You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
—Toñito, no te vayas a reír de mí, pero en el hospital
de verdad tuve miedo.
Con lágrimas en los ojos el niño le responde haciéndose
el valiente:
—Claro, hermana, es que yo no estaba allí.
Esto rompe la tensión y todos ríen.
Crucita le pregunta al doctor: —¿Dónde está mi sillita
de ruedas? Quiero que todos vean cómo la manejo.
Toño observa cómo gira la niña en todas direcciones
y no pudiendo callar más le dice: -¿M e la vas a prestar de
vez en cuando?
Los días que siguen son difíciles para todos. Crucita
trata de no ser una carga para nadie; con gran esfuerzo trata
de vestirse sola, se hace sus trenzas aunque no muy bien
hechas. No permite que Rosa le haga nada.
En San Luisito la gente se admiraba de ver a la niña
recorrer sus calles en su silla de ruedas, siempre amable y
sonriente, y con el mismo interés que tenía antes para todo
lo que fuera aFarería.
Su padre, a ruegos de Crucita, pacientemente la enseña
a trabajar el barro; día tras día ensaya hacer juguetes.
Algunos días se sentía triste; se le antojaba ser como
era antes, poder correr, brincar como los demás niños; extrañaba
sus aventuras con Toñito, y por las noches, cuando
nadie la veía, se ponía a llorar.
Muchos meses pasaron así, sin fallar ni un solo día en
su trabajo; y cada día, aunque lentamente, progresaba; sus
manos se hacían cada día más hábiles.
Un día despierta decidida y dice para sí: —Hoy voy a
hacer un cochinito de barro. Todo el día trabajó; no le gustaba
lo que hacía, pero volvía de nuevo a comenzar. Por
fin, ya casi para cerrar el taller, lo dio por terminado; le
pareció tan bien que les grita a sus hermanos: —Muchachos,
vengan a ver, ya terminé mi obra.
Éstos voltean y sin decir palabra, de reojo, se miran