Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
Bueno, ésa fue su intención, porque a medida que se iba
acercando al fondo del tanque, se daba cuenta que éste se
hallaba seco. Jacinto dio vuelta a la cara, se arqueó todo,
trató de volver para arriba, pero todo fue inútil. Siempre
se cae para abajo y no para arriba... Lo último que intentó
Jacinto fue gritar:
-¡ Socoooooo...! -pero no pudo terminar, porque en ese
momento... ¡PAF!, una casa tirada desde un avión no habría
hecho tanto ruido. ¿Qué había sucedido? Pues que Cipriano
había cerrado la canilla del tanque, y como todos
estaban acostumbrados a que la dejase siempre abierta, usaron
el agua habitual y el tanque no volvió a llenarse.
El desconcierto cundía en la estancia. Eso era un desorden
vivo. Todos, reunidos en el patio, gritaban y protestaban.
Esa mañana nadie encontraba nada.
Fue entonces cuando desde las parvas se recortó la silueta
de Cipriano, que se acercaba sonriente.
—¿Y... qué tal? —comenzó alegremente— Ya no podrán
decir nada de mí. La tranquera está cerrada, la canilla del
tanque también cerrada, y todas las cosas en orden, ¿no?
—¿Cómo? —exclamaron todos a coro.
Adelantándose unos pasos, el patrón se acercó a Cipriano
y, poniéndole una mano en el hombro, le dijo:
—Mira, Cipriano; me parece muy bien que hayas decidido
cambiar, pero sucede que nosotros estábamos acostumbrados
a tu desorden y a tus olvidos y ahora nos estamos
volviendo locos, ¿ sabes? Lo mejor es que por un tiempo
sigas como antes...
Cipriano miraba al patrón sin comprender.
Se fue a las parvas y, contemplando la inmensa pampa
que se extendía delante suyo, dijo en voz baja:
—¿Quién entiende a la gente? ¡Me quedo con los animales!