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El Conflicto de los Siglos por Elena de White [Nueva Ed.]

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

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<strong>El</strong> <strong>Conflicto</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> Sig<strong>los</strong><br />

días que la ciudad quedó completamente <strong>de</strong>struída. <strong>El</strong> terremoto sobrevino en un día <strong>de</strong> fiesta en que las<br />

iglesias y conventos estaban llenos <strong>de</strong> gente, y escaparon muy pocas personas." —Encyclopaedia<br />

Americana, art. Lisboa, nota (ed. 1831). "<strong>El</strong> terror <strong>de</strong>l pueblo era in<strong>de</strong>scriptible. Nadie lloraba; el<br />

siniestro superaba la capacidad <strong>de</strong> <strong>de</strong>rramar lágrimas. Todos corrían <strong>de</strong> un lado a otro, <strong>de</strong>lirantes <strong>de</strong><br />

horror y espanto, golpeándose la cara y el pecho, gritando: '¡Misericordia! ¡Llegó el fin <strong>de</strong>l mundo!' Las<br />

madres se olvidaban <strong>de</strong> sus hijos y corrían <strong>de</strong> un lado a otro llevando crucifijos. Desgraciadamente,<br />

muchos corrieron a refugiarse en las iglesias; pero en vano se expuso el sacramento; en vano aquella<br />

pobre gente abrazaba <strong>los</strong> altares; imágenes, sacerdotes y feligreses fueron envueltos en la misma ruina."<br />

Se calcula que noventa mil personas perdieron la vida en aquel aciago día. Veinticinco años <strong>de</strong>spués<br />

apareció la segunda señal mencionada en la profecía: el obscurecimiento <strong>de</strong>l sol y <strong>de</strong> la luna. Lo que<br />

hacía esto aun más sorpren<strong>de</strong>nte, era la circunstancia <strong>de</strong> que el tiempo <strong>de</strong> su cumplimiento había sido<br />

indicado <strong>de</strong> un modo preciso.<br />

En su conversación con <strong>los</strong> discípu<strong>los</strong> en el Monte <strong>de</strong> <strong>los</strong> Olivos, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> <strong>de</strong>scribir el largo<br />

período <strong>de</strong> prueba <strong>por</strong> el que <strong>de</strong>bía pasar la iglesia, es <strong>de</strong>cir, <strong>los</strong> mil doscientos sesenta años <strong>de</strong> la<br />

persecución papal, acerca <strong>de</strong> <strong>los</strong> cuales había prometido que la tribulación sería acortada, el Salvador<br />

mencionó en las siguientes palabras ciertos acontecimientos que <strong>de</strong>bían prece<strong>de</strong>r su venida y fijó a<strong>de</strong>más<br />

el tiempo en que se realizaría el primero <strong>de</strong> éstos: "En aquel<strong>los</strong> días, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> aquella aflicción, el sol<br />

se obscurecerá, y la luna no dará su resplandor. (S. Marcos 13: 24.) Los 1260 días, o años, terminaron<br />

en 1798. La persecución había concluido casi <strong>por</strong> completo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hacía casi un cuarto <strong>de</strong> siglo. Después<br />

<strong>de</strong> esta persecución, según las palabras <strong>de</strong> Cristo, el sol <strong>de</strong>bía obscurecerse. Pues bien, el 19 <strong>de</strong> mayo <strong>de</strong><br />

1780 se cumplió esta profecía.<br />

Único o casi único en su especie, <strong>por</strong> lo misterioso <strong>de</strong>l hasta ahora inexplicado fenómeno que en<br />

él se verificó, . . . fue el día obscuro <strong>de</strong>l 19 <strong>de</strong> mayo <strong>de</strong> 1780, inexplicable obscurecimiento <strong>de</strong> todo el<br />

cielo visible y atmósfera <strong>de</strong> <strong>Nueva</strong> Inglaterra." —R. M. Devens, Our First Century, pág. 89. Un testigo<br />

ocular que vivía en Massachusetts <strong>de</strong>scribe el acontecimiento <strong>de</strong>l modo siguiente: "Por la mañana salió<br />

el sol <strong>de</strong>spejado, pero pronto se anubló. Las nubes fueron espesándose y <strong>de</strong>l seno <strong>de</strong> la obscuridad que<br />

ostentaban brillaron relámpagos, se oyeron truenos y <strong>de</strong>scargóse leve aguacero. A eso <strong>de</strong> las nueve, las<br />

nubes se atenuaron y, revistiendo un tinte cobrizo, <strong>de</strong>mudaron el aspecto <strong>de</strong>l suelo, peñas y árboles al<br />

punto que no parecían ser <strong>de</strong> nuestra tierra. A <strong>los</strong> pocos minutos, un <strong>de</strong>nso nubarrón negro se extendió<br />

<strong>por</strong> todo el firmamento <strong>de</strong>jando tan sólo un estrecho bor<strong>de</strong> en el horizonte, y haciendo tan obscuro el día<br />

como suele serlo en verano a las nueve <strong>de</strong> la noche.... Temor, zozobra y terror se apo<strong>de</strong>raron<br />

gradualmente <strong>de</strong> <strong>los</strong> ánimos. Des<strong>de</strong> las puertas <strong>de</strong> sus casas, las mujeres contemplaban la lóbrega escena;<br />

<strong>los</strong> hombres volvían <strong>de</strong> las faenas <strong>de</strong>l campo; el carpintero <strong>de</strong>jaba las herramientas, el herrero la fragua,<br />

el comerciante el mostrador. Los niños fueron <strong>de</strong>spedidos <strong>de</strong> las escuelas y huyeron a sus casas llenos<br />

<strong>de</strong> miedo. Los caminantes hacían alto en la primera casa que encontraban. ¿Qué va a pasar? preguntaban<br />

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