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3. Niños de Todo el Mundo

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-Tam bién ha decidido hacer lo mismo conmigo -dijo.

—¿Por qué? —preguntaron cucharas y cuchillos.

—Porque el fogón da demasiado calor y quema mucha

leña, y porque yo estoy demasiado sucio —respondió el hornillo—.

Esto es lo que dijo la otra mujer. Ella tiene un hornillo

eléctrico, muy limpio y fácil de usar. Dice que es mucho

mejor que el fogón y que yo. Y ahora, Mame Nyame

quiere uno de estos nuevos hornillos eléctricos y ha decidido

deshacerse de nosotros.

—¡No! —dijo Yaa, saltándosele las lágrimas.

—No llores, pequeña —dijo el fogón— Ya soy muy viejo.

Quizá ya es hora que desaparezca.

—Pero, ¿te ha gustado vivir aquí? —preguntó entonces

el hornillo.

—Oh sí, mucho —respondió el fogón—. Aquí está mi querida

Yaa. La conozco desde que era un bebé. Ha venido a

verme muchas veces; cuando se sentía triste, la consolaba

y se sentía de nuevo feliz.

Yaa pasó suavemente la mano por el costado del fogón.

—Entonces, has formado parte de la familia —dijo el

hornillo.

—Me siento orgulloso de decir que sí —respondió el fogón—.

Puedo contarte todo lo que durante años y años ha

ocurrido aquí. Pero nos gustaría oír primero tu historia.

Y el hornillo comenzó a narrar su historia.

—Todo lo que recuerdo de mis primeros años es que

yo era una gran lata llena de petróleo. Estaba limpia y brillante,

y sin agujeros en los costados. Era nueva. Esto fue

en una ciudad lejana, en Europa. Eramos muchas, todas llenas

de petróleo. Entonces, unos hombres nos subieron a un

barco. Las otras latas me dijeron donde íbamos. Como yo

estaba en el fondo del barco, no pude ver nada. Dijeron que

íbamos a varios países, atravesando el mar.

El hornillo se paró para respirar.

Se oyó ruido en el cajón. Los cuchillos, tenedores y cu-

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