05.07.2020 Views

3. Niños de Todo el Mundo

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

Kees, con su chaqueta blanca, estaba detrás del mostrador

friendo las patatas. —¿Con el tiempo que hace? —preguntó—.

¡Si todavía no ha parado de nevar! Bueno, te daré

el helado.

Los motociclistas estaban sentados en un rincón de la

tienda. En medio de ellos, un extranjero trataba de explicarles

algo. Tenía los dedos índices levantados y separados,

como indicando lo grande que era el pez que acababa de

pescar.

—Debía ser un pez muy pequeño. Del tamaño de mis

zapatos -pensó Jan.

Los motociclistas miraban al extranjero y movían la cabeza.

—Es un americano. Un turista —dijo Kees.

¡Un turista! Jan sabía algo de los turistas por los programas

de televisión, pero nunca había visto un turista de

verdad. Nunca iban allí, porque no había nada que ver en

aquel pueblecito; sólo almacenes para tomates y pepinos, y

edificios en construcción.

¡Así que aquello era un turista! Parecía tan normal,

vestido con jersey y pantalones, como todos los demás hombres

del pueblo.

—Quiere comprar unos zuecos para su hija —dijo Kees—.

Está explicando de qué tamaño deben ser. Ha venido especialmente

de Rotterdam. En autobús. ¡A comprar zuecos!

Yo le dije que debía ir a la ciudad, a una tienda de souvenirs.

Pero dijo que no, que él quiere auténticos zuecos, como

los que lleva la gente aquí, ¿Conoces alguna tienda donde

los vendan, Jan?

Jan lamió su helado, un helado de fresa. En un cucurucho.

—Es una pregunta difícil —continuó Kees—. Ninguno

de nosotros sabe qué responder. Después de todo, ¿quién

lleva zuecos aquí? Estos americanos piensan que todos calzamos

zuecos. Mira que...

—Mi madre conoce una tienda donde los venden —dijo

entonces Jan.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!