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El Conflicto de los Siglos por Elena de White [Nueva Ed.]

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

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<strong>El</strong> <strong>Conflicto</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> Sig<strong>los</strong><br />

temblaban . . . <strong>los</strong> reyes <strong>de</strong> la tierra? . . . Nadie pue<strong>de</strong> saber lo que sufrió mi corazón en <strong>los</strong> dos primeros<br />

años, y en qué abatimiento, en qué <strong>de</strong>sesperación caí muchas veces."—Ibid. Pero no fue <strong>de</strong>jado solo en<br />

brazos <strong>de</strong>l <strong>de</strong>saliento. Cuando le faltaba la ayuda <strong>de</strong> <strong>los</strong> hombres, la esperaba <strong>de</strong> Dios solo y aprendió<br />

así a confiar sin reserva en su brazo todopo<strong>de</strong>roso. A un amigo <strong>de</strong> la Reforma escribió Lutero: "No se<br />

pue<strong>de</strong> llegar a compren<strong>de</strong>r las Escrituras, ni con el estudio, ni con la inteligencia; vuestro primer <strong>de</strong>ber<br />

es pues empezar <strong>por</strong> la oración. Pedid al Señor que se digne, <strong>por</strong> su gran misericordia, conce<strong>de</strong>ros el<br />

verda<strong>de</strong>ro conocimiento <strong>de</strong> su Palabra. No hay otro intérprete <strong>de</strong> la Palabra <strong>de</strong> Dios, que el mismo Autor<br />

<strong>de</strong> esta Palabra, según lo que ha dicho: ' Todos serán enseñados <strong>de</strong> Dios.' Nada esperéis <strong>de</strong> vuestros<br />

estudios ni <strong>de</strong> vuestra inteligencia; confiad únicamente en Dios y en la influencia <strong>de</strong> su Espíritu. Creed<br />

a un hombre que lo ha experimentado." —Id., cap. 7.<br />

Aquí tienen una lección <strong>de</strong> vital im<strong>por</strong>tancia <strong>los</strong> que sienten que Dios les ha llamado para presentar<br />

a otros en estos tiempos las verda<strong>de</strong>s grandiosas <strong>de</strong> su Palabra. Estas verda<strong>de</strong>s <strong>de</strong>spertarán la enemistad<br />

<strong>de</strong>l diablo y <strong>de</strong> <strong>los</strong> hombres que tienen en mucha estimación las fábulas inventadas <strong>por</strong> él. En la lucha<br />

contra las potencias <strong>de</strong>l mal necesitamos algo más que nuestro propio intelecto y la sabiduría <strong>de</strong> <strong>los</strong><br />

hombres. Mientras que <strong>los</strong> enemigos apelaban a las costumbres y a la tradición, o a <strong>los</strong> testimonios y a<br />

la autoridad <strong>de</strong>l papa, Lutero <strong>los</strong> atacaba con la Biblia y sólo con la Biblia. En ella había argumentos que<br />

el<strong>los</strong> no podían rebatir; en consecuencia, <strong>los</strong> esclavos <strong>de</strong>l formalismo y <strong>de</strong> la superstición pedían a gritos<br />

la sangre <strong>de</strong> Lutero, como <strong>los</strong> judíos habían pedido la sangre <strong>de</strong> Cristo. "Es un hereje —<strong>de</strong>cían <strong>los</strong><br />

fanáticos romanistas. —¡Es un crimen <strong>de</strong> alta traición contra la iglesia <strong>de</strong>jar vivir una hora más tan<br />

horrible hereje: que preparen al punto un cadalso para él!" —Id., cap. 9.<br />

Pero Lutero no fue víctima <strong>de</strong>l furor <strong>de</strong> el<strong>los</strong>. Dios le tenía reservada una tarea; y mandó a <strong>los</strong><br />

ángeles <strong>de</strong>l cielo para que le protegiesen. Pero muchos <strong>de</strong> <strong>los</strong> que recibieron <strong>de</strong> él la preciosa luz<br />

resultaron blanco <strong>de</strong> la ira <strong>de</strong>l <strong>de</strong>monio, y <strong>por</strong> causa <strong>de</strong> la verdad sufrieron valientemente el tormento y<br />

la muerte. Las enseñanzas <strong>de</strong> Lutero <strong>de</strong>spertaron <strong>por</strong> toda Alemania la atención <strong>de</strong> <strong>los</strong> hombres<br />

reflexivos. Sus sermones y <strong>de</strong>más escritos arrojaban rayos <strong>de</strong> luz que alumbraban y <strong>de</strong>spertaban a miles<br />

y miles <strong>de</strong> personas. Una fe viva fue reemplazando el formalismo muerto en que había estado viviendo<br />

la iglesia <strong>por</strong> tanto tiempo. <strong>El</strong> pueblo iba perdiendo cada día la confianza que había <strong>de</strong>positado en las<br />

supersticiones <strong>de</strong> Roma. Poco a poco iban <strong>de</strong>sapareciendo las vallas <strong>de</strong> <strong>los</strong> prejuicios. La Palabra <strong>de</strong><br />

Dios, <strong>por</strong> medio <strong>de</strong> la cual probaba Lutero cada doctrina y cada aserto, era como una espada <strong>de</strong> dos fi<strong>los</strong><br />

que penetraba en <strong>los</strong> corazones <strong>de</strong>l pueblo. Por doquiera se notaba un gran <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> a<strong>de</strong>lanto espiritual.<br />

En todas partes había hambre y sed <strong>de</strong> justicia como no se habían conocido <strong>por</strong> sig<strong>los</strong>. Los ojos <strong>de</strong>l<br />

pueblo, acostumbrados <strong>por</strong> tanto tiempo a mirar <strong>los</strong> ritos humanos y a <strong>los</strong> mediadores terrenales, se<br />

apartaban <strong>de</strong> éstos y se fijaban, con arrepentimiento y fe, en Cristo y Cristo crucificado.<br />

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