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El Conflicto de los Siglos por Elena de White [Nueva Ed.]

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

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<strong>El</strong> <strong>Conflicto</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> Sig<strong>los</strong><br />

Los discípu<strong>los</strong> seguían aferrándose a su amado Maestro con afecto indisoluble. Y sin embargo<br />

sus espíritus estaban envueltos en la incertidumbre y la duda. En su angustia no recordaron las palabras<br />

<strong>de</strong> Cristo que aludían a sus pa<strong>de</strong>cimientos y a su muerte. Si Jesús <strong>de</strong> Nazaret hubiese sido el verda<strong>de</strong>ro<br />

Mesías, ¿habríanse visto el<strong>los</strong> sumidos así en el dolor y el <strong>de</strong>sengaño? Tal era la pregunta que les<br />

atormentaba el alma mientras el Salvador <strong>de</strong>scansaba en el sepulcro durante las horas <strong>de</strong>sesperanzadas<br />

<strong>de</strong> aquel sábado que medió entre su muerte y su resurrección. Aunque el tétrico dolor dominaba a estos<br />

discípu<strong>los</strong> <strong>de</strong> Jesús, no <strong>por</strong> eso fueron abandonados. <strong>El</strong> profeta dice: "¡Aunque more en tinieblas, Jehová<br />

será mi luz! . . . <strong>El</strong> me sacará a luz; veré su justicia." "Aun las tinieblas no encubren <strong>de</strong> ti, y la noche<br />

resplan<strong>de</strong>ce como el día: lo mismo te son las tinieblas que la luz." Dios había dicho: "Para el recto se<br />

levanta luz en medio <strong>de</strong> tinieblas." "Y conduciré a <strong>los</strong> ciegos <strong>por</strong> un camino que no conocen; <strong>por</strong> sen<strong>de</strong>ros<br />

que no han conocido <strong>los</strong> guiaré; tornaré tinieblas en luz <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> el<strong>los</strong>, y <strong>los</strong> caminos torcidos en vías<br />

rectas. Estas son mis promesas; las he cumplido, y no las he <strong>de</strong>jado sin efecto." (Miqueas 7: 8, 9; Salmos<br />

139: 12; 112: 4, V.M.; Isaías 42: 16, V.M.)<br />

Lo que <strong>los</strong> discípu<strong>los</strong> habían anunciado en nombre <strong>de</strong> su Señor, era exacto en todo sentido, y <strong>los</strong><br />

acontecimientos predichos estaban realizándose en ese mismo momento. "Se ha cumplido el tiempo, y<br />

se ha acercado el reino <strong>de</strong> Dios," había sido el mensaje <strong>de</strong> el<strong>los</strong>. Transcurrido "el tiempo" —las sesenta<br />

y nueve semanas <strong>de</strong>l capítulo noveno <strong>de</strong> Daniel, que <strong>de</strong>bían exten<strong>de</strong>rse hasta el Mesías, "el Ungido"—<br />

Cristo había recibido la unción <strong>de</strong>l Espíritu <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber sido bautizado <strong>por</strong> Juan en el Jordán, y el<br />

"reino <strong>de</strong> Dios" que habían <strong>de</strong>clarado estar próximo, fue establecido <strong>por</strong> la muerte <strong>de</strong> Cristo. Este reino<br />

no era un imperio terrenal como se les había enseñado a creer. No era tampoco el reino veni<strong>de</strong>ro e<br />

inmortal que se establecerá cuando "el reino, y el dominio, y el señorío <strong>de</strong> <strong>los</strong> reinos <strong>por</strong> <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> todos<br />

<strong>los</strong> cie<strong>los</strong>, será dado al pueblo <strong>de</strong> <strong>los</strong> santos <strong>de</strong>l Altísimo;" ese reino eterno en que "todos <strong>los</strong> dominios<br />

le servirán y le obe<strong>de</strong>cerán a él." (Daniel 7: 27, V.M.) La expresión "reino <strong>de</strong> Dios," tal cual la emplea<br />

la Biblia, significa tanto el reino <strong>de</strong> la gracia como el <strong>de</strong> la gloria. <strong>El</strong> reino <strong>de</strong> la gracia es presentado <strong>por</strong><br />

San Pablo en la Epístola a <strong>los</strong> Hebreos. Después <strong>de</strong> haber hablado <strong>de</strong> Cristo como <strong>de</strong>l intercesor que<br />

pue<strong>de</strong> "compa<strong>de</strong>cerse <strong>de</strong> nuestras flaquezas," el apóstol dice: "Lleguémonos pues confiadamente al trono<br />

<strong>de</strong> la gracia, para alcanzar misericordia, y hallar gracia." (Hebreos 4: 16.) <strong>El</strong> trono <strong>de</strong> la gracia representa<br />

el reino <strong>de</strong> la gracia; pues la existencia <strong>de</strong> un trono envuelve la existencia <strong>de</strong> un reino. En muchas <strong>de</strong> sus<br />

parábolas, Cristo emplea la expresión, "el reino <strong>de</strong> <strong>los</strong> cie<strong>los</strong>," para <strong>de</strong>signar la obra <strong>de</strong> la gracia divina<br />

en <strong>los</strong> corazones <strong>de</strong> <strong>los</strong> hombres. Asimismo el trono <strong>de</strong> la gloria representa el reino <strong>de</strong> la gloria y es a<br />

este reino al que se refería el Salvador en las palabras: "Cuando el Hijo <strong>de</strong>l hombre venga en su gloria,<br />

y todos <strong>los</strong> santos ángeles con él, entonces se sentará sobre el trono <strong>de</strong> su gloria; y serán reunidas <strong>de</strong>lante<br />

<strong>de</strong> él todas las gentes." (S. Mateo 25: 31, 32.) Este reino está aún <strong>por</strong> venir. No quedará establecido sino<br />

en el segundo advenimiento <strong>de</strong> Cristo.<br />

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