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3. Niños de Todo el Mundo

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Rosa no sabe qué decir y en silencio eleva una oración:

“Señor, no te puedes llevar a mi hermanita. Tú tienes muchos

angelitos junto a ti. ¿No nos puedes dejar este que

tanta falta hace?”

Casi a media noche llega Martiniano con el doctor. La

familia rodea la cama de la enferma; todos lloran e imploran

a Dios a su manera. Toño, arrepentido y espantado, le

promete al Señor que en adelante será bueno si alivia a su

hermanita.

El médico examina a Crucita con mucho cuidado y suspirando

dice:

-L a niña está muy grave; hay que llevarla al hospital

de Guanajuato de inmediato; es una enfermedad muy contagiosa

llamada poliomielitis.

Por muchas semanas, Crucita sigue entre la vida y la

muerte hasta que al fin una mañana el doctor, con cara de

alegría, le dice a la familia: —Tengo buenas noticias; el peligro

pasó; pronto tendrán a Crucita en casa otra vez; sus

ganas de vivir la salvaron.

—¡Bendito Dios! —exclama Martiniano; y un súspiro de

alivio de todos se hace oír.

Rosa, temerosa, pregunta: —¿Quedará bien?

El médico titubea y dice: —Bueno, sus piernas están

paralizadas, sus manos aún están muy torpes. Pero ustedes

tendrán que ayudarla; ya dije que el valor de la chica es

admirable y quiere a toda costa quedar bien. Nada de caras

tristes; todo en esta casa tendrá que ser normal; su actitud

deberá ser como que aquí no ha pasado nada.

Pasados unos días, llega por fin el día tan esperado.

La casa relumbra de limpieza.

Llega la hora indicada y el médico baja de su coche

con Crucita en brazos. Todos están conmovidos, Crucita

también.

Llueven los comentarios y Crucita contesta a todas sus

preguntas, y viendo a Toño apenado le dice:

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