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EL SER POETICO

Esta obra incluye propuestas innovadoras sobre la concepción del arte en general y del poema en particular. Los nuevos conceptos están formalizados en varias definiciones y postulados. También nos proporciona valiosos indicadores que nos permiten diferenciar el Verso Vulgar y las gradaciones que lo llevan al Verso Puro. Por otra parte, propone la solución a la extraña paradoja que los críticos tradicionales han fabricado con la supuesta dicotomía entre “Poesía” y “Prosa”, mientras que la noción del Momento Vital se convierte en un indicador muy importante para la comprensión de lo que es una novela, un relato o un poema en verso. La Visión y la Transfiguración del poema visionario, tal como lo define Carlos Bousoño, cobran nuevos matices.

Esta obra incluye propuestas innovadoras sobre la concepción del arte en general y del poema en particular. Los nuevos conceptos están formalizados en varias definiciones y postulados. También nos proporciona valiosos indicadores que nos permiten diferenciar el Verso Vulgar y las gradaciones que lo llevan al Verso Puro.

Por otra parte, propone la solución a la extraña paradoja que los críticos tradicionales han fabricado con la supuesta dicotomía entre “Poesía” y “Prosa”, mientras que la noción del Momento Vital se convierte en un indicador muy importante para la comprensión de lo que es una novela, un relato o un poema en verso. La Visión y la Transfiguración del poema visionario, tal como lo define Carlos Bousoño, cobran nuevos matices.

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al lector, simplemente escribe tal como su percepción particular del<br />

Ser en sus infinitas manifestaciones lo exige. Por otro lado, el comerciante,<br />

ya sea el productor de películas o, en este caso, el editor<br />

del periódico, sí tiene que adecuar lo que va a exhibir o publicar, a la<br />

posible reacción del público. De aquí surge una de las más grandes<br />

diferencias entre ambos: el escritor tiene un lector; el comerciante<br />

tiene un público. Pero lo más importante de todo es que el escritor<br />

escribe porque tiene que escribir, acuciado por su necesidad éticoestética<br />

de hacerlo (y por su talento, claro) mientras que el comerciante<br />

publica para ganar dinero, acuciado por su papel de empresario<br />

y por las responsabilidades que tiene ante los accionistas.<br />

En el campo de las relaciones humanas, pocos fenómenos son tan<br />

antitéticos como las percepciones cotidianas del escritor genuino y<br />

las del comerciante de verdad. Como un ejemplo más general, tomemos<br />

el caso del escritor genuino, que por necesidad económica<br />

debe vender su novela al productor de películas. Si el escritor vende<br />

sus derechos, no podrá exigir que el director del film “conserve en<br />

la película la esencia humana y el misterio poético de su obra”. No<br />

señor. El Director hará su trabajo pensando en lo que le gustará o<br />

no al público, por lo que omitirá lo que no es comercial y modificará<br />

todo lo que le parezca inconveniente. En este sentido, la obra de<br />

arte, que había sido concebida por la gravitación ético-estética del<br />

escritor genuino, se convertirá en un producto de consumo dirigido<br />

al público como un objeto utilitarista. Como corolario en el caso<br />

concreto que nos ocupa, podemos decir: si Quino ha vendido sus<br />

derechos al periódico, podrá gozar del usufructo del dinero recibido<br />

a cambio de la renuncia a su propia obra. Si Quino no ha vendido<br />

su obra, podrá exigir legítimamente que la retiren de circulación si<br />

los del periódico no la publican tal como él la ha concebido. Parece<br />

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