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El Conflicto de los Siglos por Elena de White [Nueva Ed.]

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

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<strong>El</strong> <strong>Conflicto</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> Sig<strong>los</strong><br />

alegría las nuevas <strong>de</strong> la re<strong>de</strong>nción <strong>por</strong> Cristo. Las observancias establecidas <strong>por</strong> Roma no habían<br />

infundido paz a su alma y, llenos <strong>de</strong> fe, aceptaban la sangre <strong>de</strong>l Salvador en propiciación <strong>por</strong> sus pecados.<br />

Estos regresaron a sus hogares para revelar a otros la luz preciosa que habían recibido. Así fue llevada<br />

la verdad <strong>de</strong> al<strong>de</strong>a en al<strong>de</strong>a, <strong>de</strong> pueblo en pueblo, y el número <strong>de</strong> peregrinos que iban al santuario <strong>de</strong> la<br />

virgen, disminuyó notablemente. Menguaron las ofrendas, y en consecuencia la prebenda <strong>de</strong> Zuinglio<br />

menguó también, <strong>por</strong>que <strong>de</strong> aquéllas sacaba su subsistencia. Pero sentíase feliz al ver quebrantarse el<br />

po<strong>de</strong>r <strong>de</strong>l fanatismo y <strong>de</strong> la superstición.<br />

Las autorida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la iglesia no ignoraban la obra que Zuinglio estaba realizando, pero en aquel<br />

momento no pensaron intervenir. Abrigaban todavía la esperanza <strong>de</strong> ganarlo para su causa y se<br />

esforzaron en conseguirlo <strong>por</strong> medio <strong>de</strong> agasajos; entre tanto la verdad fue ganando terreno y<br />

extendiéndose en <strong>los</strong> corazones <strong>de</strong>l pueblo. Los trabajos <strong>de</strong> Zuinglio en Einsie<strong>de</strong>ln le prepararon para<br />

una esfera <strong>de</strong> acción más amplia en la cual pronto iba a entrar. Pasados tres años, fue llamado a<br />

<strong>de</strong>sempeñar el cargo <strong>de</strong> predicador en la catedral <strong>de</strong> Zurich. Era esta ciudad en aquel entonces la más<br />

im<strong>por</strong>tante <strong>de</strong> la confe<strong>de</strong>ración suiza, y la influencia que el predicador pudiera ejercer en ella <strong>de</strong>bía tener<br />

un radio más extenso. Pero <strong>los</strong> eclesiásticos que le habían llamado a Zurich, <strong>de</strong>seosos <strong>de</strong> evitar sus<br />

innovaciones, procedieron a darle instrucciones acerca <strong>de</strong> sus <strong>de</strong>beres. "Pondréis todo vuestro cuidado<br />

—le dijeron— en recaudar las rentas <strong>de</strong>l cabildo, sin <strong>de</strong>scuidar siquiera las <strong>de</strong> menor cuantía. Exhortaréis<br />

a <strong>los</strong> fieles, ya <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el púlpito, ya en el confesonario, a que paguen <strong>los</strong> censos y <strong>los</strong> diezmos, y a que<br />

muestren con sus ofrendas cuánto aman a la iglesia. Procuraréis multiplicar las rentas proce<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong> <strong>los</strong><br />

enfermos, <strong>de</strong> las misas, y en general <strong>de</strong> todo acto eclesiástico." "Respecto a la administración <strong>de</strong> <strong>los</strong><br />

sacramentos, a la predicación y a la vigilancia requerida para apacentar la grey, son también <strong>de</strong>beres <strong>de</strong>l<br />

cura párroco. No obstante, podéis <strong>de</strong>scargaros <strong>de</strong> esta última parte <strong>de</strong> vuestro ministerio tomando un<br />

vicario substituto, sobre todo para la predicación. Vos no <strong>de</strong>béis administrar <strong>los</strong> sacramentos sino a <strong>los</strong><br />

más notables, y sólo <strong>de</strong>spués que os lo hayan pedido; os está prohibido administrar<strong>los</strong> sin distinción <strong>de</strong><br />

personas." — Id., cap. 6. 215<br />

Zuinglio oyó en silencio estas explicaciones, y en contestación, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber expresado su<br />

gratitud <strong>por</strong> el honor que le habían conferido al haberle llamado a tan im<strong>por</strong>tante puesto, procedió a<br />

explicar el plan <strong>de</strong> trabajo que se había propuesto adoptar. "La vida <strong>de</strong> Jesús —dijo— ha estado<br />

<strong>de</strong>masiado tiempo oculta al pueblo. Me propongo predicar sobre todo el Evangelio según San Mateo, . . .<br />

ciñéndome a la fuente <strong>de</strong> la Sagrada Escritura, escudriñándola y comparándola con ella misma, buscando<br />

su inteligencia <strong>por</strong> medio <strong>de</strong> ardientes y constantes oraciones. A la gloria <strong>de</strong> Dios, a la alabanza <strong>de</strong> su<br />

único Hijo, a la pura salvación <strong>de</strong> las almas, y a su instrucción en la verda<strong>de</strong>ra fe, es a lo que consagraré<br />

mi ministerio." —Ibid. Aunque algunos <strong>de</strong> <strong>los</strong> eclesiásticos <strong>de</strong>saprobaron este plan y procuraron<br />

disuadirle <strong>de</strong> adoptarlo, Zuinglio se mantuvo firme. Declaró que no iba a introducir un método nuevo,<br />

sino el antiguo método empleado <strong>por</strong> la iglesia en lo pasado, en tiempos <strong>de</strong> mayor pureza religiosa.<br />

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