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El Conflicto de los Siglos por Elena de White [Nueva Ed.]

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

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<strong>El</strong> <strong>Conflicto</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> Sig<strong>los</strong><br />

<strong>El</strong> Rey <strong>de</strong> reyes <strong>de</strong>scien<strong>de</strong> en la nube, envuelto en llamas <strong>de</strong> fuego. <strong>El</strong> cielo se recoge como un<br />

libro que se enrolla, la tierra tiembla ante su presencia, y todo monte y toda isla se mueven <strong>de</strong> sus lugares.<br />

Vendrá nuestro Dios, y no callará: fuego consumirá <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> el, y en <strong>de</strong>rredor suyo habrá tempestad<br />

gran<strong>de</strong>. Convocará a <strong>los</strong> cie<strong>los</strong> <strong>de</strong> arriba, y a la tierra, para juzgar a su pueblo." (Salmo 50: 3, 4.) Y <strong>los</strong><br />

reyes <strong>de</strong> la tierra y <strong>los</strong> príncipes, y <strong>los</strong> ricos, y <strong>los</strong> capitanes, y <strong>los</strong> fuertes, y todo siervo y todo libre, se<br />

escondieron en las cuevas y entre las peñas <strong>de</strong> <strong>los</strong> montes; y <strong>de</strong>cían a <strong>los</strong> montes y a las peñas: Caed<br />

sobre nosotros, y escon<strong>de</strong>dnos <strong>de</strong> la cara <strong>de</strong> aquel que está sentado sobre el trono, y <strong>de</strong> la ira <strong>de</strong>l Cor<strong>de</strong>ro:<br />

<strong>por</strong>que el gran día <strong>de</strong> su ira es venido; ¿y quién podrá estar firme?" (Apocalipsis 6: 15-17.) Cesaron las<br />

burlas. Callan <strong>los</strong> labios mentirosos. <strong>El</strong> choque <strong>de</strong> las armas y el tumulto <strong>de</strong> la batalla, "con<br />

revolcamiento <strong>de</strong> vestidura en sangre" (Isaías 9: 5), han concluido. Sólo se oyen ahora voces <strong>de</strong> oración,<br />

llanto y lamentación. De las bocas que se mofaban poco antes, estalla el grito: "<strong>El</strong> gran día <strong>de</strong> su ira es<br />

venido; ¿y quién podrá estar firme?" Los impíos pi<strong>de</strong>n ser sepultados bajo las rocas <strong>de</strong> las montañas,<br />

antes que ver la cara <strong>de</strong> Aquel a quien han <strong>de</strong>spreciado y rechazado.<br />

Conocen esa voz que penetra hasta el oído <strong>de</strong> <strong>los</strong> muertos. ¡Cuántas veces sus tiernas y<br />

quejumbrosas modulaciones no <strong>los</strong> han llamado al arrepentimiento! ¡Cuántas veces no ha sido oída en<br />

las conmovedoras exhortaciones <strong>de</strong> un amigo, <strong>de</strong> un hermano, <strong>de</strong> un Re<strong>de</strong>ntor! Para <strong>los</strong> que rechazaron<br />

su gracia, ninguna otra podría estar tan llena <strong>de</strong> con<strong>de</strong>nación ni tan cargada <strong>de</strong> acusaciones, como esta<br />

voz que tan a menudo exhortó con estas palabras: "Volveos, volveos <strong>de</strong> vuestros caminos ma<strong>los</strong>, pues<br />

¿<strong>por</strong> qué moriréis?" (Ezequiel 33: 11, V.M.) ¡Oh, si sólo fuera para el<strong>los</strong> la voz <strong>de</strong> un extraño! Jesús<br />

dice: "Por cuanto llamé, y no quisisteis; extendí mi mano, y no hubo quien escuchase; antes <strong>de</strong>sechasteis<br />

todo consejo mío, y mi reprensión no quisisteis." (Proverbios 1: 24, 25.) Esa voz <strong>de</strong>spierta recuerdos que<br />

el<strong>los</strong> quisieran borrar, <strong>de</strong> avisos <strong>de</strong>spreciados, invitaciones rechazadas, privilegios <strong>de</strong>s<strong>de</strong>ñados. Allí<br />

están <strong>los</strong> que se mofaron <strong>de</strong> Cristo en su humillación. Con fuerza penetrante acu<strong>de</strong>n a su mente las<br />

palabras <strong>de</strong>l Varón <strong>de</strong> dolores, cuando, conjurado <strong>por</strong> el sumo sacerdote, <strong>de</strong>claró solemnemente: "Des<strong>de</strong><br />

ahora habéis <strong>de</strong> ver al Hijo <strong>de</strong>l hombre sentado a la diestra <strong>de</strong> la potencia <strong>de</strong> Dios, y que viene en las<br />

nubes <strong>de</strong>l cielo." (S. Mateo 26: 64.)<br />

Ahora le ven en su gloria, y <strong>de</strong>ben verlo aún sentado a la diestra <strong>de</strong>l po<strong>de</strong>r divino. Los que pusieron<br />

en ridículo su aserto <strong>de</strong> ser el Hijo <strong>de</strong> Dios enmu<strong>de</strong>cen ahora. Allí está el altivo Hero<strong>de</strong>s que se burló <strong>de</strong><br />

su título real y mandó a <strong>los</strong> soldados escarnecedores que le coronaran. Allí están <strong>los</strong> hombres mismos<br />

que con manos impías pusieron sobre su cuerpo el manto <strong>de</strong> grana, sobre sus sagradas sienes la corona<br />

<strong>de</strong> espinas y en su dócil mano un cetro burlesco, y se inclinaron ante él con burlas <strong>de</strong> blasfemia. Los<br />

hombres que golpearon y escupieron al Príncipe <strong>de</strong> la vida, tratan <strong>de</strong> evitar ahora su mirada penetrante<br />

y <strong>de</strong> huir <strong>de</strong> la gloria abrumadora <strong>de</strong> su presencia. Los que atravesaron con clavos sus manos y sus pies,<br />

<strong>los</strong> soldados que le abrieron el costado, consi<strong>de</strong>ran esas señales con terror y remordimiento.<br />

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