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que yo abreviaba Ohio, tenía que poner signo de exclamación
en vez de punto final. Muy sarcástico, ¿verdad?
—Bueno, ¿dónde está la invitación de Jason? —preguntó.
—Tú me dijiste que sólo invitara a seis chicos, y Jason
es el séptimo de la lista —le expliqué.
—Saca a otro —sugirió, de la misma forma que un árbitro
sugiere a un futbolista salir del campo. ~ ^ \
Suprimí a John Beecham; era el único de los que hafcía
invitado que no me gustaba del todo. Le había puesto en
la lista, aunque él no me había invitado a su fiesta. A Dick
le gustaba. Dick era el corredor más rápido del cuarto grado
y el segundo del colegio. Si Dick no hubiera podido venir
el 15 de mayo, yo hubiera cambiado la fecha de la fiesta.
Ya había pensado en ello y decidí que tenía que invitar
a John Beecham para dar a Dick un motivo más de que
viniera.
—No creo que Jason pueda venir —dije a mamá—. Tiene
dislexia.
—Ño es contagiosa —dijo mi madre— Invítale —añadió.
Había olvidado que mamá sabía lo que era dislexia. Precisamente
ella fue quien me explicó su significado. Mamá
sabe mucho en cuestiones de educación. La dislexia tiene
algo que ver con la educación, o por lo menos con la lectura.
Si tienes dislexia, es como si tu cerebro fuera un aparato
de TV estropeado: la imagen pasa muy bien por los cables,
pero algunos tubos faltan o están donde no deben. Así
que si pones un canal, sale el sonido de otro canal diferente.
O faltan imágenes de la película, o están al revés, o cabeza
abajo. Los niños con dislexia leen y escriben de forma muy
graciosa.
Jason leía así en clase, hasta que descubrieron que tenía
dislexia. Después ya no le hiceron leer en voz alta y le
enviaron a la sección de Lectura Especial durante nuestra
hora de lectura. También le mandaron allí durante la Educación
Física. Y aquello no estaba bien; Jason llevaba el ba-