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El Conflicto de los Siglos por Elena de White [Nueva Ed.]

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

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<strong>El</strong> <strong>Conflicto</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> Sig<strong>los</strong><br />

<strong>de</strong> Dios. En un arrebato belicoso señala <strong>los</strong> innumerables millones que han sido resucitados <strong>de</strong> entre <strong>los</strong><br />

muertos, y <strong>de</strong>clara que como jefe <strong>de</strong> el<strong>los</strong> es muy capaz <strong>de</strong> <strong>de</strong>struir la ciudad y recuperar su trono y su<br />

reino.<br />

Entre aquella inmensa muchedumbre se cuentan numerosos representantes <strong>de</strong> la raza longeva que<br />

existía antes <strong>de</strong>l diluvio; hombres <strong>de</strong> estatura elevada y <strong>de</strong> capacidad intelectual gigantesca, que<br />

habiendo cedido al dominio <strong>de</strong> <strong>los</strong> ángeles caídos, consagraron toda su habilidad y todos sus<br />

conocimientos a la exaltación <strong>de</strong> sí mismos; hombres cuyas obras artísticas maravil<strong>los</strong>as hicieron que el<br />

mundo idolatrase su genio, pero cuya crueldad y ma<strong>los</strong> ardi<strong>de</strong>s mancillaron la tierra y borraron la imagen<br />

<strong>de</strong> Dios, <strong>de</strong> suerte que el Creador <strong>los</strong> hubo <strong>de</strong> raer <strong>de</strong> la superficie <strong>de</strong> la tierra. Allí hay reyes y generales<br />

que conquistaron naciones, hombres valientes que nunca perdieron una batalla, guerreros soberbios y<br />

ambiciosos cuya venida hacía temblar reinos. La muerte no <strong>los</strong> cambió. Al salir <strong>de</strong> la tumba, reasumen<br />

el curso <strong>de</strong> sus pensamientos en el punto mismo en que lo <strong>de</strong>jaran. Se levantan animados <strong>por</strong> el mismo<br />

<strong>de</strong>seo <strong>de</strong> conquista que <strong>los</strong> dominaba cuando cayeron. Satanás consulta con sus ángeles, y luego con<br />

esos reyes, conquistadores y hombres po<strong>de</strong>rosos. Consi<strong>de</strong>ran la fuerza y el número <strong>de</strong> <strong>los</strong> suyos, y<br />

<strong>de</strong>claran que el ejercito que está <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la ciudad es pequeño, comparado con el <strong>de</strong> el<strong>los</strong>, y que se lo<br />

pue<strong>de</strong> vencer. Preparan sus planes para apo<strong>de</strong>rarse <strong>de</strong> las riquezas y gloria <strong>de</strong> la nueva Jerusalén. En el<br />

acto todos se disponen para la batalla. Hábiles artífices fabrican armas <strong>de</strong> guerra. Renombrados caudil<strong>los</strong><br />

organizan en compañías y divisiones las muchedumbres <strong>de</strong> guerreros.<br />

Al fin se da la or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> marcha, y las huestes innumerables se ponen en movimiento —un ejército<br />

cual no fue jamás reunido <strong>por</strong> conquistadores terrenales ni podría ser igualado <strong>por</strong> las fuerzas<br />

combinadas <strong>de</strong> todas las eda<strong>de</strong>s <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que empezaron las guerras en la tierra. Satanás, el más po<strong>de</strong>roso<br />

guerrero, marcha al frente, y sus ángeles unen sus fuerzas para esta batalla final. Hay reyes y guerreros<br />

en su comitiva, y las multitu<strong>de</strong>s siguen en gran<strong>de</strong>s compañías, cada cual bajo su correspondiente jefe.<br />

Con precisión militar las columnas cerradas avanzan sobre la superficie <strong>de</strong>sgarrada y escabrosa <strong>de</strong> la<br />

tierra hacia la ciudad <strong>de</strong> Dios. Por or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> Jesús, se cierran las puertas <strong>de</strong> la nueva Jerusalén, y <strong>los</strong><br />

ejércitos <strong>de</strong> Satanás circundan la ciudad y se preparan para el asalto. Entonces Cristo reaparece a la vista<br />

<strong>de</strong> sus enemigos. Muy <strong>por</strong> encima <strong>de</strong> la ciudad, sobre un fundamento <strong>de</strong> oro bruñido, hay un trono alto<br />

y encumbrado. En el trono está sentado el Hijo <strong>de</strong> Dios, y en torno suyo están <strong>los</strong> súbditos <strong>de</strong> su reino.<br />

Ningún lenguaje, ninguna pluma pue<strong>de</strong>n expresar ni <strong>de</strong>scribir el po<strong>de</strong>r y la majestad <strong>de</strong> Cristo. La gloria<br />

<strong>de</strong>l Padre Eterno envuelve a su Hijo. <strong>El</strong> esplendor <strong>de</strong> su presencia llena la ciudad <strong>de</strong> Dios, rebosando<br />

más allá <strong>de</strong> las puertas e inundando toda la tierra con su brillo.<br />

Inmediatos al trono se encuentran <strong>los</strong> que fueron alguna vez ce<strong>los</strong>os en la causa <strong>de</strong> Satanás, pero<br />

que, cual tizones arrancados <strong>de</strong>l fuego, siguieron luego a su Salvador con profunda e intensa <strong>de</strong>voción.<br />

Vienen <strong>de</strong>spués <strong>los</strong> que perfeccionaron su carácter cristiano en medio <strong>de</strong> la mentira y <strong>de</strong> la incredulidad,<br />

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