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El Conflicto de los Siglos por Elena de White [Nueva Ed.]

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

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<strong>El</strong> <strong>Conflicto</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> Sig<strong>los</strong><br />

7, cap. 9. Estaba <strong>de</strong>cidido a no salirse <strong>de</strong>l sen<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> la costumbre, ni siquiera para ir <strong>por</strong> el camino <strong>de</strong><br />

la verdad y <strong>de</strong> la rectitud. Por la razón <strong>de</strong> que sus padres lo habían sostenido, él también sostendría al<br />

papado y toda su crueldad y corrupción. De modo que se dispuso a no aceptar más luz que la que habían<br />

recibido sus padres y a no hacer cosa que el<strong>los</strong> no hubiesen hecho. Son muchos <strong>los</strong> que en la actualidad<br />

se aferran a las costumbres y tradiciones <strong>de</strong> sus padres. Cuando el Señor les envía alguna nueva luz se<br />

niegan a aceptarla <strong>por</strong>que sus padres, no habiéndola conocido, no la recibieron. No estamos en la misma<br />

situación que nuestros padres, y <strong>por</strong> consiguiente nuestros <strong>de</strong>beres y responsabilida<strong>de</strong>s no son <strong>los</strong><br />

mismos tampoco. No nos aprobará Dios si miramos el ejemplo <strong>de</strong> nuestros padres para <strong>de</strong>terminar lo<br />

que es nuestro <strong>de</strong>ber, en vez <strong>de</strong> escudriñar la Biblia <strong>por</strong> nosotros mismos. Nuestra responsabilidad es<br />

más gran<strong>de</strong> que la <strong>de</strong> nuestros antepasados. Somos <strong>de</strong>udores <strong>por</strong> la luz que recibieron el<strong>los</strong> y que nos<br />

entregaron como herencia, y <strong>de</strong>udores <strong>por</strong> la mayor luz que nos alumbra hoy proce<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> la Palabra<br />

<strong>de</strong> Dios.<br />

Cristo dijo a <strong>los</strong> incrédu<strong>los</strong> judíos: "Si yo no hubiera venido y les hubiera hablado, no hubieran<br />

tenido pecado; mas ahora no tienen excusa <strong>por</strong> su pecado." (S. Juan 15: 22, V.M.) <strong>El</strong> mismo po<strong>de</strong>r divino<br />

habló <strong>por</strong> boca <strong>de</strong> Lutero al emperador y a <strong>los</strong> príncipes <strong>de</strong> Alemania. Y mientras la luz resplan<strong>de</strong>cía<br />

proce<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> la Palabra <strong>de</strong> Dios, su Espíritu alegó <strong>por</strong> última vez con muchos <strong>de</strong> <strong>los</strong> que se hallaban en<br />

aquella asamblea. Así como Pilato, sig<strong>los</strong> antes, permitiera que el orgullo y la popularidad le cerraran el<br />

corazón para que no recibiera al Re<strong>de</strong>ntor <strong>de</strong>l mundo; y así como el cobar<strong>de</strong> Félix rechazara el mensaje<br />

<strong>de</strong> verdad, diciendo: "Ahora vete; mas en teniendo o<strong>por</strong>tunidad te llamaré," y así como el orgul<strong>los</strong>o<br />

Agripa confesara: Por poco me persua<strong>de</strong>s a ser Cristiano (Hechos 24: 25; 26: 28), pero rechazó el<br />

mensaje que le era enviado <strong>de</strong>l cielo, así también Car<strong>los</strong> V, cediendo a las instancias <strong>de</strong>l orgullo y <strong>de</strong> la<br />

política <strong>de</strong>l mundo, <strong>de</strong>cidió rechazar la luz <strong>de</strong> la verdad. Corrían <strong>por</strong> todas partes muchos rumores <strong>de</strong> <strong>los</strong><br />

proyectos hostiles a Lutero y <strong>de</strong>spertaban gran agitación en la ciudad.<br />

Lutero se había conquistado muchos amigos que, conociendo la traidora crueldad <strong>de</strong> Roma para<br />

con <strong>los</strong> que se atrevían a sacar a luz sus corrupciones, resolvieron evitar a todo trance que él fuese<br />

sacrificado. Centenares <strong>de</strong> nobles se comprometieron a protegerle. No pocos <strong>de</strong>nunciaban públicamente<br />

el mensaje imperial como prueba evi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> humillante sumisión al po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> Roma. Se fijaron<br />

pasquines en las puertas <strong>de</strong> las casas y en las plazas públicas, unos contra Lutero y otros en su favor. En<br />

uno <strong>de</strong> el<strong>los</strong> se leían sencillamente estas enérgicas palabras <strong>de</strong>l sabio: "¡Ay <strong>de</strong> ti, oh tierra, cuyo rey es<br />

un niño! " (Eclesiastés 10: 16, V.M.) <strong>El</strong> entusiasmo que el pueblo manifestaba en favor <strong>de</strong> Lutero en<br />

todas partes <strong>de</strong>l imperio, dio a conocer a Car<strong>los</strong> y a la dieta que si se cometía una injusticia contra él<br />

bien podrían quedar comprometidas la paz <strong>de</strong>l imperio y la estabilidad <strong>de</strong>l trono.<br />

Fe<strong>de</strong>rico <strong>de</strong> Sajonia observó una bien estudiada reserva, ocultando cuidadosamente sus<br />

verda<strong>de</strong>ros sentimientos para con el reformador, y al mismo tiempo lo custodiaba con incansable<br />

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