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3. Niños de Todo el Mundo

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a Sweede que tenemos otra vez trabajo de leñadores.

Sam y Sweede cogieron un extremo de la sierra. Se

prepararon. Midieron los pasos y colocaron los afilados dientes

de la sierra contra el grueso tronco. Sam empujaba,

Sweede tiraba y, con un rítmico raspado, la sierra se fue

introduciendo en el árbol. Se pararon y Mike balanceó la

pesada hacha cortando una cuña de la madera amarilla del

tronco. Sam y Sweede se colocaron al otro lado del árbol

y empezaron otra vez a aserrar. Las gotas de sudor caían

por sus rostros.

Gato Negro observaba la operación tiritando.

—Ya casi está... ¡Arbol! —dijo Paul McGee.

El árbol crujió y empezó a caer...

-¡Agárrate, quédate ahí hasta que esté abajo! -gritó

Richie.

Algo negro y pequeño saltó del árbol. El abeto cayó entre

una lluvia de nieve, causando tal estruendo que hizo que

el estómago de Richie temblara, y allí se quedó, quieto,

mientras sus ramas se agitaban.

Una cabecita negra salió de la nieve.

—¡Hurra! —gritó Paul McGee, saltando de júbilo.

Golpeó a Richie en la espalda; Sweede y Sam se dieron

la mano; Sam dio la mano a la madre de Richie; Mike

dio la mano a Paul McGee; y la mamá besó a Richie.

Richie levantó a Gato Negro y le sacó la nieve de la

piel. Ningún hueso roto. Estaba delgado y parecía un poco

avergonzado de sí mismo, pero estaba a salvo. Comenzó a

ronronear, y rozó su cara contra la mejilla de Richie.

Richie se olvidó de que hacía frío. Tenía calor; dentro,

fuera, calor por todas partes.

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