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El Conflicto de los Siglos por Elena de White [Nueva Ed.]

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

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<strong>El</strong> <strong>Conflicto</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> Sig<strong>los</strong><br />

Lutero inició entonces resueltamente su obra como campeón <strong>de</strong> la verdad. Su voz se oyó <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el<br />

púlpito en solemne exhortación. Expuso al pueblo el carácter ofensivo <strong>de</strong>l pecado y enseñóle que le es<br />

imposible al hombre reducir su culpabilidad o evitar el castigo <strong>por</strong> sus propias obras. Sólo el<br />

arrepentimiento ante Dios y la fe en Cristo podían salvar al pecador. La gracia <strong>de</strong> Cristo no podía<br />

comprarse; era un don gratuito. Aconsejaba a sus oyentes que no comprasen indulgencias, sino que<br />

tuviesen fe en el Re<strong>de</strong>ntor crucificado. Refería su dolorosa experiencia personal, diciéndoles que en vano<br />

había intentado <strong>por</strong> medio <strong>de</strong> la humillación y <strong>de</strong> las mortificaciones <strong>de</strong>l cuerpo asegurar su salvación,<br />

y afirmaba que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que había <strong>de</strong>jado <strong>de</strong> mirarse a sí mismo y había confiado en Cristo, había alcanzado<br />

paz y gozo para su corazón.<br />

Viendo que Tetzel seguía con su tráfico y sus impías <strong>de</strong>claraciones, resolvió Lutero hacer una<br />

protesta más enérgica contra semejantes abusos. Pronto ofreciósele excelente o<strong>por</strong>tunidad. La iglesia <strong>de</strong>l<br />

castillo <strong>de</strong> Wittenberg era dueña <strong>de</strong> muchas reliquias que se exhibían al pueblo en ciertos días festivos,<br />

en ocasión <strong>de</strong> <strong>los</strong> cuales se concedía plena remisión <strong>de</strong> pecados a <strong>los</strong> que visitasen la iglesia e hiciesen<br />

confesión <strong>de</strong> sus culpas.<br />

De acuerdo con esto, el pueblo acudía en masa a aquel lugar. Una <strong>de</strong> tales o<strong>por</strong>tunida<strong>de</strong>s, y <strong>de</strong> las<br />

más im<strong>por</strong>tantes <strong>por</strong> cierto, se acercaba: la fiesta <strong>de</strong> "todos <strong>los</strong> santos." La víspera, Lutero, uniéndose a<br />

las muchedumbres que iban a la iglesia, fijó en las puertas <strong>de</strong>l templo un papel que contenía noventa y<br />

cinco proposiciones contra la doctrina <strong>de</strong> las indulgencias. Declaraba a<strong>de</strong>más que estaba listo para<br />

<strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r aquellas tesis al día siguiente en la universidad, contra cualquiera que quisiera rebatirlas. Estas<br />

proposiciones atrajeron la atención general. Fueron leídas y vueltas a leer y se repetían <strong>por</strong> todas partes.<br />

Fue muy intensa la excitación que produjeron en la universidad y en toda la ciudad. Demostraban que<br />

jamás se había otorgado al papa ni a hombre alguno el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> perdonar <strong>los</strong> pecados y <strong>de</strong> remitir el<br />

castigo consiguiente. Todo ello no era sino una farsa, un artificio para ganar dinero valiéndose <strong>de</strong> las<br />

supersticiones <strong>de</strong>l pueblo, un invento <strong>de</strong> Satanás para <strong>de</strong>struir las almas <strong>de</strong> todos <strong>los</strong> que confiasen en<br />

tan necias mentiras. Se probaba a<strong>de</strong>más con toda evi<strong>de</strong>ncia que el Evangelio <strong>de</strong> Cristo es el tesoro más<br />

valioso <strong>de</strong> la iglesia, y que la gracia <strong>de</strong> Dios revelada en él se otorga <strong>de</strong> bal<strong>de</strong> a <strong>los</strong> que la buscan <strong>por</strong><br />

medio <strong>de</strong>l arrepentimiento y <strong>de</strong> la fe.<br />

Las tesis <strong>de</strong> Lutero <strong>de</strong>safiaban a discutir; pero nadie osó aceptar el reto. Las proposiciones hechas<br />

<strong>por</strong> él se esparcieron luego <strong>por</strong> toda Alemania y en posas semanas se difundieron <strong>por</strong> todos <strong>los</strong> dominios<br />

<strong>de</strong> la cristiandad. Muchos <strong>de</strong>votos romanistas, que habían visto y lamentado las terribles iniquida<strong>de</strong>s que<br />

prevalecían en la iglesia, pero que no sabían qué hacer para <strong>de</strong>tener su <strong>de</strong>sarrollo, leyeron las<br />

proposiciones <strong>de</strong> Lutero con profundo regocijo, reconociendo en ellas la voz <strong>de</strong> Dios. Les pareció que<br />

el Señor extendía su mano misericordiosa para <strong>de</strong>tener el rápido avance <strong>de</strong> la marejada <strong>de</strong> corrupción<br />

que procedía <strong>de</strong> la se<strong>de</strong> <strong>de</strong> Roma. Los príncipes y <strong>los</strong> magistrados se alegraron secretamente <strong>de</strong> que iba<br />

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