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El Conflicto de los Siglos por Elena de White [Nueva Ed.]

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

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<strong>El</strong> <strong>Conflicto</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> Sig<strong>los</strong><br />

Capítulo 8: Un Campeón <strong>de</strong> la Verdad<br />

UN NUEVO emperador, Car<strong>los</strong> V, había ascendido al trono <strong>de</strong> Alemania, y <strong>los</strong> emisarios <strong>de</strong><br />

Roma se apresuraron a presentarle sus plácemes, y procuraron que el monarca emplease su po<strong>de</strong>r contra<br />

la Reforma. Por otra parte, el elector <strong>de</strong> Sajonia, con quien Car<strong>los</strong> tenía una gran <strong>de</strong>uda <strong>por</strong> su exaltación<br />

al trono, le rogó que no tomase medida alguna contra Lutero, sin antes haberle oído. De este modo, el<br />

emperador se hallaba en embarazosa situación que le <strong>de</strong>jaba perplejo. Los papistas no se darían <strong>por</strong><br />

contentos sino con un edicto imperial que sentenciase a muerte a Lutero. <strong>El</strong> elector había <strong>de</strong>clarado<br />

terminantemente "que ni su majestad imperial, ni otro ninguno había <strong>de</strong>mostrado que <strong>los</strong> escritos <strong>de</strong><br />

Lutero hubiesen sido refutados;" y <strong>por</strong> este motivo, "pedía que el doctor Lutero, provisto <strong>de</strong> un<br />

salvoconducto, pudiese comparecer ante jueces sabios, piadosos e imparciales." — D'Aubigné, lib. 6,<br />

cap. II.<br />

La atención general se fijó en la reunión <strong>de</strong> <strong>los</strong> estados alemanes convocada en Worms a poco <strong>de</strong><br />

haber sido elevado Car<strong>los</strong> al trono. Varios asuntos políticos im<strong>por</strong>tantes tenían que ventilarse en dicha<br />

dieta, en que <strong>por</strong> primera vez <strong>los</strong> príncipes <strong>de</strong> Alemania iban a ver a su joven monarca presidir una<br />

asamblea <strong>de</strong>liberativa. De todas partes <strong>de</strong>l imperio acudieron <strong>los</strong> altos dignatarios <strong>de</strong> la iglesia y <strong>de</strong>l<br />

estado. Nobles hidalgos, señores <strong>de</strong> elevada jerarquía, po<strong>de</strong>rosos y ce<strong>los</strong>os <strong>de</strong> sus <strong>de</strong>rechos hereditarios;<br />

representantes <strong>de</strong>l alto clero que ostentaban su categoría y superioridad; palaciegos seguidos <strong>de</strong> sus<br />

guardas armados, y embajadores <strong>de</strong> tierras extrañas y lejanas —todos se juntaron en Worms. Con todo,<br />

el asunto que <strong>de</strong>spertaba más interés en aquella vasta asamblea era la causa <strong>de</strong>l reformador sajón.<br />

Car<strong>los</strong> había encargado ya <strong>de</strong> antemano al elector que trajese a Lutero ante la dieta, asegurándole<br />

protección, y prometiendo disponer una discusión libre con gente competente para <strong>de</strong>batir <strong>los</strong> motivos<br />

<strong>de</strong> disi<strong>de</strong>ncia. Lutero <strong>por</strong> su parte ansiaba comparecer ante el monarca. Su salud <strong>por</strong> entonces no estaba<br />

muy buena; no obstante, escribió al elector: "Si no puedo ir a Worms bueno y sano, me haré llevar<br />

enfermo allá. Porque si el emperador me llama, no puedo dudar que sea un llamamiento <strong>de</strong> Dios. Si<br />

quieren usar <strong>de</strong> violencia contra mí, lo cual parece probable (puesto que no es para instruirse <strong>por</strong> lo que<br />

me hacen comparecer), lo confío todo en manos <strong>de</strong>l Señor. Aun vive y reina el que conservó ilesos a <strong>los</strong><br />

mancebos en la hornalla. Si no me quiere salvar, poco vale mi vida. Impidamos solamente que el<br />

Evangelio sea expuesto al vilipendio <strong>de</strong> <strong>los</strong> impíos, y <strong>de</strong>rramemos nuestra sangre <strong>por</strong> él, para que no<br />

triunfen. ¿Será acaso mi vida o mi muerte la que más contribuirá a la salvación <strong>de</strong> todos? . . . Esperadlo<br />

todo <strong>de</strong> mí, menos la fuga y la retractación. Huir, no puedo; y retractarme, mucho menos." —Id., lib. 7,<br />

cap. 1.<br />

La noticia <strong>de</strong> que Lutero comparecería ante la dieta circuló en Worms y <strong>de</strong>spertó una agitación<br />

general. Aleandro a quien, como legado <strong>de</strong>l papa, se le había confiado el asunto <strong>de</strong> una manera especial,<br />

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