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3. Niños de Todo el Mundo

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de la raya se quedó enterrado allí. Imagínate, dice doña

Chole, que eran cajas y cajas de monedas de oro, pues entonces

no había dinero de papel. Por las noches, cuando

nadie la ve, va a la mina a cavar, y ya me dijo exactamente

el lugar.

—¿Y qué vamos a hacer nosotros?

—Vamos a sacar el dinero tú y yo, a no ser que tengas

miedo.

Indignada, la niña le responde:

-Soy valiente y contigo iré a donde quieras.

Empezaba a llover muy menudito, pero decididos emprenden

el camino hacia la mina.

Resbalando aquí y allá, cayendo algunas veces, caminaron

casi dos horas hasta llegar al oscuro túnel, entrada

de la mina.

Los dos están temblando. Toño dice:

—“M anita”, estás temblando; ¿quieres regresar?

—No, hermanito, no tengo miedo, tengo frío.

Una parvada de murciélagos les da la bienvenida, y

Toño, al oír a su hermana gritar, ordena: —¡Pecho a tierra!

El túnel por momentos se oscurece, las telarañas se les

pegan a la cara, hay chillidos de insectos, aleteos de bichos

asquerosos, el techo gotea agua muy fría; de repente se topan

con una pared. Toño enciende la lámpara y se da cuenta

que hay muchos túneles y no saben cuál tomar, y sin

darse cuenta cada vez se adentran más en aquel horrendo

laberinto. De pronto un aire helado hace que se apague la

lámpara, cae Toño y se da cuenta que el agua ya les llega

a las rodillas. Por fin, cansados, helados hasta el hueso, se

sientan en unas piedras a llorar. Están perdidos.

En casa de Martiniano, Rosa nota la ausencia de los

niños. Alarmada avisa a su papá; éste los busca por todas

partes.

La noticia vuela en un instante. Los vecinos se aprestan

a ayudar.

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