitaban objeciones sin número, y al fin resolví <strong>de</strong>jar a un lado<br />

todas estas quimeras y apren<strong>de</strong>r las enseñanzas <strong>de</strong> Dios en toda su pureza, tomándolas <strong>de</strong> su preciosa<br />

Palabra. Des<strong>de</strong> entonces pedí a Dios luz y las Escrituras llegaron a ser mucho más claras para mí."—Id.,<br />

cap. 6. 212<br />

Zuinglio no había recibido <strong>de</strong> Lutero la doctrina que predicaba. Era la doctrina <strong>de</strong> Cristo. "Si<br />

Lutero predica a Jesucristo —<strong>de</strong>cía el reformador suizo— hace lo que yo hago. Los que <strong>por</strong> su medio<br />

han llegado al conocimiento <strong>de</strong> Jesucristo son más que <strong>los</strong> conducidos <strong>por</strong> mí. Pero no im<strong>por</strong>ta. Yo no<br />

quiero llevar otro nombre que el <strong>de</strong> Jesucristo, <strong>de</strong> quien soy soldado, y no reconozco otro jefe. No he<br />

escrito una sola palabra a Lutero, ni Lutero a mí. Y ¿<strong>por</strong> qué? . . . Pues para que se viese <strong>de</strong> qué modo el<br />

Espíritu <strong>de</strong> Dios está <strong>de</strong> acuerdo consigo mismo, ya que, sin acuerdo previo, enseñamos con tanta<br />

uniformidad la doctrina <strong>de</strong> Jesucristo. "—D'Aubigné, lib. 8, cap. 9. En 1516 fue llamado Zuinglio a<br />

predicar regularmente en el convento <strong>de</strong> Einsie<strong>de</strong>ln, don<strong>de</strong> iba a ver más <strong>de</strong> cerca las corrupciones <strong>de</strong><br />

Roma y don<strong>de</strong> iba a ejercer como reformador una influencia que se <strong>de</strong>jaría sentir más allá <strong>de</strong> sus Alpes<br />

natales. Entre <strong>los</strong> principales atractivos <strong>de</strong> Einsie<strong>de</strong>ln había una virgen <strong>de</strong> la que se <strong>de</strong>cía que estaba<br />

dotada <strong>de</strong>l po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> hacer milagros. Sobre la puerta <strong>de</strong> la abadía estaba grabada esta inscripción: "Aquí<br />

se consigue plena remisión <strong>de</strong> todos <strong>los</strong> pecados." —Id., cap. 5. En todo tiempo acudían peregrinos a<br />

visitar el santuario <strong>de</strong> la virgen, pero en el día <strong>de</strong> la gran fiesta anual <strong>de</strong> su consagración venían<br />

multitu<strong>de</strong>s <strong>de</strong> toda Suiza y hasta <strong>de</strong> Francia y Alemania. Zuinglio, muy afligido al ver estas cosas,<br />

aprovechó la o<strong>por</strong>tunidad para proclamar la libertad <strong>por</strong> medio <strong>de</strong>l Evangelio a aquellas almas esclavas<br />

<strong>de</strong> la superstición.<br />

No penséis —<strong>de</strong>cía— que Dios esté en este templo <strong>de</strong> un modo más especial que en cualquier<br />

otro lugar <strong>de</strong> la creación. Sea la que fuere la comarca que vosotros habitáis, Dios os ro<strong>de</strong>a y os oye....<br />

¿Será acaso con obras muertas, largas peregrinaciones, ofrendas, imágenes, la invocación <strong>de</strong> la virgen o<br />

<strong>de</strong> <strong>los</strong> santos, con lo que alcanzaréis la gracia <strong>de</strong> Dios? . . . ¿De qué sirve el conjunto <strong>de</strong> palabras <strong>de</strong> que<br />

formamos nuestras oraciones? ¿Qué eficacia tienen la rica capucha <strong>de</strong>l fraile, la cabeza rapada, hábito<br />

largo y bien ajustado, y las zapatillas bordadas <strong>de</strong> oro? ¡Al corazón es a lo que Dios mira, y nuestro<br />

corazón está lejos <strong>de</strong> Dios! "Cristo —añadía,— que se ofreció una vez en la cruz, es la hostia y la víctima<br />

que satisfizo eternamente a Dios <strong>por</strong> <strong>los</strong> pecados <strong>de</strong> todos <strong>los</strong> fieles."— Ibid.<br />

Muchos <strong>de</strong> <strong>los</strong> que le oían recibían con <strong>de</strong>sagrado estas enseñanzas. Era para el<strong>los</strong> un amargo<br />

<strong>de</strong>sengaño saber que su penoso viaje era absolutamente inútil. No podían compren<strong>de</strong>r el perdón que se<br />

les ofrecía <strong>de</strong> gracia <strong>por</strong> medio <strong>de</strong> Cristo. Estaban conformes con el antiguo camino <strong>de</strong>l cielo que Roma<br />

les había marcado. Rehuían la perplejidad <strong>de</strong> buscar algo mejor. Era más fácil confiar la salvación <strong>de</strong><br />

sus almas a <strong>los</strong> sacerdotes y al papa que buscar la pureza <strong>de</strong> corazón. Otros, en cambio, recibieron con<br />

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