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3. Niños de Todo el Mundo

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podíamos jugar en el jardín hasta que las madres vinieran

a buscar a los niños.

Uno a uno se fueron marchando. Dos llamaron a su

madre, recordándole que estaban allí. Jason, naturalmente,

no llamó a su madre. La madre de Dick había telefoneado

diciendo que llegaría tarde porque tenía hora en la peluquería,

como todos los sábados. Dijo que lo recogería cuando

volviera a casa, si esto no era molestia para nosotros. Yo

recibí la llamada y le dije que estaba bien.

Pero ya iba siendo la hora de que la madre de Jason

viniera, y así poder jugar un rato a solas con Dick. Imagino

que ella no tendría demasiadas ganas de que él regresara.

Tuve que ayudar a mamá a poner los muebles otra vez en

su sitio; mientras, Dick y Jasoñ miraban números atrasados

de revistas.

Cuando terminé le pregunté a Jason si quería llamar a

su madre. —Marcaré yo los números de teléfono —le sugerí.

Jason no pareció entusiasmarse.

Cuando terminé de llamar, Jason y Dick estaban aún

sentados. Jason tenía uno de los cartones en los que habíamos

dibujado niñas la noche anterior. Estaba escribiendo

algo cuando llegó su madre. Saqué su saco de dormir, y

encontré a la señora Rabner a medio camino. Pensé que era

mejor evitar que entrara, porque si lo hacía, tomaría café

con mi madre y Jason se quedaría más rato.

Dick se despidió de Jason y le dijo que le había gustado

hablar con él. Jason también se despidió y nos dio las

gracias a mi madre y a mí. Por fin, se marchó. Le dije a

Dick:

—Qué pesado es este Jason.

Así daba paso a que Dick continuara la crítica.

Dick dijo:

—Sabes, la dislexia hace que las cosas salgan de manera

distinta. Yo le leí el cuento del astronauta y mira cómo lo

escribió él.

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