05.07.2020 Views

3. Niños de Todo el Mundo

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

Vio a Hennie, en la cubierta, lavando a su perro en un

cubo.

—Hola —dijo Jan.

—Hola —replicó Hennie.

—¿Tienes aún tus zuecos?

—¿•Mis qué?

—Tus zuecos. ¿No llevabas unos el Día de la Reina?

—Ah, sí —dijo Hennie, sin dejar de lavar a su perro. Al

perro no le gustaba que lo lavaran.

—Te los compro —dijo Jan—. Diez guilders.

Hennie dejó ir al perro, que saltó y se sacudió el jabón.

—No puedo venderlos —dijo ella— No puedo aceptar dinero.

—Pregúntale a tu madre —dijo Jan.

—No está en casa. Se fue a ver a la abuela.

De repente, Hennie dijo: —Podemos hacer un cambio.

—¿•Un cambio? —preguntó Jan.

Hennie señaló los zapatos de Jan. Calzaba zapatos de

pana con suela de goma. Jan dudó. Si cambiaba sus zapatos

por los zuecos, se podía quedar con las diez guilders. Las

tenía allí, en su bolsillo. ¿'Podría comprarse unos zapatos

iguales por diez guilders?

—De acuerdo —dijo. Y comenzó a descalzarse.

Hennie se puso los zapatos de Jan y empezó a correr

arriba y abajo, por la cubierta.

—Ahora dame los zuecos —dijo Jan impaciente.

Hennie entró. El perro ladró furiosamente a Jan. Su

pelo estaba todavía lleno de espuma de jabón.

—Aquí están —dijo Hennie, sin aliento, cuando por fin

regresó con los zuecos—. Estaban en el armario de los vestidos.

¿'Crees que podrás ir en bicicleta con ellos?

Jan asintió con la cabeza mientras comparaba los zuecos

con el trozo de cordel. Serían un poco grandes para la

niña americana, pero no estaban mal. A él le iban bien.

¡Qué cosa más rara eran unos zuecos!

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!