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El Conflicto de los Siglos por Elena de White [Nueva Ed.]

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

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<strong>El</strong> <strong>Conflicto</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> Sig<strong>los</strong><br />

sino para nosotros, ministraban estas cosas." Consi<strong>de</strong>rad a esos santos hombres <strong>de</strong> Dios que "buscaron<br />

e inquirieron diligentemente tocante a las revelaciones que les fueron dadas para generaciones que aún<br />

no habían nacido. Comparad su santo celo con la indiferencia con que <strong>los</strong> favorecidos en eda<strong>de</strong>s<br />

posteriores trataron este don <strong>de</strong>l cielo. ¡Qué censura contra la apatía, amiga <strong>de</strong> la comodidad y <strong>de</strong> la<br />

mundanalidad, que se contenta con <strong>de</strong>clarar que no se pue<strong>de</strong>n enten<strong>de</strong>r las profecías! Si bien es cierto<br />

que la inteligencia <strong>de</strong> <strong>los</strong> hombres no es capaz <strong>de</strong> penetrar en <strong>los</strong> consejos <strong>de</strong>l Eterno, ni <strong>de</strong> compren<strong>de</strong>r<br />

enteramente el modo en que se cumplen sus <strong>de</strong>signios, el hecho <strong>de</strong> que le resulten tan vagos <strong>los</strong> mensajes<br />

<strong>de</strong>l cielo se <strong>de</strong>be con frecuencia a algún error o <strong>de</strong>scuido <strong>de</strong> su parte. A menudo la mente <strong>de</strong>l pueblo —<br />

y hasta <strong>de</strong> <strong>los</strong> siervos <strong>de</strong> Dios— es ofuscada <strong>por</strong> las opiniones humanas, las tradiciones y las falsas<br />

enseñanzas <strong>de</strong> <strong>los</strong> hombres, <strong>de</strong> suerte que no alcanzan a compren<strong>de</strong>r más que parcialmente las gran<strong>de</strong>s<br />

cosas que Dios reveló en su Palabra. Así les pasó a <strong>los</strong> discípu<strong>los</strong> <strong>de</strong> Cristo, cuando el mismo Señor<br />

estaba con el<strong>los</strong> en persona. Su espíritu estaba dominado <strong>por</strong> la creencia popular <strong>de</strong> que el Mesías sería<br />

un príncipe terrenal, que exaltaría a Israel a la altura <strong>de</strong> un imperio universal, y no pudieron compren<strong>de</strong>r<br />

el significado <strong>de</strong> sus palabras cuando les anunció sus pa<strong>de</strong>cimientos y su muerte.<br />

<strong>El</strong> mismo Cristo <strong>los</strong> envió con el mensaje: "Se ha cumplido el tiempo, y se ha acercado el reino<br />

<strong>de</strong> Dios: arrepentíos, y creed el evangelio." (S. Marcos 1: 15, V.M.) <strong>El</strong> mensaje se fundaba en la profecía<br />

<strong>de</strong>l capítulo noveno <strong>de</strong> Daniel. <strong>El</strong> ángel había <strong>de</strong>clarado que las sesenta y nueve semanas alcanzarían<br />

"hasta el Mesías Príncipe," y con gran<strong>de</strong>s esperanzas y gozo anticipado <strong>los</strong> discípu<strong>los</strong> anhelaban que se<br />

estableciera en Jerusalén el reino <strong>de</strong>l Mesías que <strong>de</strong>bía exten<strong>de</strong>rse <strong>por</strong> toda la tierra. Predicaron el<br />

mensaje que Cristo les había confiado aun cuando el<strong>los</strong> mismos entendían mal su significado. Aunque<br />

su mensaje se basaba en Daniel 9:25, no notaron que, según el versículo siguiente <strong>de</strong>l mismo capítulo,<br />

el Mesías iba a ser muerto. Des<strong>de</strong> su más tierna edad la esperanza <strong>de</strong> su corazón se había cifrado en la<br />

gloria <strong>de</strong> un futuro imperio terrenal, y eso les cegaba la inteligencia con respecto tanto a <strong>los</strong> datos <strong>de</strong> la<br />

profecía como a las palabras <strong>de</strong> Cristo.<br />

Cumplieron su <strong>de</strong>ber presentando a la nación judaica el llamamiento misericordioso, y luego, en<br />

el momento mismo en que esperaban ver a su Señor ascen<strong>de</strong>r al trono <strong>de</strong> David, le vieron aprehendido<br />

como un malhechor, azotado, escarnecido y con<strong>de</strong>nado, y elevado en la cruz <strong>de</strong>l Calvario. ¡Qué<br />

<strong>de</strong>sesperación y qué angustia no <strong>de</strong>sgarraron <strong>los</strong> corazones <strong>de</strong> esos discípu<strong>los</strong> durante <strong>los</strong> días en que su<br />

Señor dormía en la tumba! Cristo había venido al tiempo exacto y en la manera que anunciara la profecía.<br />

La <strong>de</strong>claración <strong>de</strong> las Escrituras se había cumplido en cada <strong>de</strong>talle <strong>de</strong> su ministerio. Había predicado el<br />

mensaje <strong>de</strong> salvación, y "su palabra era con autoridad." Los corazones <strong>de</strong> sus oyentes habían atestiguado<br />

que el mensaje venía <strong>de</strong>l cielo. La Palabra y el Espíritu <strong>de</strong> Dios confirmaban el carácter divino <strong>de</strong> la<br />

misión <strong>de</strong> su Hijo.<br />

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