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El Conflicto de los Siglos por Elena de White [Nueva Ed.]

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

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<strong>El</strong> <strong>Conflicto</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> Sig<strong>los</strong><br />

últimos restos <strong>de</strong> provisiones que guardaban escondidos; y tamañas atrocida<strong>de</strong>s eran perpetradas muchas<br />

veces <strong>por</strong> gente bien alimentada que sólo <strong>de</strong>seaba almacenar provisiones para más tar<strong>de</strong>. Millares<br />

murieron a consecuencia <strong>de</strong>l hambre y la pestilencia. Los afectos naturales parecían haber <strong>de</strong>saparecido:<br />

<strong>los</strong> esposos se arrebataban unos a otros <strong>los</strong> alimentos; <strong>los</strong> hijos quitaban a sus ancianos padres la comida<br />

que se llevaban a la boca, y la pregunta <strong>de</strong>l profeta: "¿Se olvidará acaso la mujer <strong>de</strong> su niño mamante?"<br />

recibió respuesta en el interior <strong>de</strong> <strong>los</strong> muros <strong>de</strong> la <strong>de</strong>sgraciada ciudad, tal como la diera la Santa Escritura:<br />

"Las misericordiosas manos <strong>de</strong> las mujeres cuecen a sus mismos hijos! ¡éstos les sirven <strong>de</strong> comida en el<br />

quebranto <strong>de</strong> la hija <strong>de</strong> mi pueblo!" (Isaías 49: 15; Lamentaciones 4: 10, V.M.)<br />

Una vez más se cumplía la profecía pronunciada catorce sig<strong>los</strong> antes, y que dice: "La mujer tierna<br />

y <strong>de</strong>licada en medio <strong>de</strong> ti, que nunca probó a asentar en tierra la planta <strong>de</strong> su pie, <strong>de</strong> pura <strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za y<br />

ternura, su ojo será avariento para con el marido <strong>de</strong> su seno, y para con su hijo y su hija, así respecto <strong>de</strong><br />

su niño recién nacido como respecto <strong>de</strong> sus <strong>de</strong>más hijos que hubiere parido; <strong>por</strong>que ella sola <strong>los</strong> comerá<br />

ocultamente en la falta <strong>de</strong> todo, en la premura y en la estrechez con que te estrecharán tus enemigos<br />

<strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> tus ciuda<strong>de</strong>s." (Deuteronomio 28: 56, 57, V.M.)<br />

Los jefes romanos procuraron aterrorizar a <strong>los</strong> judíos para que se rindiesen. A <strong>los</strong> que eran<br />

apresados resistiendo, <strong>los</strong> azotaban, <strong>los</strong> atormentaban y <strong>los</strong> crucificaban frente a <strong>los</strong> muros <strong>de</strong> la ciudad.<br />

Centenares <strong>de</strong> el<strong>los</strong> eran así ejecutados cada día, y el horrendo proce<strong>de</strong>r continuó hasta que a lo largo<br />

<strong>de</strong>l valle <strong>de</strong> Josafat y en el Calvario se erigieron tantas cruces que apenas <strong>de</strong>jaban espacio para pasar<br />

entre ellas. Así fue castigada aquella temeraria imprecación que lanzara el pueblo en el tribunal <strong>de</strong> Pilato,<br />

al exclamar: "¡Recaiga su sangre sobre nosotros, y sobre nuestros hijos!" (S. Mateo 27: 25, V.M.) De<br />

buen grado hubiera Tito hecho cesar tan terribles escenas y ahorrado a Jerusalén la plena medida <strong>de</strong> su<br />

con<strong>de</strong>nación. Le horrorizaba ver <strong>los</strong> montones <strong>de</strong> cadáveres en <strong>los</strong> valles.<br />

Como obsesionado, miraba <strong>de</strong>s<strong>de</strong> lo alto <strong>de</strong>l monte <strong>de</strong> <strong>los</strong> Olivos el magnífico templo y dio la<br />

or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> que no se tocara una sola <strong>de</strong> sus piedras. Antes <strong>de</strong> hacer la tentativa <strong>de</strong> apo<strong>de</strong>rarse <strong>de</strong> esa<br />

fortaleza, dirigió un fervoroso llamamiento a <strong>los</strong> jefes judíos para que no le obligasen a profanar con<br />

sangre el lugar sagrado. Si querían salir a pelear en cualquier otro sitio, ningún romano violaría la<br />

santidad <strong>de</strong>l templo. Josefo mismo, en elocuentísimo discurso, les rogó que se entregasen, para salvarse<br />

a sí mismos, a su ciudad y su lugar <strong>de</strong> culto. Pero respondieron a sus palabras con maldiciones, y<br />

arrojaron dardos a su último mediador humano mientras alegaba con el<strong>los</strong>. Los judíos habían rechazado<br />

las súplicas <strong>de</strong>l Hijo <strong>de</strong> Dios, y ahora cualquier otra instancia o amonestación no podía obtener otro<br />

resultado que inducir<strong>los</strong> a resistir hasta el fin. Vanos fueron <strong>los</strong> esfuerzos <strong>de</strong> Tito para salvar el templo.<br />

Uno mayor que él había <strong>de</strong>clarado que no quedaría piedra sobre piedra que no fuese <strong>de</strong>rribada.<br />

La ciega obstinación <strong>de</strong> <strong>los</strong> jefes judíos y <strong>los</strong> odiosos crímenes perpetrados en el interior <strong>de</strong> la<br />

ciudad sitiada excitaron el horror y la indignación <strong>de</strong> <strong>los</strong> romanos, y finalmente Tito dispuso tomar el<br />

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