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Mirando a su alrededor vio un andamio, casi terminado,
que se levantaba sobre los edificios. Pasó patinando entre
charcos de agua y sobre planchas metálicas.
Se detuvo a contemplar cómo unos hombres con cascos
de plástico azul transportaban marcos de ventana al andamio.
Arriba, dos hombres, atados con correas a la pared
del edificio, ponían marcos en las ventanas. Helmut fue después
patinando hacia un montacargas.
—Busco a mi hermana —dijo al hombre que hacía funcionar
el m otor-. Pero ya veo que no está aquí. Me parece
que siempre me equivoco de sitio.
—Si miras por todas las calles de la ciudad, tardarás
mucho tiempo —dijo el hombre—. Quizá puedas verla si subes
a lo alto de este edificio y la buscas con el telescopio.
Helmut se alegró tanto de poder subir a lo alto del edificio
que le dio al hombre los dos marcos que su padre le
había entregado para comprar schaschlik. Entró en el ascensor
y se agarró fuerte. Fue subiendo. El hombre que hacía
marchar el motor se hacía cada vez más pequeño. El
ascensor se balanceó hacia adelante y hacia atrás. Helmut
se asustó. Se volvió y miró a la pared. Se sintió así más
seguro.
—Debo encontrar a mi hermana —dijo Helmut al hombre
que manejaba el telescopio.
—¿De qué color es su vestido?
—Verde —dijo Helmut— Susana se escapó y si no la encuentro
antes de que mis padres vuelvan a casa, me castigarán.
El hombre ajustó el telescopio y puso un cajón vacío
cerca de él, para que Helmut se subiera.
—Cierra el ojo izquierdo y mira por la lente con el derecho
—dijo el hombre.
Helmut obedeció. A través del telescopio, los edificios
parecían estar muy cerca. Lo mismo ocurría con el parque
de la ciudad y la calle mayor.