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3. Niños de Todo el Mundo

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—Me parece que iré a la cocina y veré si Gato Negro

está allí. Puede haber bajado la noche pasada. Apuesto a

que en este momento está sentado en la caja de madera de

Paul McGee.

—Bueno —dijo la madre—. Bueno, de acuerdo. Pero ponte

el abrigo grueso. Nevó un poco la noche pasada.

¡Nieve! Gato Negro era un gato de verano; ni siquiera

sabía lo que era la nieve ni cómo puede pegarse a uno, golpearle,

empujarle, cubrirle.

La cabaña no estaba lejos de la cocina. Richie corrió

por el suelo helado. No había mucha nieve; en realidad, sólo

un polvillo, como si un descuidado y gigantesco cocinero

hubiera dejado caer un poco de harina en las montañas.

Pero iba a nevar más. Los doloridos huesos de Paul McGee

así lo predecían. El cielo gris, torvo, lo confirmaba.

Había tres carteles en la gran cabaña de troncos donde

estaba la cocina. El de arriba, con letras rojas, decía:

MOONTREE

COMPAÑIA MINERA

Debajo de éste, un cartel más pequeño, decía, con letras

negras:

COCINA

Y el cartel más grande, un cartón sucio escrito con letras

azules muy bonitas, decía:

Paul McGee

(COCINERO)

Dentro estaba Paul McGee removiendo un gran cazo

de caldo para los hombres, que estaban sentados junto a

una larga mesa de madera.

Todos tenían cara de estar hambrientos. Paul McGee

sonrió bondadosamente a Richie. Sam, Mike, Sweede y

otros le devolvieron, con gestos y exclamaciones, el saludo.

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