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El Conflicto de los Siglos por Elena de White [Nueva Ed.]

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

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<strong>El</strong> <strong>Conflicto</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> Sig<strong>los</strong><br />

odiaban las restricciones y <strong>los</strong> preceptos <strong>de</strong> la ley <strong>de</strong> Dios se llenaron <strong>de</strong> júbilo. Los hombres <strong>de</strong>safiaban<br />

públicamente al Rey <strong>de</strong> <strong>los</strong> cie<strong>los</strong>, y gritaban como <strong>los</strong> pecadores <strong>de</strong> la antigüedad: "¿Cómo sabe Dios?<br />

¿y hay conocimiento en lo alto?" (Salmo 73: 11.) Uno <strong>de</strong> <strong>los</strong> sacerdotes <strong>de</strong>l nuevo or<strong>de</strong>n, profiriendo<br />

terribles blasfemias, dijo: "¡Dios! si es cierto que existes, toma venganza <strong>de</strong> las injurias que se hacen a<br />

tu nombre. ¡Yo te <strong>de</strong>safío! Guardas silencio; no te atreves a <strong>de</strong>scargar tus truenos. Entonces ¿quién va a<br />

creer que existes?" —M. Ch. Lacretelle, Histoire <strong>de</strong> France pendant le dixhuitième siècle, tomo 2, pág.<br />

309. ¡Qué eco tan fiel <strong>de</strong> la pregunta <strong>de</strong> Faraón: "¿Quién es Jehová, para que yo oiga su voz?" "No<br />

conozco a Jehová"!<br />

"Dijo el necio en su corazón: No hay Dios." (Salmo 14: 1.) Y el Señor <strong>de</strong>clara respecto <strong>de</strong> <strong>los</strong> que<br />

pervierten la verdad que "se hará manifiesta a todos su necedad." (2 Timoteo 3: 9, V.M.) Después que<br />

hubo renunciado al culto <strong>de</strong>l Dios vivo, "el Alto y el Excelso que habita la eternidad," cayó Francia al<br />

poco tiempo en una idolatría <strong>de</strong>gradante rindiendo culto a la diosa <strong>de</strong> la razón en la persona <strong>de</strong> una mujer<br />

libertina. ¡Y esto en la cámara representativa <strong>de</strong> la nación y <strong>por</strong> medio <strong>de</strong> las más altas autorida<strong>de</strong>s civiles<br />

y legislativas! Dice el historiador: "Una <strong>de</strong> las ceremonias <strong>de</strong> aquel tiempo <strong>de</strong> locura no tiene igual <strong>por</strong><br />

lo absurdo combinado con lo impío. Las puertas <strong>de</strong> la convención se abrieron <strong>de</strong> par en par para dar<br />

entrada a <strong>los</strong> músicos <strong>de</strong> la banda que precedía a <strong>los</strong> miembros <strong>de</strong>l cuerpo municipal que entraron en<br />

solemne procesión, cantando un himno a la libertad y escoltando como objeto <strong>de</strong> su futura adoración a<br />

una mujer cubierta con un velo y a la cual llamaban la diosa <strong>de</strong> la razón. Cuando llegó ésta al lugar que<br />

le estaba reservado, le fue quitado el velo con gran ceremonial, y se le dio asiento a la <strong>de</strong>recha <strong>de</strong>l<br />

presi<strong>de</strong>nte, reconociendo todos el<strong>los</strong> en ella a una bailarina <strong>de</strong> la ópera.... A esta mujer rindió público<br />

homenaje la convención nacional <strong>de</strong> Francia, consi<strong>de</strong>rándola como la representación más perfecta <strong>de</strong> la<br />

razón que el<strong>los</strong> veneraban. "Esta momería sacrílega y ridícula estuvo <strong>de</strong> moda; y la instalación <strong>de</strong> la<br />

diosa <strong>de</strong> la razón fue imitada en algunas poblaciones <strong>de</strong>l país que <strong>de</strong>seaban <strong>de</strong>mostrar que se hallaban a<br />

la altura <strong>de</strong> la Revolución. —Scott, tomo 1, cap. 17.<br />

<strong>El</strong> orador que introdujo el culto <strong>de</strong> la razón, se expresó en estos términos: ¡Legisladores! <strong>El</strong><br />

fanatismo ha cedido su puesto a la razón; sus turbios ojos no han podido resistir el brillo <strong>de</strong> la luz. Un<br />

pueblo inmenso se ha trasladado hoy a esas bóvedas góticas, en las que <strong>por</strong> vez primera han repercutido<br />

<strong>los</strong> ecos <strong>de</strong> la verdad. Allí han celebrado <strong>los</strong> franceses el único culto verda<strong>de</strong>ro: el <strong>de</strong> la libertad, el <strong>de</strong> la<br />

razón. Allí hemos hecho votos <strong>por</strong> la prosperidad <strong>de</strong> las armas <strong>de</strong> la República; allí hemos abandonado<br />

inanimados ído<strong>los</strong> para seguir a la razón, a esta imagen animada, la obra más sublime <strong>de</strong> la naturaleza."<br />

—M. A. Thiers, Historia <strong>de</strong> la Revolución Francesa, cap. 29. Al ser presentada la diosa ante la<br />

convención, la tomó el orador <strong>de</strong> la mano y dirigiéndose a toda la asamblea, dijo: "Mortales, cesad <strong>de</strong><br />

temblar ante <strong>los</strong> truenos impotentes <strong>de</strong> un Dios que vuestros temores crearon. No reconozcáis <strong>de</strong> hoy en<br />

a<strong>de</strong>lante otra divinidad que la razón. Yo os presento su imagen más noble y pura; y, si habéis <strong>de</strong> tener<br />

ído<strong>los</strong>, ofreced sacrificios solamente a <strong>los</strong> que sean como éste.... ¡Caiga ante el augusto senado <strong>de</strong> la<br />

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